espués de la Constituyente de 2008 los municipios pasaron a denominarse Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD). Aunque el nombre es tecnicista, denota la intención de un cambio conceptual. Al llamarlos “gobiernos” se anclan de mejor manera a la idea de una entidad moderna. Sin embargo, es imposible romper el hilo que revela su origen, mostrando que son lo que queda de la época colonial.
Antaño fueron sumamente poderosos, puesto que concentraban todas las funciones: administraban justicia, tenían territorio, ejecutaban obras, regulaban precios, legislaban, contaban con Policía y además se autofinanciaban. Sus autoridades pertenecían a linajes familiares, no cobraban sueldos, pero usaban el poder para apropiarse de tierras y ejercer dominación. Los cabildos constitucionales que aparecen desde 1812 son un fenómeno muy interesante, pero largo de explicar.
Actualmente los GAD no son financieramente autónomos, dependen, en gran parte, de los impuestos recaudados por el SRI y de los ingresos no permanentes (exportación de petróleo). Ya no tienen la competencia de administración de justicia, pero son en lo local igualmente poderosos en su escala, puesto que manejan una porción del capital del Estado y deciden modelos de inversión.
Es difícil realizar un balance de la gestión de los GAD en Ecuador, sin embargo, se puede inferir a partir del indicador de dotación de agua potable domiciliaria, cuyo mapa muestra que, en la mayor parte del territorio nacional, prevalece el negocio o servicio entregado mediante un “carro repartidor” (Senplades, 2013).
A pesar de su historia colonial, los GAD son un tipo de institución que parece más funcional al orden global actual, frente a la crisis de los Estados nacionales. Por ello es probable que, en el futuro, en el caso de Ecuador, los GAD potencien el modelo de desarrollo público privado, buscando captar inversión; incluso es posible que se promueva el endeudamiento externo, para responder al sistema que presiona por el crecimiento del capital y la rápida circulación del dinero.
Si bien los intereses de las élites locales se enfocan en beneficios económicos, para la ciudadanía, los GAD siguen siendo una posibilidad de concretar una especie de democracia participativa, para crear sistemas territoriales armónicos, evitando que vuelvan a su cepa histórica, donde se articularon feudos y absolutismos. (O)