La migración es una experiencia difícil para los menores de edad

Migrar tiene un significado que va más allá del ‘viajar’, pues involucra un cambio de residencia que puede estar dentro o fuera del país. El fenómeno ha estado presente en toda la historia mundial.

Teresa Zabala, madre de familia que se vio obligada a salir del país, comentó: “El diálogo mundial debe influir en beneficio de las personas tengan o no tengan documentos”. 

Mientras que Fernanda Mestanza, otra migrante, dijo: “Muchas veces, las personas afirman que los migrantes no tenemos sentimientos y que soportamos estar lejos de nuestros familiares, pero la soledad nos aflige hasta lograr adaptarnos a un nuevo territorio”.

Estas declaraciones provienen de personas ‘grandes’, pero ¿qué ocurre cuando esta experiencia le sucede a un niño o un adolescente? Para intentar clarificarlo, cuento mi historia:

Mi nombre es Alison. Tengo 15 años y hace 2 regresé de España.
Mi experiencia en ese país tuvo momentos duros, pero también otros maravillosos.

Antes de cumplir los 8 años emigré para unirme a mis padres. Cuando llegue allá, fue muy difícil, no tanto adaptarme al lugar sino a la convivencia con mis propios padres. Mi abuela materna me había criado hasta entonces. Tuve que convivir con mi hermano, a quien no conocía y el que me pareció mi ‘enemigo’. Pasé de ser la niña consentida a la hermana mayor e hija responsable.

Mis sentimientos se dispersaron pues en mí existían dolor, tristeza, egoísmo, felicidad, todo mezclado.
Reconozco que fue necesario el viaje ya que pude entender el significado de ‘familia’. Aunque no es tan fácil como se puede pensar. Las necesidades de sus miembros pueden involucrarse mucho en el futuro de la esta.

Se calcula que hoy existen unos 214 millones de personas que dejan sus países y, entre ellos, se estima que 33 millones son menores de edad. Cabe preguntarse: ¿es necesario que ellos pasen por esa experiencia en su vida?