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Quito, entre lo antiguo y lo moderno

Quito, entre lo antiguo y lo moderno
06 de diciembre de 2015 - 00:00 - Por Crhistian Miranda. Habitante de la capital

Quito es una ciudad donde los matices coloniales de su Centro Histórico se contraponen con sus modernos edificios. Un lugar que guarda los enigmas de una historia milenaria, la magnífica herencia del encuentro de dos mundos y los secretos de la cultura del mestizaje.

En septiembre de 1978 fue declarada “Patrimonio Cultural de la Humanidad”.

En la urbe coexisten hoy más de dos millones de habitantes en 65 parroquias urbanas y rurales, haciéndola una ciudad donde se aprecia la diversidad del país.

El centro colonial de Quito fue concebido como la sistemática urbe española de fines del siglo XV, de matriz cuadricular alrededor de una plaza central flanqueada por los edificios más sobresalientes.

Su singularidad radica en el esfuerzo que se requirió para aplicar el clásico diseño a una geografía disparatada, encajonada en un angosto valle subtropical entre pliegues andinos.

Los volcanes Pichincha, Cotopaxi, Antisana y Cayambe rodean una franja estrecha y complicada para cualquier arquitecto, lo cual motivó que se emplearan nociones constructivas desconocidas entonces, amalgamando sistemas indígenas con técnicas que hubo que idear sobre la marcha.

A medida que Quito colonial iba tomando forma, surgía en medio de la convivencia entre conquistadores e indios, un movimiento artístico de los mejores del continente: La Escuela Quiteña. La corriente de imagineros que decoró exquisitamente los templos coloniales de la ciudad, se convirtió al poco tiempo en un exportador de arte hacia la región.

Las iglesias y conventos se ornamentaron exquisitamente con profusión de columnas, pinturas y tallas y enormes cantidades de oro para realzar un sorprendente mundo de fantásticos interiores en los que se arremolinaban los misterios de ambos credos.

La iglesia de la Compañía de Jesús empleó para su decoración más de 7 toneladas de pan de oro y fueron necesarios 163 años para terminarla. El bordado en piedra de su fachada, de estilo barroco con influencia morisca, fue esculpido por indígenas.

Impresionantes resultan las cúpulas del convento de Santo Domingo, así como sus tallas doradas sobre un fondo rojo. Al de San Agustín lo llaman “El Convento de Oro” debido a su recargado ornato.

En la Plaza Grande, que continúa siendo el corazón fundamental de la ciudad, confluyen el Palacio de Gobierno, de estilo neoclásico con piedras incas en su base y custodiado por guardias con uniforme de gala; el Palacio Arzobispal de piedra, ladrillo y madera con sus características arcadas o portales; el Palacio Municipal y la Catedral Metropolitana, con su espectacular fachada mitad de piedra, mitad encalada.

La Ronda, recuperada en 2006, fue el corazón bohemio de esa zona de la ciudad a mediados del siglo XX.

Entre tanto, la zona norte de la capital es un escenario cosmopolita con variedad de atractivos para completar la visita.

En el valle estrecho y largo que alberga a Quito se abren avenidas, se construyen nuevos y más variados espacios de recreación, cultura, comercio y servicios. El Quito moderno empieza en los parques El Ejido y La Alameda y se extiende hasta el inicio de la carretera que conduce a la Ciudad Mitad del Mundo.

Esa ciudad moderna se forja en los años 50 del siglo XX, cuando se consolidan los barrios La Mariscal y la avenida Colón deja de ser el límite de la ciudad. Se construyen el Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre y el estadio Olímpico Atahualpa. Para algunos historiadores esto fue lo que “jaló” a la ciudad hacia el norte. Poco a poco se extendieron las avenidas 6 de Diciembre, 10 de Agosto, Amazonas y Eloy Alfaro, alrededor de las cuales surgieron grandes urbanizaciones, edificios y espacios para la diversión, como el parque La Carolina.

La ciudad continuó su crecimiento al norte durante los años 70, que coinciden con el llamado “boom petrolero”. Se acelera la construcción de viviendas, edificios, centros comerciales, locales de diversión y entretenimiento. Y lo que solo era un espacio residencial, se convierte en la zona del “boom comercial”.

Allí existen dos “pulmones” de la ciudad: los parques La Carolina y Metropolitano. Allí se reúnen los capitalinos a caminar, pasear las mascotas, volar cometas y practicar deportes.

También está el barrio La Mariscal, donde no solo se concentran los servicios turísticos, sino que se conserva las mansiones del siglo XX que se han convertido en hoteles, hostales, restaurantes o locales para la diversión y la gastronomía. El corazón de esa zona es la plaza El Quinde, un lugar de encuentro y disfrute de todos los apetitos culturales, gastronómicos y de servicios.

La ciudad, en los últimos años, ha estado sujeta a un gran cambio urbanístico que la extendió hacia el norte, sur, los valles de Tumbaco (hacia el nororiente) y Los Chillos (en el sur-oriente); esto ha permitido un notable crecimiento económico y poblacional que ha generado avances en la industria, economía, comercio y hotelería, pero además ha configurado nuevos actores y nuevas demandas sociales.

Quito es una de esas ciudades que pueden hechizar y conquistar el errante corazón del viajero en busca de visiones para la memoria y su retina, pero también es un laberinto de sensaciones donde cada cual debe encontrar su rincón favorito. (O)

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