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Los extranjeros ya no extrañan su comida, pues quito cuenta con pequeños restaurantes donde pueden encontrarla

La gastronomía del mundo también tiene sus huecas en la capital

La cultura gastronómica en Quito poco a poco se amplía y el ciudadano pierde el miedo a probar nuevos sabores debido a la presencia de extranjeros. Las huecas de comidas de otros países cada vez son más. Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo
La cultura gastronómica en Quito poco a poco se amplía y el ciudadano pierde el miedo a probar nuevos sabores debido a la presencia de extranjeros. Las huecas de comidas de otros países cada vez son más. Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo
23 de agosto de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

En Quito ya no es ajena la gastronomía de otras latitudes. Pequeños restaurantes son los encargados de transmitir la cultura y las tradiciones de naciones distantes.  

Personas de todas las edades espían desde la entrada al restaurante un lugar dónde sentarse, mientras ‘echan una ojeada’ al queso que se derrite en la arepa del comensal de al lado. Las 6 mesas del pequeño lugar están llenas y sus dueños cocinan y corren, siempre con una sonrisa para recibir a sus clientes.  

Es el restaurante El arepazo colombiano, ubicado en la Av. Real Audiencia y Luis Tufiño, en el norte de Quito. Aquí se puede degustar las auténticas arepas colombianas.

Desde hace un año Diana Arango (34 años) y su esposo abrieron  este local. Llegaron a Ecuador hace 2 años y cuentan que desde entonces se han dedicado a trabajar duro para conquistar el paladar quiteño.

Diana comenta que a muchos comensales al principio les parece una comida extraña, pero una vez que la prueban se hacen clientes frecuentes. La arepa no tiene sal. Puede ir rellena de queso, carne o pollo mechado o chicharrón, algunos le incluyen un huevo de codorniz.

En el sitio el acento ecuatoriano se mezcla con el colombiano. Y es que, según Diana, el 40% de sus clientes son de su país.    

Por ejemplo, Juan Miguel Mejía es de Bogotá y dice que el colombiano siempre busca lo suyo. Vive en Ecuador desde hace 10 años y asegura no extrañar la gastronomía de su país, pues todo lo encuentra aquí, como la gaseosa Postobon, que con mucho gusto la toma.

El arepazo colombiano es uno de los muchos restaurantes de su tipo que se encuentran a lo largo de Quito, los cuales además se han convertido en lugares de encuentro de sus compatriotas.

Este no es el único caso. En los pequeños locales donde venden shawarma varias personas de la India se concentran. Uno de ellos es el Indian Bar Restaurante, desde cuya entrada se percibe el olor a pollo con ajo.   

Su ubicación, en la calle Juan León Mera y Calama, lo convierte en una hueca privilegiada porque  quienes salen a divertirse en las discotecas que se encuentran cerca acuden allí.

Nancy Matiz (56 años) da la bienvenida a los comensales sin que pase desapercibido su acento colombiano. Es la propietaria del local, pero su esposo Tilak Sharma es indio. Tienen el local desde hace apenas 2 meses, pero clientes no les faltan.

Nancy explica, con la atención de su esposo como para comprobar que lo dice bien, que el shawarma lleva lechuga, tomate, cebolla, pollo, salsa de ajo y la tortilla de harina de trigo. Con gran habilidad lo enrolla todo y lo pone en una funda.

Nancy continuamente menciona que en general la comida del país natal de su esposo es muy picante. Según explica, los platos indios incluyen curry, ajo, jengibre, chile, paprika y comino.

Aunque en el Indian Bar Restaurante no venden comida picante, uno que sí lo hace es la Fonda Mexicana, y es que en el país del norte el chile es uno de sus ingredientes favoritos.  

Ubicado en la calle Mariscal Foch y Av. 6 de Diciembre, aquí los comensales disfrutan de tacos de carnita, chorizo, bistec y pollo. Además de un amplio menú mexicano que incluye burritos de pollo, carne y chorizo, nachos, flautas, quesadillas y más.

Yolanda Álvarez (53 años) abrió este restaurante hace 2 años. Con amabilidad recomienda a sus clientes que el secreto de disfrutar un buen taco está en comer con las manos y no con cubiertos, además agregar un poco de limón.      

Ella es ecuatoriana, pero su contacto con el país del norte se lo debe a su padre, quien tiene esa nacionalidad. Recuerda que en México se encuentran tacos en cualquier calle. “Son los más ricos y adictivos. Uno regresa bien gordito”, dice Yolanda.

Pero no todos los platos tienen la acogida que se espera. Uno que Yolanda tuvo que eliminar de su menú es el pozole, sopa que incluye mote, garbanzo, culantro, cebolla, rábanos y carne de cerdo o pollo. Comenta que los ecuatorianos prefieren los nachos acompañados de pollo, chorizo, carne, guacamole, queso mozzarella y verduras.  

A unos cuantos pasos de ahí, el paladar de los comensales viaja a otro continente. En la av. Amazonas y Ramón Roca se encuentra el restaurante La Delixxia. Su propietario es Manuel Marco (40 años), oriundo de Egipto, pero se autodefine como cocinero italiano.  

La falta de oportunidades laborales en su país natal lo obligó a aventurarse por el mundo. Vivió en Italia 18 años. Ahí aprendió todo sobre la gastronomía de ese país. Llegó a Ecuador hace 4 años y desde hace 3 y medio puso su restaurante ubicado en la av. Amazonas y Ramón Roca.  

En su pequeño local los comensales encontrarán todo tipo de espagueti, acompañado de mariscos como almejas, langostinos, langostas y más. También se puede disfrutar de boloñesa, lasaña, canelones y pizza con el auténtico sabor italiano, de manos de un egipcio.

“Todo lo que sea de Italia yo lo preparo, esté o no esté en la carta”, dice convencido Manuel.

Lograr el sabor del país de origen no es fácil para todos. Por ejemplo, a Yolanda le es difícil encontrar chile piquín, ingrediente que le da el toque mexicano a sus platillos, mientras que a Manuel le cuesta hallar mozzarella italiana.   

Estos restaurantes, además de traer la cultura y las tradiciones del mundo, venden los platillos a precios cómodos. Por ejemplo, una arepa o un shawarma pueden costar   $ 2.50.

Según el chef Matteroni (nombre artístico de Alexander Espinosa), Quito se ha desarrollado gastronómicamente por la migración que recibe de todo el mundo.

“Vamos a estar más abiertos a otras culturas, a otros sabores. Algo que no pasaba hace un par de años”, comenta.  (I)

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