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El 40% de los abusos sexuales ocurre en el transporte público

El 40% de los abusos sexuales ocurre en el transporte público
Ilustración: Carlos Benavides / EL TELÉGRAFO
25 de junio de 2017 - 00:00 - Redacción Sociedad

Unos jeans ajustados, pantalones de tela o vestidos ceñidos que resaltan la figura de una mujer son el blanco de las miradas lujuriosas de algunos hombres en la Terminal Río Daule de la Metrovía, en Guayaquil.

“¡Qué rico, mamita!”, espeta un tipo ante el paso de una mujer con tacos y pantalón al cuerpo, y con la pasividad de los demás que escuchan. La voz del sujeto, de 40 años, se pierde entre los gritos de vendedores y el claxon de carros.

La situación es peor en los interiores de los articulados que, a diario, utilizan 420.000 usuarios. Kimberly González y Alexandra Macías lo viven a diario cuando se movilizan hacia sus trabajos.

Kimberly, quien es venezolana, en los 5 meses de residencia ha soportado que se arrimen a sus espaldas y hasta que le fotografíen su cuerpo sin su consentimiento. “Solo de imaginarme para qué las usan se me revuelve el estómago”.

Alexandra, quien viste de blanco porque es enfermera, también fue tocada. “Un hombre me agarró los glúteos, por eso lo golpeé y armé un escándalo por desubicado, pero se hizo el loco”.

La Fiscalía del Guayas, en 2016, receptó 434 denuncias por acoso sexual y 938 por abuso sexual. En lo que va de 2017, en cambio, se registran 212 por el primer delito y 378 con el segundo.

Según Yoli Pinillo, fiscal de lo Penal del Guayas de la Unidad Séptima especializada en Violencia de Género, el 40% de los casos de abuso sexual se da en transporte urbano y el sistema de la Metrovía. Ella asegura que ambas son infracciones sancionadas con privación a la libertad.

El art. 166 del Código Orgánico Integral Penal reza que comete acoso sexual “la persona que solicite algún acto de naturaleza sexual, para sí o para un tercero, prevaliéndose de situación de autoridad laboral, docente, religiosa o similar, sea tutora o tutor, curadora o curador, ministros de culto, profesional de la educación o de la salud, personal responsable en la atención y cuidado del paciente o que mantenga vínculo familiar o cualquier otra forma que implique subordinación de la víctima, con la amenaza de causarle a esta, o a un tercero, un mal relacionado con las legítimas expectativas que pueda tener en el ámbito de dicha relación”.

El abuso sexual -indica el art. 170- ocurre cuando la persona que, en contra de la voluntad de otra, ejecute sobre ella o la obligue a ejecutar sobre sí misma u otra persona un acto de naturaleza sexual, sin que exista penetración o acceso carnal.

La funcionaria reconoce que en los últimos 2 años hubo mayor cantidad de denuncias. “Las más frecuentes son por abuso sexual. Es el efecto de las campañas contra esta problemática”.

Un proyecto universitario se convirtió en campaña

El 8 de marzo de 2016, en el Día de la Mujer, fue lanzada la campaña ‘Que no te toque’. La propuesta fue impulsada por estudiantes de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol),  la Dirección de Acción Social y Educación (DASE) del Municipio de Guayaquil, Fundación Metrovía, María Guare, Cepam, y luego se sumó la Policía.

La iniciativa surgió durante la materia de Investigación de la Comunicación, pero luego se convirtió en un proyecto de vinculación con la comunidad, en el que participaron 37 politécnicos de la carrera de Comunicación Social.

Mónica Robles, directora del proyecto, comenta que en febrero de 2014 hicieron un sondeo a 400 mujeres y luego una encuesta sobre el abuso sexual en el transporte público. Los resultados fueron presentados a la Fundación Metrovía. También grabaron un documental de 13 minutos en el que se expuso el caso de una mujer que sufrió un incidente. “Es interesante que esta temática haya salido desde las aulas y que la campaña sea puesta en práctica”, manifiesta Jillsvick Kuri, quien participó.

Marcela Camposano, comunicadora institucional de Fundación Metrovía, recuerda que desde el lanzamiento de ‘Que no te toque’ hubo 62 mujeres que alertaron abuso sexual dentro del sistema. En 2017 van 14. “Cuando conocimos la propuesta de los estudiantes pensamos en una campaña integral. Debíamos difundir que el abuso no es algo normal”.

En eso, detalla, trabajaron durante un año. “La solución no era tener buses solo para mujeres, porque no había que dividir a la población, si lo que se busca es respeto”.

Una de las acciones fue elaborar una ruta de auxilio de 5 pasos: que la víctima de abuso advierta al conductor, quien dará aviso al centro de operaciones de la fundación a través de un ícono en la tablet (reemplazo del botón de pánico). Posteriormente se llama a la Policía Nacional para que en la siguiente parada el guardia actúe y lo retenga hasta ponerlo en manos de la autoridad.  

