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En esos sitios no hay primeras ediciones, pero sí algunas joyas literarias

Los libros usados tienen sus ‘huecas’ en Quito

La librería Sur Libros ofrece desde hace 7 años ejemplares de segunda mano en temas para todos los gustos. Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
La librería Sur Libros ofrece desde hace 7 años ejemplares de segunda mano en temas para todos los gustos. Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
22 de julio de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

En varios puntos de Quito hay librerías que ofrecen obras de segunda mano; en muchos casos, ofrecen ejemplares difíciles de hallar. Sus libreros trabajan para desempolvarlos y devolverlos a la luz. El olor a papel antiguo, a libro usado, es perceptible desde la entrada a esos sitios.

Las estanterías, repletas de textos, llegan hasta el techo. No hay un solo rincón donde no haya un libro. Todo está perfectamente ordenado, etiquetado por nombres o por temas y, aunque hay esquinas donde parece que los libros están revueltos, sus dueños saben bien qué hay en cada espacio.

La compra y venta de libros usados no es una actividad reciente en la capital. Patricia Cali, de 44 años, se dedica a este negocio desde hace 2 décadas. Su librería denominada Luz, ubicada en el centro de Quito, la heredó de sus padres José Gabriel Cali y Blanca Silva.

Ellos, hace alrededor de 60 años, tuvieron la iniciativa de crear una librería-biblioteca pues, además de vender textos usados, los prestaban a jóvenes estudiantes. Patricia dejó esta práctica porque —asegura— los lectores no les daban el trato adecuado a los libros.

Actualmente vende 10 ejemplares diarios. Los de literatura son los más solicitados. “A los adolescentes les gusta más la literatura de aventura. Las chicas prefieren las historias románticas. Usualmente, los adultos buscan clásicos de filosofía o de historia del país”, menciona Patricia.

Ella cuenta con unos 5 mil libros usados y sus ediciones son de los años ochenta, noventa e inicios de siglo.

Los precios van desde los $ 0,10 a los $ 20. Los libros técnicos son los más costosos. Por ejemplo, los diccionarios o enciclopedias usualmente los vende a entre $ 15 y $ 20.   

“Este no es un negocio para hacerse rica ni para ahorrar mucho; esto sirve para sobrevivir. Es uno de los negocios más nobles y merece todo el apoyo, sobre todo en ciudades donde se quiere incentivar la lectura”, dice Lucía Ponce (58 años), propietaria de la librería Tolomeo, libros y arte, ubicada en la calle Veintimilla y 6 de Diciembre.

Tiene el local desde hace 4 años. Lo montó con la liquidación que recibió de su anterior empleo. Aunque siempre trabajó en finanzas, su pasión por la literatura nunca la dejó. Lucía, al igual que Patricia Cali, proviene de una familia amante de la lectura. Recuerda que en cada navidad recibía de obsequio libros y sus primeras lecturas las inició con los cómics.

Autores como Fiódor Dostoyevski, Antón Chéjov, García Márquez y Vargas Llosa son los más solicitados en su local. Aunque existen otros que son muy demandados pero que poco llegan de segunda mano como Charles Bukowski, Haruki Murakami y Roberto Bolaño, menciona que si llegan, enseguida se venden. Recuerda que en una ocasión llegó a sus manos Historias de Cronopios y Famas, de Julio Cortázar, un libro difícil de conseguir por lo que decidió quedárselo.     

Los lectores, de todas las edades, entran y salen de estos sitios; llegan con la esperanza de encontrar aquellas obras que son difíciles de conseguir. Las llamadas para ofrecer algún texto tampoco faltan. La gente quiere salir de libros por motivo de viaje, cambio de casa, porque los han heredado o porque simplemente no les interesan; son muchas las razones.

Entonces, llaman a estos libreros para vendérselos. Pero para recibirlos, los textos deben estar en buenas condiciones (sin escritos o rayas y completos).

De eso depende el precio. Por ejemplo, Lucía Ponce suele pagar por cada ejemplar $ 1; eso sí, escoge solo aquellos que sabe que podría vender.  

Asimismo, toman algunas consideraciones al momento de poner el precio al público. Por ejemplo, Mauricio Ponce, de 58 años, propietario de la librería Biblos Mauricio, ubicada en la Av. Orellana y 12 de Octubre, toma en cuenta factores como la edición, el estado del libro, el autor, si es de colección o tienen continuidad.  
Aunque la librería tiene 8 años, Mauricio se ha dedicado a la venta de libros desde hace 30; anteriormente lo hacía de manera informal. Actualmente cuenta con alrededor de 100 mil ejemplares y dice no tener espacio para más.    

En su librería la demanda se basa, sobre todo, en los libros de arte, esotéricos, filosofía, literatura e historia. Ha tenido ejemplares antiguos, como del año 1.600, pero estos son muy solicitados (principalmente por coleccionistas), así que su estadía en perchas es corta.

En estas pequeñas librerías se hallan libros de varios temas. Por ejemplo, en Sur Libros, ubicado en la calle Robles y Juan León Mera, hay ejemplares de psicología, lingüística, filosofía, biografías, economía, historia, antropología, arqueología, narrativa, poesía, derecho, ciencias sociales y más. El uruguayo Osvaldo Rodríguez es su propietario y dice que el orden le permite ubicar a cada texto, aunque la memoria cumple un papel primordial en ello.   

Recuerda que creció en una casa donde siempre hubo libros; su madre, abuelos y tíos le inculcaron el amor por la lectura. En su local cuenta con alrededor de 15 mil ejemplares. Dice que le encanta comprar cualquier escrito aunque, para leer, él prefiere la narrativa. “Conozco gente que botaba los libros, los regalaba, se los daba a los recicladores o los mal donaba e iban a parar en bodegas donde nunca volvían a salir a la luz del sol”, dice Osvaldo, a la vez que menciona que el trabajo de un librero es socializar la lectura.  

Cada cliente es una experiencia diferente. Muchos de estos libreros disfrutan de aquellos lectores con quienes pueden entablar una conversación y proponer nuevas lecturas. Sin embargo, Lucía Ponce menciona que se ha encontrado con aquellos clientes que se roban los libros y cree que fue el escritor Roberto Bolaño, con su obra Los detectives salvajes, quien les dio esa idea. “En su libro él habla de un grupo de poetas que andan juntos y tienen como deporte favorito ir a las librerías de libros usados a robarse los libros; por eso no lo quiero”, comenta entre risas.   

Vender, comprar e intercambiar libros usados es común en la capital. Por ejemplo, Alexandra Ávila, periodista de 38 años, tiene sus librerías de segunda mano favoritas. Su gusto por las primeras ediciones y los bajos costos es lo que le impulsa a frecuentar estos lugares.

“No me imagino una ciudad sin este tipo de ‘huecas’, que han proliferado. Son propuestas alternativas de gente interesada en contribuir a la lectura”, asegura Alexandra. (I)

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