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“Pienso en los directores como en el chef de un restaurante”

Jeremy Irons estuvo en España, donde se estrenó mundialmente su última película.
Jeremy Irons estuvo en España, donde se estrenó mundialmente su última película.
19 de abril de 2014 - 00:00

Pocos disfraces le hacen falta a Jeremy Irons (Reino Unido, 1948) para poder interpretar a un profesor ensimismado. Habla despacio y reflexiona profundamente antes de responder.
Parece el actor idóneo para dar vida a Raimund Gregorius, el protagonista de ‘Tren de noche a Lisboa’, basada en un libro de Pascal Mercier y dirigida por Bille August. La cinta, que ayer se estrenó a nivel mundial, cuenta cómo ese profesor cambia repentinamente de vida y se marcha a Portugal dejándose seducir por las páginas de un diario.
Irons visitó España la semana pasada para promocionar la película, y ABC charló con él de su gran pasión: el negocio del cine.

¿Por qué escogió interpretar a Gregorius?

¡Escoger un papel depende de muchas cosas! Pero sobre todo es un sentimiento instintivo. A veces es la parte negocio que tiene este trabajo la que te dicta que debes hacer ciertas cosas. Por ejemplo, estoy a punto de hacer una película independiente inglesa. ¡Y no lo había hecho desde hace mucho! Casi nunca trabajo en Inglaterra. Por eso pensé que sería interesante volver a ese mercado. Esa es la parte «negocio».

¿Y dónde queda el arte?

-Artísticamente... para elegir un personaje tienes que estar interesado en la historia o en el director. Debes tener la esperanza de que vas a trabajar a gusto con él. Es verdad que a veces corres el riesgo de trabajar con un director novel. Y unas veces merece la pena y otras veces no. Pero sin riesgo, el éxito nunca es una sorpresa. ¡Se trata de un apetito! Quiero hacer una obra de teatro el año que viene, por ejemplo. Porque mi apetito me dice que la haga.

¿Hacen los actores ciertas películas para pagar la hipoteca...?

-Sí, es cierto. Por un lado los actores tenemos que pagar las facturas, y por el otro tenemos la suerte de hacer cosas que lo compensen. La mayoría de las veces, el trabajo poco interesante es el que permite pagar esas facturas, pero también es el que permite sufragar el trabajo interesante, que es el que no las paga.

¿Cómo se relaciona con sus directores?

Los directores tienen muchas maneras de observarte. Cuando estás interpretando una escena no eres consciente de su presencia. Estén lejos o cerca de ti, no los ves. Creo que prefiero a los directores que no se sientan detrás del monitor y que observan la escena. Pero el director no es lo importante cuando se interpreta, lo importante es que la escena funcione.

Pero servirán para algo...

Los directores tienen métodos diferentes. A veces pienso en ellos como en el chef de un restaurante. Eligen los ingredientes que creen que van a combinar bien, los juntan, les dan calor si hace falta, los remueven si es necesario... Y como actor soy solo uno de esos ingredientes. Me encanta trabajar muy cerca de ellos. Me gusta asegurarme de que entienden cuál es mi aportación, y de que lo que yo aporto sea lo que ellos quieren. Es una relación extraña. Hacer una película no se aleja mucho de hacer vino: nunca sabes cómo va a salir, pero todo el mundo pone lo mejor de sí mismo para que resulte bien. Es un esfuerzo colectivo. La actuación que al final llega a la pantalla es responsabilidad de mucha gente, no solo del actor.

¿Cómo se lleva con el 3D y con los efectos digitales?

El cine siempre se ha movido por fiebres, y el 3D no es más que una fiebre. Una que personalmente no me gusta mucho. Sé que anima a cierto público a ir al cine, que es una manera muy útil de recuperar el dinero. Pero yo puedo oler los efectos digitales. Creo que hay que ser muy cauto con la cantidad de efectos que se utilizan. ¡Lo mismo que el 3D! Hay muy pocas películas que realmente lo necesiten. En una película como Gravity, funciona; en una película como «Avatar», funciona; ¡pero muchas otras películas no lo necesitan!

¿Cómo hacemos entonces que el público vuelva a las salas?

Si la audiencia no se cree la historia, no entrará en la película. Las historias que funcionan son aquellas en las que pasan cosas entre los personajes. Eso es lo que cautiva al público. Nuestros sentidos, como animales que somos, están sintonizados con ciertas relaciones humanas, las relaciones entre las personas. No con los efectos digitales. Estos los podemos admirar... pero y si no nos conmueven. Lo que yo quiero hacer como actor es conmover a la audiencia. Establecer una comunicación real. Y las verdaderas historias lo hacen.

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