En la década de los 90, del siglo pasado, las paredes de la franciscana y muy noble ciudad de Quito se llenaron de grafitis: “La sociedad construye abismos / hay niños en las calles vendiéndolos”. Después cayeron los presidentes, aunque la partidocracia sigue moribunda.
Apareció: “Nosotros vivimos la resaca de una orgía en la que nunca participamos”, que aludía a que la “Revolución de las Flores” -el movimiento juvenil del Mayo del 68, básicamente en Francia- nos llegó cuarto de siglo después. Ese despertar de los grafitis lo llamé, ingenuamente creo, la “Revolución de los Pétalos”, cuando aún se leía: “Quito: Patrimonio de la soledad” o “Recordado país, ¿cómo era que te llamabas?” (http://ecuadorgraffiti.homestead.com).
Mientras aparecía una leyenda en la pared de “Me gusta cuando mayas porque estás como azteca”, guiño a Neruda, el país se enfrentaba a los apagones: “Haga patria / orine en Paute” o “Cristo viene / prepárate. / Auspicia Coca Cola”.
Era como si el Mayo del 68 siguiera vivo, pero en los Andes. Es que allá, en esa época, en el mismo lugar donde comienza Rayuela, en el pasaje que conduce hasta la calle donde Oliviera buscaba a La Maga, había un cartel azul y negro con un dibujo en blancos punzantes de Julio Silva y un texto de Julio Cortázar: “Ustedes son las guerrillas / contra la muerte climatizada / que quieren vendernos / con el nombre de porvenir”. En Quito, en cambio, se escribió: “Mientras más hago la revolución / más me gusta hacer el amor / pero hay un problema: / soy virgen”, sin olvidarse de “Proletarios del mundo, uníos. / Última palabra” y la réplica que resultaba mejor: “Proletarios del mundo. / Copulad”.
Para mí el mejor era uno de la Jipijapa: “La Luna cayó ayer en mi jardín / y hoy solo cosecho manzanas de plata”, pero además el que hacía referencia al pavé, al adoquín parisino, cuando proclamaban: “Levanten los adoquines / debajo de los adoquines está el mar”. Acá se escribió: “Cavad, cavad, cavad / debajo de las campanas está el mar”.
Ahora leo las pancartas de Indignados, en la primavera de España e inspirados en el libro de Stéphane Hessel: “La revolución estaba en nuestros corazones y ahora vuela libre por las calles” o “No apaguen el Sol”, que alude a las protestas en la madrileña Puerta del Sol. Es inevitable recordar al Mayo francés y a nuestros grafitis quiteños.
Más aún cuando los que debían irse se siguen quedando, como decimos los ecuatorianos. Un grafiti forajido nos recuerda insistente: “Apaga la TV / la realidad está en las calles”, como la pancarta que acaba de aparecer en Grecia: “Estamos despiertos. ¿Qué hora es? / Ya es hora de que se vayan”.