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J.R.R. Tolkien decía que él mismo era un ‘hobbit’

J.R.R. Tolkien decía que él mismo era un ‘hobbit’
05 de enero de 2014 - 00:00

Entender la vida de J.R.R. Tolkien puede ser tan complejo como sus obras, entre ellas ‘El Silmarillion’, que su hijo Christopher publicó en 1977 cuando su autor llevaba cuatro años de fallecido.

Y lo de complejo va por la capacidad que Tolkien tenía para crear universos con sus respectivas lenguas, tan habituales en su célebre saga de ‘El Señor de los Anillos’, escrita entre 1937 y 1949,’ y su antecesora novela ‘El Hobbit’, que en su versión fílmica se ha convertido en una trilogía iniciada en 2012 y que este año terminará. De hecho, la segunda parte está actualmente en las carteleras ecuatorianas.

Todas esas historias se desarrollan en la Tercera Edad del Sol de la Tierra Media, un lugar ficticio poblado por hombres y otras razas antropomorfas como los hobbits, los elfos o los enanos, así como por muchas otras criaturas reales y fantásticas.

Nacido en Bloemfontein, actual territorio sudafricano, con el nombre de John Ronald Reuel Tolkien, el autor hubiese cumplido 122 años el pasado viernes. Los seguidores de su obra lo recordaron alzando una copa a las nueve de la noche de cada país con la frase: “por el profesor”, según convocatoria de la www.tolkiensociety.org (portal mundial que agrupa a fans de distintas generaciones).

Aquello de la hora del brindis es porque los biógrafos sostienen que nació la noche del domingo 3 de enero de 1892 y fue bautizado el día 31 de ese mes.

Antes de analizar sus influencias, vale hurgar en sus antepasados paternos. Los Tolkien, según los historiadores -a través de los sobrevivientes de la familia- afirman que fueron artesanos y surgieron de Alemania. De hecho, el apellido es una adaptación anglosajona de ‘tollkühn’ (que en idioma germánico significa “temerario”).

Tolkien quedó huérfano a los 16 años. Primero falleció su padre Arthur en 1896 y luego su madre Mabel en 1908. Pero ocho antes del deceso de ella, cambió su creencia anglicana a la católica, que influyó a su hijo en parte de la esencia de su obra, aunque él mismo lo negaba e incluso cuestionaba a C.S. Lewis, quien pasó del ateísmo al cristianismo y que fue uno de sus mejores amigos. Según Tolkien, Lewis hacía alegoría de su fe cristiana en su obra (la saga de ‘Las crónicas de Narnia’).

Al también filólogo nacido en Sudáfrica, pero que se sentía más inglés que cualquier otro, no le interesaba que sus lectores conocieran más su vida que sus textos para entenderlos porque creía que eso podría distraerlos. Muy opuesto a lo que pensaba, para los analistas actuales es necesario entender su biografía para comprender su obra.

Y precisamente ese perfil lingüístico, de filólogo, forma parte de la esencia de sus libros. A los 8 años de edad ya se sentía atraído por el latín que hablaba su madre cuando se convirtió en católica o la invención de idiomas, que años después formaron parte de la jerga de sus personajes y eso a la vez estaba ligado al mito.

Tolkien fusionaba su carácter lingüístico con el mitológico, aparte de que se acogió a una promesa hecha por uno de sus amigos durante la Primera Guerra Mundial. Se trató de Geoffrey Smith, quien también era miembro de la T.C.B.S. (Tea Club and Barrovian Society, en español: Club del Té y Sociedad Barroviana) donde se reunían para conversar sobre poesía y soñar en grande.

Precisamente Smith había escrito una carta a Tolkien poco antes de morir durante el combate en 1916. Allí Smith le pedía que difundiera sus sueños.
“...divulga las cosas que yo intento decir cuando yo no esté para hacerlo...”, decía la misiva de Smith, quien integraba el grupo creado en 1911 con Rob Gilson y Christopher Wiseman, todos fallecidos en el conflicto bélico.

Para Tolkien la Primera Guerra Mundial fue decisiva para su obra. Desde entonces su mitología empezó a cobrar más fuerza. ‘La caída de Gondolin’ la empezó a escribir en 1916 mientras convalecía en el hospital tras combatir, aseguró en una carta de 1955.

Treinta años antes de esa misiva, en 1925, Tolkien, quien se autodescribió como un verdadero ‘hobbit’, conoció a C.S. Lewis con quien formó una nueva sociedad literaria: los Inklings.

Aquello de su semejanza con los ‘hobbits’ lo dijo en otra carta, pero de 1958. “Soy uno de ellos. Me gustan los jardines, los árboles, las granjas no mecanizadas. Me agrada la buena comida y en abundancia, sencilla. Fumo en pipa. Tengo un sentido del humor muy simple. Me acuesto y levanto tarde, tampoco viajo mucho”, se autodefinía. Y en cuanto a su vida sedentaria se asemeja a la historia de Bilbo Bolsón (Baggins en la versión original), quien se niega a viajar -tal como narra la novela de Tolkien y la película ‘El Hobbit: un viaje inesperado’, la primera de tres que el neozelandés Peter Jackson tiene previstas hasta este año.

Jackson es el transmisor fílmico más exitoso de la obra literaria de Tolkien con su trilogía: ‘El Señor de los Anillos: la Comunidad del Anillo’ (2001), ‘El Señor de los Anillos: las dos torres’ (2002) y ‘El Señor de los Anillos: el retorno del Rey’ (2003).

Esta última cinta está dentro del ‘top ten’ de las mejores de la historia. Además es una de las más taquilleras con 1.119 millones de dólares, y por si fuera poco se llevó los once premios Oscar a los que aspiraba en la 76ª edición con lo que igualó la marca antes impuesta por ‘Ben-Hur’ (1959) y ‘Titanic’ (1997).

Antes de Jackson hubo adaptaciones animadas como las de Rankin/Bass (famosos por sus personajes navideños en ‘stop motion’). La primera versión fue ‘El Hobbit, en 1977 y  tres años después ‘El retorno del rey’.

Aunque Tolkien falleció el 2 de septiembre de 1973, a los 81 años (21 meses después que su esposa Edith), su legado cada vez toma más fuerza a través del cine, a través de sus sueños con su T.C.B.S. y los Inklings, las guerras que vivió y lo impulsaron a crear un universo donde el bien finalmente sea combatido.

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