Publicidad

Ecuador, 27 de Noviembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Juan Francisco Román

Abogansters

14 de septiembre de 2021

La carrera del derecho es apasionante por donde se lo vea. Las definiciones de justicia, derecho, procesos, Estado, Constitución, son en efecto palabras que vamos leyendo y analizándolas a lo largo de la carrera. Cada definición en las aulas, cada nueva materia, abre un mundo de posibilidades, cambios, estructuras con las cuales, los eternos estudiantes, formamos criterio.

En esta intrépida y dificultosa carrera las lecturas antiquísimas se van plasmando de a poco con las realidades actuales. El contrato de compraventa, las empresas, los delitos, los tipos de procesos, las materias, civil, laboral, penal, administrativo, van teniendo más sentido en las aulas y, cuando salimos a trabajar como pasantes, estas ideas, estos libros, estas estructuras se van plasmando en demandas, solicitudes, denuncias. El sentido lógico de plasmarlas comienza a tornarse en un arte.

Es entonces cuando un joven estudiante va descubriendo la belleza del litigio, plasmando y aprendiendo de a poco como redactar un contrato y entendiendo, en la profundidad de las necesidades de la gente que requiere los servicios legales, como hacerlo y cual es la mejor manera de hacerlo, en beneficio único de los derechos de su cliente.

Pero ¿Cuándo nos transformamos en gangsters? Bueno, el mundo es cruel, despiadado, así como asomamos como grandes héroes de la causa justa, también aparecen los defensores de lo oscuro. Lo que yo llamo, los abogansters.

Entender la justicia desde una orilla de dar a cada quién lo que se merece, es en efecto una definición tan amplia que, para algunos profesionales del derecho, justicia es sinónimo de secuestrar a la razón y la ley para retorcerla de tal forma que sea otorgada para su cliente, aún sin tenerla. Cada vez más tenebroso.

En las aulas, cuando uno tiene la oportunidad de ver a los chicos sentados aprendiendo, va “olfateando” quienes están ahí por la razón correcta y los que no. Recuerdo en mis tiempos de estudiante que algunos compañeros decían “mi motivación es el dinero, el poder” y a la final, estos compañeros terminaron ahí, en el banquillo de las causas ocultas, los personajes siniestros. Hasta el más temible asesino tiene derecho a una defensa técnica, y no podría estar más de acuerdo. Cosa distinta es que un abogado, conociendo la ley, pícaramente, retarde, lesione, distorsione, corrompa y, con ayuda de operadores de justicia, la rompan.

Siempre he visto a la ley como una línea perfecta de un entrelazado de verdades y reglas, una fórmula matemática irrompible que lleva siempre a la verdad. Hay reglas para interpretar, reglas para alegar, reglas para proceder. El mundo de la ley comienza en la Asamblea Nacional y en la política, las leyes son el candado que evita la distorsión y la falta de certeza.

¿Cuándo nos dañamos? Me pregunto ¿Cuándo nos pudo más la ambición que el juramento a respetar el invento más grande de la civilización? La respuesta es más profunda, más analítica, más oscura. En la academia se crean ángeles y demonios, y a veces, el demonio es más fuerte.

He presenciado con horror como abogados corrompen, sin temblarles la lengua, a la justicia, les dejó de importar la ética, la justicia, en esta carrera ya no hay honor. Respetaré y defenderé con todas mis fuerzas a quién defienda al más miserable ladrón, si lo hace con conocimiento, respetando al debido proceso, a la Constitución y haciendo valer los derechos otorgados a sus defendidos. Sí, estos personajes también existen, pero lamentablemente son pocos.

Podría decir que el derecho pasa por un momento bajo en el Ecuador, tenemos una camada de abogados inescrupulosos que son ayudados por los tentáculos de un gigante llamado corrupción. No, esos no son abogados, son corruptos con título de abogado y eso no es lo mismo.

Nuestra esperanza, como siempre, serán las nuevas generaciones que entran a la academia. El pensum debe cambiar, volverse rígido, mucho más rígido y meter en esas mentes frescas y ansiosas por conocer la práctica del derecho, no solo como ejercerlo, sino, como ejercerlo de manera pulcra y transparente.

Los abogados no somos los más importantes, pero si somos custodios de algo muy importante, algo llamado justicia. Este país se desangra y tiene sed de justicia y estamos privados de ella, porque los operadores de justicia y, los abogados, han permitido esta sequía.

Es esencial cambiar esta realidad, no aceptaré dejar una sociedad ecuatoriana sin, aunque sea luchar un poco más, mucho más, para cambiar esta realidad ¿Me acompañan?

Alegar sin retardar, demandar con causa justa y teniendo derecho legítimo para hacerlo, litigar con honor, asesorar para evitar, mediar para acordar, estudiar para cambiar, rechazar las monedas de oro para proteger el fin único de ser abogado, la justicia.

“Leyes hay, lo que falta es justicia” – Ernesto Mallo.

Contenido externo patrocinado