Durante la campaña, 1.500 choferes, guardias y personal de mantenimiento fueron capacitados. También se visitaron 80  colegios cercanos a las estaciones de la Metrovía. Además, se incorporó un nuevo paso para que los niños y adolescentes adviertan la vulneración. “Ellos deben gritar y contarle al adulto más cercano lo ocurrido”.

Para Zaida Rovira, coordinadora zonal 8 de la Defensoría del Pueblo, lo importante es que  amplía una ruta expresa para los menores. El problema de no denunciarlo se da porque ellos tienen más temor”.  

La entidad hace recorridos una vez al mes “para garantizar la calidad en el servicio de transportación. Se constata la seguridad de niños y adolescentes”. Hace una semana realizaron el último y detectaron un caso grabado por un usuario.

En horas pico, entre las 17:30 y 19:00, el exceso de usuarios en el sistema Metrovía hace que las mujeres viajen apretadas y entren en contacto con el sexo opuesto. Foto: Wiilliam Orellana / EL TELÉGRAFO

El impacto

Daniela Soto, de 14 años, se moviliza a diario en la línea 70 y en los articulados de la Metrovía. Para evitar que se le arrimen los hombres se recuesta en la carrocería. “Es incómodo cuando va lleno el bus porque ellos aprovechan para manosearte”.

La psicóloga clínica Suelyng Layman explica que, a diferencia de una mujer adulta, los menores resultan más afectados. “En los niños y adolescentes la personalidad no está totalmente estructurada”.

Cuando un hombre muestra su órgano sexual -añade- al menor se lo está llevando a un grado de sobreestimulación que no deseaba y cuyo nivel desconocía. “Eso despierta conocimientos para el que todavía no está preparado”.

En los adolescentes, cuando se producen estos roces, hay doble sensación a nivel emocional, siente malestar, incomodidad, asco y la reacción del cuerpo. “Hay chicas que se confunden, porque están en una etapa de identificación y puede causar malestar”.

En los varones que no tienen una adecuada identificación de roles pasa lo mismo. “Su psiquismo por un lado le dice que eso no está permitido, pero también a preguntarse cuál de los 2 sexos le atrae más”. A los 25 años se termina de afianzar la personalidad. También se produce un rechazo. “Hay adolescentes de 12 a 15 años, cuyos cuerpos aparentan tener mayor edad, si cada vez es vejada o es víctima de roces, va a sentir un rechazo contra ellos mismos, porque provocan  todo eso que los cuerpos de sus compañeros(as) no”.

Por su parte, Samuel Unda, del hospital Teodoro Maldonado, asevera que a corto plazo causa inseguridad estar en un lugar público, por la invasión a su espacio. También provoca impacto en la autoestima.“Hay cambios de la persona que se siente transgredida o sucia cuando ha sido vulnerada, se vuelve irritable y defensiva”.

Un pasajero de la Metrovía, que va de pie, se recuesta al asiento de una joven que va dormida. Una parte de su cuerpo roza con el brazo de ella. Foto: William Orellana / EL TELÉGRAFO

Constructora implementó una campaña en contra del acoso

María Eugenia Altamirano, de 26 años, siente miedo de pasar junto a una construcción. La razón: “En más de una ocasión me han morboseado los maestros de obra y eso es espantoso”.

El pasado 12 de junio, EL TELÉGRAFO consultó a sus seguidores en las redes sociales sobre en qué espacio creen que existe más acoso: el 55% cree que en los buses, el 26% en las calles, el 14% en el trabajo y el 5% cerca de construcciones.

Hace un año la Constructora Rosero, de Quito, emprendió una campaña. Colocaron 3 letreros en el ingreso de sus edificaciones con la leyenda: ‘En esta obra no silbamos a las mujeres y estamos en contra del acoso callejero’.

David Rosero, supervisor de la constructora, afirma que la iniciativa es una forma de motivar el respeto al otro, como ocurre en Argentina y otros países.

En la constructora, el 80% del personal administrativo y técnico, sobre todo residentes de obras, son mujeres. “Contrasta con el 90% de personal operativo que es hombre”.

Mónica Rosero es una de las residentes de obra del edificio Elizé. Para ella es fundamental que los obreros entiendan el respeto. “No solo se trata de  respetar a las mujeres, sino a todas las personas que pasan, al hombre, al niño y adultos”.

Carlos Lema es maestro constructor. Cuenta que era normal ‘silbar’ antes a las mujeres cuando pasaban por las calles. Dice que con la campaña se “sienten mejor”, porque ahora la gente pasa con tranquilidad. “Antes nos insultaban y se iban por otra banqueta”.  

Confiesa que otros compañeros albañiles se sorprenden con estas iniciativas. “Nos molestan y nos dicen gays”. Sin embargo, reconoce que es machista: “Hay mujeres que se visten muy apretado y son las que provocan que las molesten”.

Otro maestro de obra, Héctor Taimar, multaba con $ 5 y $ 10 a quienes acosaban a las chicas en la calle. (I)

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