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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

¿Es el instinto materno un rasgo común a todas las mujeres?

13 de mayo de 2023

Cuando vi a mi estudiante adolescente llegar a clase bañada en agua de pies a cabeza en una mañana de lluvia pensé inmediatamente en su madre: “¿no será ella capaz de darle un paraguas, de comprarle un impermeable y unas botas?” Las profesoras podemos determinar muy rápidamente qué niños tienen madres que los cuidan y se ocupan de ellos y quiénes no las tienen. En el caso de niños más pequeños, las profesoras son capaces de deducirlo de indicadores como el tamaño y limpieza de las uñas o los cabellos. Las maestras de primaria llaman a las madres cuando observan ciertos indicadores que pueden estar afectando el bienestar de un niño.  

Mi juicio y las admoniciones de las maestras de primaria a las madres son, por cierto , producto de una creencia social profundamente arraigada y conservadora: la de que el "instinto materno" es un rasgo inherente a las mujeres, que les llega automáticamente y que por lo tanto, son las que deben cuidar amorosamente de sus hijos. Pero la experiencia de las mujeres con la maternidad es distinta en cada una de ellas. Las investigaciones muestran que la relación entre madre e hijo se desarrolla paulatinamente a medida que la criatura va creciendo y que muchos factores pueden afectar la experiencia como son las circunstancias personales de la madre, su entorno financiero, el apoyo afectivo y práctico que recibe de su pareja, la contención que le dan sus parientes y amigos, y algo muy importante, su propia reacción física y psicológica después del parto. 

Viene a mi mente el caso de una mujer que no desarrolló vínculos con sus cinco hijos: los fue dejando uno a uno al cuidado de sus padres. Era una madre soltera que vivía en la pobreza. No podía mantenerse a sí misma y mal podía proporcionar vivienda estable, alimentos y otras necesidades básicas para sus hijos. Ante esta situación tan precaria, decidió confiar el cuidado de sus hijos a sus propios padres, quienes aceptaron asumir la responsabilidad de criar a sus nietos. Si bien puede haber amado a sus hijos y desear lo mejor para ellos, su propia pobreza le impidió cumplir su rol de madre. Sus hijos quedaron marcados por el abandono.

Por contraste, cuando una madre tiene apoyo y tranquilidad para criar a sus hijos, se producen efectos positivos en el bienestar de ellos. Al tener solvencia económica y participación en la crianza por parte de su pareja, existe mayor seguridad y estabilidad en el hogar y los hijos se crían en un ambiente más seguro.

La sociedad debe dejar de pensar en que las mujeres naturalmente tienen un instinto materno, un impulso innato, y que es labor exclusiva de ella el cuidar de los hijos. Esta creencia es un estereotipo que no se puede aplicar a todas las mujeres. No todas queremos tener hijos o cuidar de ellos, además de que toda mujer tiene habilidades y talentos en otras áreas. El artículo “Maternal Instinct Is a Myth That Men Created “ publicado en el NYTimes por Chelsea Conaboy en agosto pasado considera que el “instinto materno” que se adjudica tácitamente a las mujeres es un mito que ha permeado la cultura occidental a través de la historia y ha influenciado la política pública. En el artículo, la periodista argumenta que se trata de una construcción social basada en expectativas culturales. Según los autora, el creer que una mujer está dotada de forma innata para cuidar hace que muchas mujeres se sientan inadecuadas si no cumplen con esas expectativas, lo que afecta negativamente su bienestar psicológico. La periodista, –que se especializa en salud pública–, está por publicar su libro titulado “El cerebro de la madre: cómo la neurosciencia está reescribiendo la historia de la maternidad”. Valdrá la pena leerlo.

Las expectativas de la sociedad que adjudica a las mujeres un “instinto materno” y una “capacidad para el cuidado” perpetúa la desigualdad de género en el hogar y en el lugar de trabajo. Las mujeres enfrentan la presión social que se produce a raíz de esas creencias y a menudo sacrifican sus propios intereses y aficiones para dedicarse exclusivamente a ser madres y cuidadoras o viven llenas de culpa por no poder hacerlo. Es común también que esa visión sobre las mujeres hace que las jóvenes enfrenten a obstáculos para iniciar y avanzar en sus carreras debido a la suposición de los hombres de que eventualmente tendrán hijos y, por lo tanto, no se dedicarán a sus trabajos. Y a las creencias de que el rol de la mujer está atado a la cuna y al hogar se debe que, –ya en la vida laboral, e inclusive situadas en puestos de dirección–, a las mujeres no se nos tome en serio, no se nos escuche, se nos ignore y se nos asigne los trabajos más difíciles.

Creer que ser mujer es ser madre, o dicho de otro modo, igualar feminidad con maternidad, pone una gran carga de responsabilidad en las mujeres, cuando los hombres también pueden ser cuidadores. Es importante en este día de la madre desafiar las suposiciones de género, reconocer que tener hijos y cuidarlos no siempre es la mejor opción para una mujer y tener en cuenta que el “instinto materno” con el que supuestamente nacemos las mujeres está seriamente cuestionado por la ciencia. El cuidado de los hijos y de toda la sociedad debe ser una responsabilidad compartida por todos y no una obligación exclusiva de las mujeres. “It takes a village to raise a child” dice el proverbio Yoruba.

 

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