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El festival se efectuó del 19 al 21 de junio en el antiguo hospital Eugenio Espejo

“Dentro de uno, hay cosas que duelen más que hacerse un tatuaje” (Galería)

“Si estás desprevenido, el pinchazo de un alfiler puede ser el peor de los dolores”, cuenta Albert Zambrano. Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
“Si estás desprevenido, el pinchazo de un alfiler puede ser el peor de los dolores”, cuenta Albert Zambrano. Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
22 de junio de 2015 - 00:00 - Redacción Ciudadanía

El colorido diseño de los tatuajes resaltaba sobre la vestimenta de quienes asistieron al Tatoo Urban Fest-Quito 2015. Este evento se efectuó desde el viernes 19 de junio hasta ayer domingo, en el Centro de Convenciones Eugenio Espejo.

Se estima que acudieron cientos de visitantes al día. Sobre los pasillos del antiguo hospital, la ropa hacía juego con las figuras grabadas de forma permanente en la piel.

El tatuaje es el vestido de lo trascendental. Una muestra es la experiencia de Renata Aulestia, de 21 años, quien la mañana del viernes pasado fue a tatuarse una matrioska en el antebrazo. La muñeca rusa, conocida porque en su interior contiene réplicas menores, sin el misterio de las máscaras, lleva la inscripción “made in Ecuador” en su base.

Como un rompecabezas que da cuenta del trabajo en equipo, esta convención de tatuadores partió de la iniciativa de Arteria Family Tatoo y el Centro cultural independiente Akelarte además del trabajo cooperativo de músicos, grafiteros, ciclistas BMX, artesanos y cosplayers (esos intérpretes estéticos de un puñado de héroes del cómic, anime, manga y hasta de los videojuegos).

Sobre si existe un elemento que aglutine las prácticas del Tatoo Fest, Christian Brito, uno de los organizadores del evento, está convencido de que la amistad relacionada a lo que llama “el arte del tatuaje” hizo posible la convocatoria a grupos musicales como Janis Blues Band, Rock’s Soul, Scarlathia, Amigos de los Ajeno o Jaime Guevara & Band.

Una suerte de trueque artístico fue la forma de retribuir cada show: “Arte a cambio de arte”, sintetiza Brito, quien les ofreció hacerles un tatuaje a algunos músicos para que subieran al escenario durante la jornada del festival.

Cuando le preguntaban “cuánto hay”, Brito les mostraba su aguja de tatuador, una que, junto a una decena de sus similares, irrumpió con su sonido el ambiente del antiguo hospital Eugenio Espejo. “Mi moneda de cambio son los tatuajes”, sentenció Christian.

Lo países participantes esta vez fueron Francia, México, Colombia, Perú, Argentina y Ecuador. Dorian Moreno viajó 24 horas en bus, desde Pereira a Quito, para tatuar. En la ciudad colombiana de la que proviene regenta el estudio Black Indian Tatoo y su cercanía a Brito se inició hace varios años, cuando el par de tatuadores se conoció en Madrid. Quienes usan la piel como lienzo suelen viajar por el mundo con la facilidad de un cartógrafo.

Israel Miranda llegó de una ciudad mucho más grande y lejana, el Distrito Federal mexicano. En el estand de Décimo Arte, el tatuador, quien tiene 25 años de experiencia, contó que le había llamado la atención la sorpresa, el “desconcierto” que suelen provocar las personas tatuadas entre los transeúntes quiteños, algo inusual en el D.F.

La filigranista Ismar Márquez es una venezolana que, desde su estand, apenas volteaba a ver al artesano del alambre Albert Zambrano suspendido de un par de ganchos que Damián ‘El Carnicero’ le clavó en la espalda. “Hay cosas que tienes dentro que duelen más”, dijo Zambrano luego de que Damián bajó la cuerda de la que pendía.

¿Por qué tatuarse? El escritor Javier Vázconez trata de responder esto en su obra “La piel del miedo”, al indicar que los tatuajes son una forma de elegir una piel propia. (I)

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