Faltan pocos meses para que tengamos nuevos mandatarios. Hay un ambiente denso, brumoso, casi obscuro, fruto podrido de la descomposición social que vivimos: corrupción en diferentes campos e instituciones; violencia y delincuencia en aumento todos los días; pobreza y miseria avasallando a la mayoría de la población; crímenes atroces; tráfico de drogas por múltiples vías; escalada de precios pese a la dolarización; administración de justicia seriamente cuestionada en la que brillan pocos jueces y juezas; Fiscalía batallando duramente para que los delitos, especialmente los cometidos por los de cuello blanco, no queden en la impunidad; Asamblea de legisladores con casi el cincuenta por ciento de procesados de distintas formas; crisis sanitaria y un sistema de salud inexistente por la negligencia, la incapacidad de gestión y los atracos, de quienes lo han manejado perversamente; y un etc. etc. largo.
Como remate de esta desgraciada situación, una pandemia que no para de cortar cabezas con su guadaña. No hablo de la problemática cultural, - que, entre otras cosas, parece que a nadie le importa - porque eso es para otro momento. Pobre país.
Sin embargo, podemos decir que hay libertad de prensa, libertad de expresión, libertad de pensamiento y libertad de participación social; que hay asambleístas correctos; que hay juezas y jueces sapientes y honestos y que hay una Fiscal General decidida a que no triunfe la impunidad.
Que Ecuador, pese a toda esta problemática social, es un país hermoso, con gente que no se deja vencer, con un alto porcentaje de una población joven que mira el futuro con optimismo (porque esto, de alguna forma tendrá que arreglarse), que poco a poco la gente, en todos los niveles sociales, va comprendiendo que esto de derecha, centro e izquierda, ya no tiene sentido y, que lo que debemos hacer es tratar todos de entendernos a través de la razón, de las tesis, del debate reflexivo, de los argumentos reales y posibles, y arrimar el hombro para sacar al país hacia adelante.
Y hay que hacerlo, porque los que no siguen, son nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros descendientes de las generaciones venideras. El próximo gobierno, deberá hacer un gran esfuerzo para, sin sectarismos de ninguna naturaleza y sin odiosidades políticas, buscar a hombres y mujeres con talento para gobernar en un período de transición que no será fácil ni sencillo. Será la mejor demostración de amar al país. (O)