Desde que se aprobó la Ley Orgánica de Comunicación los canales de televisión se han esmerado en reforzar su parrilla con producciones nacionales y “originales”. Es cierto que el reality Combate ya inició el lunes su cuarta temporada, pero su posicionamiento en el prime time de la televisión ecuatoriana lo convierte en la joya de la corona de la producción en RTS, que resulta ser también el canal de televisión más antiguo del país. Eso ha sucedido con el programa que ya se siente antiguo en apenas tres años -celebrados con bombos y platillos en una emisión especial- al aire. Lo que alguna vez se consideró su fortaleza, el sonido y la musicalización, hoy son una debilidad fuerte ya que solo sirven para generar risas enlatadas, o peor aún, entre presentadores y participantes del reality interrumpiendo constantemente el hilo de un programa que se extiende por más de dos horas. Es cierto el elenco de participantes se ha renovado de manera que solo quedaron en competencia unos tres participantes de la segunda temporada en la tercera, dos en el equipo naranja y altamente reconocibles para el público, mientras que en el equipo azul ha revivido como participante una de las integrantes del equipo amarillo, luego naranja, de la primera temporada, quien fuera la reportera del tras cámaras en la segunda temporada del reality.

La adición del personaje Wevo man, tal vez así se escribe ya que lleva una w en el pecho de su traje negro, recordó al temible Chacal de Sábado Gigante, pero sin ninguno de sus divertidos efectos. La química entre los presentadores es buena, pero considerando que Doménica Saporiti lleva desde el inicio en la conducción de Combate, a su actual compañero de fórmula Jorge Heredia le falta mucho camino por recorrer. Recordar que Heredia siempre retó al original presentador de Combate, Carlos José Matamoros, diciendo que él algún día sería el animador del programa, lo que es en cierto grado verdad ya que en algo anima la decaída fórmula del rey del prime time ecuatoriano. Sin embargo, el bailoteo incoherente de presentadores y participantes, obviamente para quemar tiempo provocan cambiarle al canal.

La adición del personaje La Voz no es del todo incongruente, sí una repetición de formatos de antiguos programas concurso como Guayaquil Caliente, La Puntería y A Todo Dar. Combate ya no tiene identidad, no se sabe si es la sopa del día o el caldo de pollo de ayer. Energía hay de sobra, falta encauzar esa energía para darle un hilo conductor a las más de dos horas de programa. Abruma que casi todos los comerciales en el tiempo que dura Combate sean sobre productos de cuidado estético de la piel o de medicamentos que se venden por el mostrador sin receta médica.

El resto del programa es una serie de ejercicios de gimnasia mal coreografiada con espacios en que se permite a los participantes de los equipos naranja y azul verbalizar sus descontentos con el desarrollo de ciertos concursos o juegos, además de permitirle a la producción hacer las veces de gran juez o árbitro de disputas infantiles. Lo que pasó en las grandes finales de la tercera temporada de las que resultó campeón el equipo naranja y el combatiente más votado por el público, refrendado para la cuarta temporada, ‘El Pollito’ Bryan. Saporiti se ríe sin parar y Heredia baila y hace comentarios jocosos sobre los participantes de cada equipo.

No hay violaciones, en Combate, a lo que la Ley Orgánica de Comunicación estipula. Aunque sí preocupa ver cómo los atuendos de las participantes femeninas parecen encogerse cada vez más a lo largo de las temporadas del reality ecuatoriano, especialmente en las promos de la última gran final. Si en sus orígenes fue copia descarada del producto televisivo chileno Calle 7 ya no importa, sí preocupa los picos de rating que genera ofreciendo más de lo mismo, de lo que se ha visto en la televisión ecuatoriana desde Zamba Canuta.