Arregui: “La Iglesia no proscribe, ni excluye”

Luego de que el papa Francisco enviara las 38 preguntas a los obispos del mundo, monseñor Antonio Arregui, quien preside la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, señala que en el país se recopilan las experiencias de las 25 diócesis de Ecuador.

Hasta ahora el procedimiento, explica Arregui, se ha concentrado en las reuniones vicariales. Por ejemplo en Guayaquil, cada una de las cinco vicarías elaborarán un documento que enviarán a la Diócesis. Este a su vez sintetizará las respuestas para remitirlas a la Conferencia Episcopal antes del 15 de enero de este año. El ente recibirá los aportes y los enviará a la Santa Sede para el Sínodo de Obispos, que se realizará en octubre de este año.

Una de las preguntas se refiere a los casos en que bautizados no practicantes o quienes se declaran no creyentes desean casarse ¿cómo actúa la Iglesia ante ello?
El matrimonio entre personas creyentes y no creyentes o entre personas que son cristianas, pero pertenecen a distintas iglesias, es muy antiguo. Normalmente lo que hay que tener presente en esos casos es la primacía del derecho de cada persona a casarse, a tener la familia con aquella persona que considera merece su amor para toda la vida y lo que se busca es prepararla de tal forma que no ponga en riesgo su fe.

¿De qué manera la anulación del vínculo matrimonial podría ofrecer solución a las parejas?
No solo es una solución sino que es una necesidad. Cuando un matrimonio ha sido nulo no se puede vivir atado a algo que no tuvo una consistencia real, entonces es un derecho que tienen los que creyeron que se casaron, pero por alguna falla sustancial no lo hicieron.

¿Qué se requiere para la anulación del matrimonio?
Hace falta un proceso, un juicio. No siempre las diócesis tienen el personal necesario y no siempre la otra parte colabora para saber si es verdad y la solución puede volverse un poco difícil, pero ciertamente los primeros interesados en que todo esté claro son los propios casados. Hay que conocer si el matrimonio fue una apariencia por razones de violencia, psicológicas o de parentesco.

¿Cuántos casos se han presentado?
El tribunal de Guayaquil despachó en 2013 aproximadamente 500 causas de matrimonio que alegaban que fue nulo y en un buen número resultó que sí había razón. La Ley Canónica dice que lo ideal es que el proceso culmine en un año y medio. Luego se declara que nunca se casó y pueden volverse a casar.

Una de las temáticas que llamó la atención fue sobre las uniones del mismo sexo ¿Qué postura maneja la Iglesia actualmente?
La idea fundamental es que la Iglesia no proscribe, no excluye a nadie de su atención maternal.

Pero evidentemente lo que no está bien, no está bien nunca. Una unión entre personas del mismo sexo no es algo que responde a la naturaleza de la personalidad humana entre varón y mujer. La Iglesia nunca dirá que es una maravilla, pero sí que los que se encuentren en ese estado tienen siempre la apertura para hablar de su situación.

¿Han tomado en cuenta la propuesta de reunirse con la comunidad GLBTI?
Hay un movimiento apostólico que se llama ‘Koresh’, viene de Estados Unidos y tiende la mano a las personas de tendencia homosexual para que se las incluya en la vida de la Iglesia. Los grupos GLBTI suelen ser muy fanáticos, agresivos y susceptibles, por eso no es fácil encontrarse con ellos.

En el caso de uniones de personas del mismo sexo que hayan adoptado niños, ¿cómo se comportaría la Iglesia?
Es todo hipotético, habría que ver en qué condiciones se produce el fenómeno y en qué condiciones se podría hacer.

¿Con qué actitud los padres se dirigen a la Iglesia a solicitar los sacramentos?
En Guayaquil suele haber un cierto número de adultos, de hasta 40 años, que se bautizan anualmente y se produce como un hecho que no es tan excepcional, aunque tampoco se convierte en una cosa normal.

El cuestionario también pregunta ¿cómo promover una mentalidad mayormente abierta hacia la natalidad...?
Ha cambiado la percepción y hoy se aprecia que el principal recurso es el humano, ya que los países crecen y se desarrollan según sus habitantes. Eliminar una vida (aborto) resulta imposible cuando se la mira delante de Dios y desde un sentido de humanidad.