Una mayoría ciudadana, en la elección presidencial dio un giro drástico y audaz hacia alguien nuevo y prácticamente desconocido, lo que nos lleva a pensar que en la sociedad se produjo una transformación de fondo o de forma. La elección del 20 de Agosto, parecería expresar un cambio subterráneo en el sistema de valoraciones y expectativas de la mayoría, hecho que nos aproxima a la afirmación de que la de hoy parece una sociedad más consciente de los problemas que atraviesan a Ecuador.
Con los votos obtenidos en urnas, Daniel Noboa, el 23 de noviembre pateó el tablero político al neutralizar a algunas vacas sagradas de la sociedad, fundamentando sus propuestas no solo en las necesidades impuestas por la crisis, sino en convicciones sobre los roles y el funcionamiento de los agentes económicos.
O es un hilo conductor o simples coincidencias del comportamiento social-electoral, cuando por el presidente Noboa Azin y el presidente electo, el argentino Javier Milei, votaron millones de jóvenes de sectores pobres, qué a decir de politólogos y especialistas, comienzan a descubrir allí los síntomas de otro cambio profundo: familias que llevan años viviendo de planes sociales sufren los estragos de haber perdido la cultura del esfuerzo. Es de conocimiento universal que el trabajo es el ordenador de la vida individual, familiar y social y cuando éste desaparece- de forma definitiva- se desbarata todo: se potencian las adicciones, la violencia intrafamiliar, los esquemas forzados de convivencia, alteraciones de la rutina y hasta los vínculos comunitarios.
Muchos jóvenes que llevan años como víctimas de ese círculo vicioso, tratan de tomar distancia y huir de esa realidad. Noboa es joven y un referente del éxito. Son actores de una nueva rebeldía juvenil que empieza a ver en el asistencialismo y la vigilancia de organizaciones sociales algo que produce rechazo.
El problema es que toda nuestra sociedad está atrapada en una telaraña de subsidios, privilegios y distorsiones que crearon una economía inviable pero también un molde cultural como un derecho adquirido que funciona de manera tácita. Distinguir entre privilegios y derechos, tal vez sea el mayor y el más complejo desafío en esta nueva etapa. Perder hoy un subsidio para mañana ganar más, es una ecuación qué para ser sustentable, exige una inteligente y creativa didáctica gubernamental.
La clave en el corto plazo consiste en construir gobernabilidad: sin apoyos, contingentes o perdurables, sus iniciativas de leyes se desvanecerán. ¿Cuenta el mandatario con un equipo político hábil, sutil y eficaz como para desplegar los esfuerzos que implica construir consensos y apoyos efectivos que le permitan avanzar con reformas tan profundas como las que pretende y ha prometido?
Hay cierta inquietud y riesgo de que el presidente pueda caer en visiones voluntaristas, tecnocráticas y algo ingenuas y cometa errores similares a los que en su momento complicaron la gestión de su predecesor. Al parecer, al presidente, no le costó armar un equipo de gobierno con la versatilidad, destreza y el conocimiento teórico y práctico necesarios para ayudarlo a lograr sus objetivos autoimpuestos.
¿Existen indicadores que permiten monitorear y medir la capacidad de la nueva administración de asegurar la gobernabilidad?
En nuestro país, ‘’gobernabilidad’’ tiene una connotación adicional: capacidad de controlar la calle. Ya se escuchan voces de ciertos movimientos que declaran la importancia de que fracase el gobierno que acaba de asumir, anuncian movilizaciones ,etc. La actitud de la nueva administración respecto al manejo de los conflictos sociales será determinante.
Desafío para la generación que nos gobierna, el romper la percepción que hoy ve al Estado actual, como una máscara que encubre un deterioro inmenso en todas las prestaciones públicas, que sufre un calvario cuando recurre al sistema de salud, donde hasta conseguir un turno médico es una odisea. Vive con miedo a que le roben el celular, le arrebaten la mochila o se metan en su casa mientras sus hijos duermen. Es una sociedad que empieza a conectar, aunque sea de manera opaca, ese deterioro que rodea con el relato hueco de la política.