En cuestión de seis años Beach House se ha caracterizado por su habilidad de saber hacer fluir bien las cosas y además transmitirlo a los fans de la forma más pura y transparente posible.

Y con el álbum ‘Bloom’ lo consigue este dúo de Baltimore, formado por los inseparables Victoria Legrand y Alex Scally para distinguirse de intérpretes de dream pop, ese derivado del rock alternative e indie.

Con este nuevo disco, han conseguido constatar la envidiable trayectoria ascendente que inició el grupo desde que presentó su primer álbum en el año 2006.

Para muchos es difícil definir un sonido tan etéreo y evocador como el que se consigue en ‘Bloom’, que fue publicado el 15 de mayo y debutó en el séptimo puesto del Top 200 de la revista Billboard con la venta de 41 mil copias solo en la primera semana. Algunos consideran que es oscuro, para otros es optimista y lleno de luz y probablemente ambos criterios tengan sentido.

Si existiera un lenguaje a través del cual escribir los sueños, sería algo como lo que te puedes encontrar en este disco. Sus piezas encajan delicada y elegantemente como un rompecabezas que configura un gran cosmos y sus melodías parecen levitar por sí solas en un mundo paralelo, bien entalladas, eso sí, por la dulce voz de Victoria. Porque ‘Bloom’ es frágil, pero nunca pierde sustancia.

Durante los 60 minutos y 28 segundos que dura todo el disco, ningún instrumento despunta sobre otro, al igual que ninguna canción sobresale sobre otra.

Todo armonía, parece que sus notas van juntas de la mano para alcanzar parajes de ensueño -como por ejemplo, una pequeña casita en la playa- donde se respire esa efímera felicidad que proviene de no tener preocupaciones en mente y estar a gusto con el mundo.

‘Myth’, que apareció el 6 de marzo pasado, es un tema perfecto para comenzar, donde guitarra y teclado, en conjunto con la voz de Victoria, recrean la ambientación envolvente y encantadora que nos propone el grupo.

‘Wild’, posiblemente uno de los mejores cortes del disco -aunque pasa inadvertido a las primeras pasadas- logra un estado de profunda solemnidad.

‘Lazuli’ comienza con ese sintetizador que nos recuerda a la época de los 8 ‘bits’ y es posiblemente una de las melodías que más agradables pueden sonar desde la primera escucha. Algo parecido pasa con ‘Other People’ y su pegadizo estribillo.

Cierra esta primera mitad del disco ‘The Hours’, con unos matices más que curiosos y un interesante ‘riff’ de guitarra acompañado siempre por ese toque electrónico, protagonista en la mayoría de los temas.

Para la segunda parte parece más bien la vuelta al estado inicial, un camino hacia atrás siguiendo tus propios pasos marcados en la arena. De notas más solemnes y sostenidas, ‘New Year’ da buena cuenta de esto, configurándose como una bella y eso sí complicada melodía que mira más hacia dentro que hacia fuera.

La delicada ‘Wishes’ sigue esta misma estela y deja apreciar más que nunca la voz de Victoria, que demuestra que no es necesario más que un buen manejo de las cuerdas vocales para componer sencillas pero a la vez prodigiosas melodías.

Se entonan notas más graves en ‘On The Sea’ que avecinan que se acerca el final, metiendo por primera vez arreglos de piano; especial atención a los últimos minutos de esta canción que son intensamente disfrutables. Hay un pop melancólico un hasta luego, un adiós desde un barco que no se sabe cuándo volverá y que se permite la licencia de ser la canción más larga del disco.

Beach House ofrece un pop brillante. Otra distinción es que a sus integrantes les da igual ser famosos o que sus canciones suenen en la radio.

De hecho, no les quita el sueño llenar o no estadios. Tan solo quieren que la gente se emocione con sus melodías, que sus fans hallen en ellas un escape, un viaje hacia otro lugar. La portada -que como curiosidad, está hecha con la cámara de un móvil- es tan ambigua como lo que se puede encontrar al escucharlo.