El presidente estadounidense Donald Trump dijo en una rueda de prensa que el tratamiento no debe tener peores consecuencias que la propia enfermedad. El errático Trump no es el autor de esta frase, por supuesto, ya el filósofo británico Francis Bacon escribió hacia 1.600 que la cura no puede ser peor que la enfermedad, al referirse a las consecuencias de las rebeliones políticas. Lo que quería decir es que las medidas contra un mal deben ser proporcionadas y que hay que meditar bien sus efectos.
En Europa, parece que la protección de los grupos de riesgo durante la epidemia de coronavirus tiene absoluta prioridad. El “remedio” supone una paralización de la actividad económica y de la vida social que nos cuesta muchos miles de millones de euros al día. El rendimiento económico diario de la UE es de 45 mil millones de euros como promedio.
Tengo mis dudas sobre si este remedio no será peor que la propia epidemia. La prohibición de la actividad económica, el cierre de fronteras, la restricción de movimientos de las personas y la extraña competición de ver quién impone las medidas más duras conducen a una gigantesca recesión, de proporciones hasta ahora desconocidas. Un derrumbe económico que impactará negativamente nuestro bienestar y conducirá a los Estados a la bancarrota.
El colapso del orden hasta ahora conocido está muy cerca, porque esta paralización de la vida empresarial supone un terremoto global.
Nadie sabe cuánto durará esta situación. ¿Serán semanas o meses? Realmente no creo que ningún Estado, por más rico que sea, pueda sustituir durante mucho tiempo los ingresos de sus habitantes ni salvar de la bancarrota a cientos de miles de empresas. Por eso, las promesas de que se hará todo lo posible y a cualquier precio para lograrlo son vacías. (O)
Tomado de la DW