El facilismo y la mediocridad toman cuerpo en nuestro país. La Educación no ha mejorado por décadas y más aún ha retrocedido. Este retroceso se manifiesta en todos los niveles de la educación. En la educación básica, los niños no aprenden bien las cuatro operaciones matemáticas. Una división con decimales parece tarea imposible. Hace 50 años un niño de segundo grado – ahora llamado tercero de básica-, con siete años de edad, sabía las tablas de multiplicar, hasta la del doce. Un niño de cuarto grado, a los nueve años, sabía las conversiones de unidades del sistema métrico decimal al sistema inglés de medidas y sabía sus unidades. Hoy, el 95% de los universitarios no sabe cuántos gramos tiene una onza. En la educación media el conocimiento sobre química y biología es desastroso. Estudiantes que aspiran a carreras como Medicina no han recibido ni nomenclatura química, peor química orgánica. Materias como física y trigonometría, cotidianas hace 50 años, incluso para los químico-biólogos, ahora son inexistentes.
Hace décadas había rigor. Hoy hay exámenes “supletorios”, “remediales” y “de gracia”, de forma tal que la pérdida de año se ve lejana e improbable y el esfuerzo se torna ínfimo.
En la Educación Superior el retroceso también es manifiesto. Mientras en países desarrollados las carreras profesionales son largas, los títulos de posgrado son largos y difíciles de obtener, en el Ecuador los períodos de estudios se acortan cada vez más hasta llegar a un nivel preocupante. Hoy en el Ecuador la novedad es que la mayoría de carreras universitarias duran ocho semestres de dieciséis semanas y las maestrías duran un año. En Estados Unidos, por ejemplo, para ser abogado se requieren siete años de estudio después de la educación secundaria; en el Ecuador, cuatro. Asimismo, en Estados Unidos, para ser cirujano de corazón se requieren 16 años de estudio después de la educación secundaria. En el Ecuador, apenas diez. ¡Ya basta de facilitar el camino a la perpetuación del subdesarrollo! (O)