Lucila Morocho es una artesana del tradicional barrio Las Herrerías de Cuenca. Desde hace 29 años se dedica al trabajo en la forja de hierro, una actividad que —asegura— no es fácil para los hombres, mucho menos para las mujeres.

Morocho, de 50 años, aprendió el oficio de su esposo. Tiene un pequeño taller en donde elabora varias piezas y objetos decorativos como cruces, candelabros, aldabas, faroles y más.

Explica que no fue fácil iniciarse en el oficio, no solo por las quemaduras o los golpes, sino también por la discriminación. Recordó que varias personas que llegaban a su taller y le preguntaban dónde estaba el maestro herrero, pues no creían que ella fuera la encargada. “Entonces yo debía explicarles que yo era la maestra de este taller”.

Comentó que fue duro acostumbrarse a una labor que demanda de fuerza física“. Pero nada es imposible y cuando uno quiere hacer algo, uno puede lograrlo”.

Con su martillo y fuertes golpes sobre el hierro ha forjado varios artículos y adornos. Asegura que con esa misma fuerza  ha ido forjando su vida y también las de sus 7 hijos.

Morocho conserva una labor que con el pasar de los años ha ido perdiéndose en Cuenca. Actualmente en el barrio Las Herrerías no quedan más de 10 talleres en donde aún se trabaja en hierro.

Piensa que los talleres se fueron reduciendo debido a que la gente comenzó a apreciar los productos de afuera. Aunque indica que no es una actividad con la que se gane mucho, dice que seguirá dando forma al hierro y conservando una labor tradicional de la ciudad. (I)