Parodia del cine de detectives
La mexicana El complot mongol (2019) de Sebastián del Amo es una parodia del cine de detectives y espías. Su trama tiene que ver con una conspiración extranjera para matar a un presidente norteamericano que visita México, lo cual implica un juego de personajes que van desde la alta y corrupta política, pasando por las agencias de espionaje, hasta un detective que se toma su misión en serio.
El guion es simple y caricaturesco, la ambientación minimalista, donde importa el detalle de las luces, de los claroscuros, de un decorado a veces decadente y otras que lleva a la confusión. Así, El complot mongol es una suma de elementos del típico cine negro, ese que, siendo policial o de detectives, lo que importa es el desarrollo psicológico, para mostrar el lado oscuro de la naturaleza humana. Sin embargo, la película falla en su tratamiento: aunque recoge los ingredientes del género en el que se inscribe, todo se vuelve una caricatura. ¿Esa era la intención de su director? De pronto desfilan en la trama: Eugenio Derbez o Chabelo (Xavier López), que contrastan con Damián Alcázar. Mientras desentonan el sentido del detective venido a menos, contratado para concretar lo que la policía y la política no quieren hacer manifiestamente, la caricatura de aquellos resulta forzada y hasta poco creíble. O, al contrario, pareciera que dichos comediantes quisieran desdibujar del límite ético y moral que puede tener el detective ante la tarea que le toca hacer: descubrir el enmarañado tejido de intereses y corruptela prevaleciente.
El complot mongol parte de la novela homónima, al parecer emblemática de la literatura de detectives mexicana, escrita por Rafael Bernal. Como toda obra literaria, es claro que los niveles de significación pueden variar. Si nos centramos en la película, ya no importa la novela, sino lo que el director hace de ella: un producto de entretenimiento. Esto quiere decir que la película, pese a su autonomía de la obra literaria, esquematiza y parodia. Pero su motivación no es homenajear ni a la obra literaria de origen, ni el género, incluido el cine: cuando la vemos, sentimos que la caricatura también es teatral, poco convincente, acartonada. La impresión final es que una película de género negro o de detectives que pudo ser sugerente, termina siendo un medio que no se compadece con su espectador. (O)