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El nombre de la ruta constituye un homenaje a uno de los fallecidos el 2 de agosto de 1810

La Mideros es una vía de múltiples rostros

La calle Mideros es una de las más estrechas del Centro Histórico y de la ciudad. Años atrás constituía el antiguo camino que conducía hasta el barrio de El Placer. Foto: John Guevara / El Telégrafo
La calle Mideros es una de las más estrechas del Centro Histórico y de la ciudad. Años atrás constituía el antiguo camino que conducía hasta el barrio de El Placer. Foto: John Guevara / El Telégrafo
13 de diciembre de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

Para los quiteños de más de 35 años, uno de los recuerdos de la niñez es sin lugar a dudas el aspecto de la calle Mideros (Centro Histórico) en la época navideña.  Entre las décadas de los 70 a los 90, los padres hacían caminar a los pequeños por un tramo de la empinada vía que, en aquel entonces, estaba llena de comercio ambulante.

Transitar por allí era todo un desafío pues los peatones debían esquivar a un sinfín de personas y los puestos de ropa y comida que se alineaban a ambos lados de la calle. El dulce olor de los higos se mezclaba con el humo del palosanto, que se expandía desde incensarios, inundando el ambiente con una fragancia que se asociaba inmediatamente con la Navidad.

La clase media y popular capitalina eran los visitantes frecuentes de los negocios agrupados a lo largo de la Mideros.

Una vía que tiene un rico pasado histórico. El empinado pasaje de tierra y piedras conducía a los quiteños hacia uno de los sectores más altos de la ciudad, en donde, hasta principios del siglo XX, aún era posible encontrar restos de construcciones incaicas.

A mediados del siglo XX, bohemios e intelectuales cruzaban la Mideros a altas horas de la madrugada para dirigirse a la Casa del Placer, un centro de diversión nocturna,  en donde las noches eran sinónimo de fiesta.

El nombre de la arteria hace honor a Diego Mideros, quien fue asesinado el 2 de Agosto de 1810 cuando intentaba junto a otros quiteños liberar a los patriotas presos en el llamado Real Cuartel de Lima.

Pero la importancia de esta calle data de la época prehispánica.   Diego Jurado, psiquiatra e historiador, señala que la Mideros es una de las calles indígenas que sobrevive en Quito, ya que esta se dirigía a la nobleza inca hacia el palacio de Huayna Cápac, que habría estado situado entre San Francisco y el exnormal Juan Montalvo.

Jurado indica como prueba de esto que el arqueólogo Max Uhle descubrió losas incaicas en el sector de las calles Mideros e Imbabura.  

En la época de la Colonia, la Mideros fue una calle donde se asentaron preferentemente mestizos e indígenas; no formó parte de los barrios aristocráticos de aquel entonces, pues se encontraba a un lado de la muralla del convento de San Francisco y eso la separaba de la ciudad consolidada.

La vía se hallaba atravesada por la quebrada de El Tejar, una parte de la cual es actualmente la calle Imbabura. Esto provocaba que en el sector existiera un mal olor permanente.

La mayoría de casas de la zona tenían en su interior grandes huertos y patios; en algunas aún es posible observar esos espacios, los cuales se encuentran lamentablemente en estado de abandono.

Un dato que menciona Jurado es que en la época de la Colonia,  entre las calles Cuenca e Imbabura, los geodésicos franceses instalaron lo que podría llamarse “su cuartel general”. Según el historiador, esta presencia le dio renombre al sector de la calle Mideros.

“En el período de la Independencia, la calle se eclipsa y se aparta de los procesos revolucionarios y movilizaciones sociales; pero a lo largo del siglo XIX recupera su esplendor”, señala Jurado.

A inicios del siglo XX, la ruta y sus alrededores se constituyeron como un barrio típico del Centro de Quito. Aunque hoy sus más antiguos moradores indican que el lugar siempre tuvo un sentido comercial, pues durante un buen tiempo existieron muchas panaderías y tiendas.

La Mideros también es una calle que encierra leyendas. Algunos vecinos que viven más de 60 años en el lugar recuerdan que sus mayores, les advertían que por las noches era preferible que se quedaran en casa para evitar cualquier encuentro sobrenatural.

Por ejemplo, la leyenda de la casa de la Familia Montúfar, que se sitúa entre la Mideros y Chimborazo, aún causa pavor. Su actual propietaria, Sandra Escobar, narra que en 1983, su madre compró la vivienda y cuando los antiguos propietarios se la entregaron, le advirtieron que en aquel lugar habitaba el duende.

Sandra dice que muchos de los inquilinos de la casa le han asegurado que sus hijos, sobre todo niñas pequeñas, se escapan en las noches al patio para jugar con un hombrecillo de corta estatura que suele llamarlas.

Luis Villavicencio (55), quien siempre ha vivido en la calle Mideros, comentó que durante su adolescencia, sus padres le advertían que si salía por las noches a la esquina con la calle Chimborazo, se le aparecería la temible caja ronca. A pesar de la advertencia, Luis se escapaba con sus amigos de barrio y trasnochaba en los bares del centro.

German Rojas, propietario desde hace 46 años de una hojalatería en la calle Mideros, comentó que el barrio era hace muchos años como una gran familia, pues todos se conocían entre sí y cuando había matrimonios era entre vecinos y en los bautizos, los compadres eran los inquilinos de las casas aledañas.

Rojas indica que al final de los años 60, el barrio cambió, pues la calle Mideros se inundó de comerciantes. Incluso muchos colocaban sus negocios frente a su puerta y por ocupar ese espacio, las vendedoras se agredían entre sí.

El deterioro de la calle comenzó a mediados del siglo XX y algunos lo atribuyen al hecho de que en la esquina de la Mideros y Cuenca se instaló la morgue como parte de los  servicios que prestaba el cuartel de Policía que funcionaba allí.

“Era común ver cadáveres entrando y saliendo del lugar todos los días de la semana”, comenta Jurado.

En la década de los 80, funcionó allí el temible SICP-10, donde se reprimió a la disidencia política.

La reubicación de los comerciantes empezó en la administración del alcalde Paco Moncayo, que construyó los centro comerciales del ahorro, a los cuales, se trasladaron más de 5 mil vendedores.

Tras aquello, hoy la vía luce despejada de comerciantes, pero la mayoría de las casas patrimoniales se encuentran ocupadas con locales comerciales y bodegas. (I)

Datos

La Ordenanza 280 señala que está prohibido otorgar permisos a comerciantes autónomos en áreas regeneradas del Centro Histórico y Patrimoniales.

En la Alcaldía de Paco Moncayo se reubicaron vendedores de los alrededores de la calle Ipiales. Cifras de 2003 señalaban que esta actividad se extendió por toda la urbe con más de 10 mil comerciantes.

La actual alcaldía ha otorgado  2.400 certificados de aprobación del curso ‘Comercio Autónomo’ a comerciantes informales, organizado por la Agencia de Coordinación Distrital de Comercio (ACDC).

Quito habría vuelto a la cifra de alrededor de 10 mil comerciantes autónomos, de los cuales 6 mil han sido capacitados entre los años 2011 y 2014.

El manejo de los trabajadores autónomos ha sido uno de los quebraderos de cabeza del actual alcalde de Quito, Mauricio Rodas, que ha afrontado varias protestas.

Las quejas de los vendedores contra la actual administración han ido desde denuncias de uso indiscriminado en su contra hasta desacuerdos con los procesos de reubicación.

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