En estos tiempos de altísima incertidumbre, los ecuatorianos nos encontramos en busca de una verdad que podamos defender y expresar. La semana pasada, en Quito, por ejemplo, y en medio del toque de queda producto de la convulsión social, hicimos sonar nuestras cacerolas por distintas visiones, como la paz y en contra de la violencia desatada durante las protestas, entre otras posturas.
Al ser distintas nuestras posiciones, discutimos sobre quién tiene la razón. Nos olvidamos así que no hay una verdad absoluta, sino más bien varias visiones de nuestra realidad que se forman, fruto de lo que sentimos y pensamos. A la verdad, entonces, como mencionó alguna vez Blaise Pascal, se llega no solo por la razón, sino también por el corazón.
Con verdades distintas, solo podemos avanzar buscando consensos; no imponiendo criterios. En momentos de incertidumbre, es tiempo de juntarnos todos quienes buscamos el progreso y llegar a acuerdos. También es cuando debemos rechazar a quienes buscan el caos social o su beneficio personal, por sobre la república.
En estos días posconflicto, quienes buscamos el progreso también debemos unirnos para exigir que los políticos en el poder y los representantes de los pueblos y nacionalidades indígenas se sienten en la mesa de diálogo para hablar de lo que a todos nos importa, sacar nuestra patria adelante, en lugar de imponer sus verdades, o buscar beneficios personales.
Las dos partes aún tienen una responsabilidad histórica con todos quienes somos parte de nuestro Ecuador plural. Mientras tanto, la lección aprendida es que, en una sociedad plurinacional y multiétnica, las nociones del crecimiento deben ser diversas para permitir un desarrollo sostenible y equitativo.
Ojalá podamos dar el primer paso a ese desarrollo diverso. A pesar de todo, el orden democrático se mantuvo y existe la oportunidad para los pueblos y nacionalidades indígenas de construir un nuevo decreto, que ayude a saldar la deuda del Estado ecuatoriano frente a grupos que han sido excluidos históricamente. (O)