El sector comercial y financiero de quito es el preferido de los dueños de este tipo de negocios
El ruido y los olores de los food trucks provocan molestias
Hot dogs, hamburguesas, sánduches, comida tradicional ecuatoriana, helados, alitas y más productos forman parte de la oferta de los food trucks (camiones de alimento o gastronetas) que han proliferado en la zona norte de la capital desde hace algunos meses.
Estos negocios móviles de comida han ganado popularidad. Entre sus atractivos están los bajos costos en los que ofertan sus productos respecto a los precios que se manejan en locales fijos. Este tipo de negocios funciona sin regularización y prácticamente sin control, pues la ordenanza que normará la actividad apenas está siendo formulada.
El 14 de marzo pasado, ante las consultas de varias personas respecto de los requerimientos para formalizar estos negocios, la Alcaldía emitió un comunicado en el que pedía a quienes “estén interesados en invertir en este tipo de emprendimientos, que esperen a que la normativa esté aprobada y así eviten arriesgar su inversión”.
Según el Cabildo, “la normativa busca la convivencia armónica de los propietarios de gastronetas con la ciudadanía en general, y otros tipos de negocios, (y) por lo tanto, se establecerán reglas claras para que la ciudad no tenga afectaciones en espacios públicos ni en plazas de parqueaderos”.
En aquellos días, el Municipio aseguraba que la Secretaría de Desarrollo Productivo mantenía reuniones con los propietarios de los negocios ya establecidos y realizaba mesas de trabajo con las dependencias técnicas competentes.
El Gobierno local añadía que dicha normativa incluirá especificaciones técnicas para los automotores, pautas de seguridad, movilidad y calidad, sin las cuales no podrán funcionar.
Dos meses después, el 13 de mayo, la Alcaldía insistía en su recomendación. Al mismo tiempo, aseguraba contar ya con líneas generales sobre temas de seguridad, espacio público, tránsito, ambiente y calidad, de cara a la generación de la regulación final.
En un boletín de prensa de aquel día, el ejecutivo capitalino preveía que la normativa estará lista “en la segunda semana de julio”.
Esta situación contrasta con la polémica que se generó en torno a la aparición de vendedores informales de jugo de naranja, negocio también extendido en la ciudad.
El 2 de mayo, el Cabildo divulgó que el 32% de dichas bebidas no eran aptas para el consumo humano con base en un supuesto estudio de inocuidad alimentaria.
Luego, el secretario metropolitano de Seguridad, Juan Zapata, dio a conocer la existencia de una presunta “mafia” de origen peruano que controlaba ese negocio. Estas ‘revelaciones’ de parte del Municipio generaron críticas entre los ciudadanos, quienes las consideraron discriminatorias.
A partir de entonces, el Gobierno local inició un censo de las personas dedicadas a este tipo de comercio. Posteriormente realizó una capacitación estos comerciantes informales durante un fin de semana.
Germán González, morador de la zona de la av. República del Salvador, no entiende porque “hay mutis con el tema de los food trucks, pero sí se hizo bomba con los comerciantes de jugo de naranja, llegando (incluso) a desprestigiarlos”.
Eduardo del Pozo, concejal de CREO y proponente de la ordenanza para regularizar los ‘camiones de alimento’, ha dicho, por otro lado que en unas semanas estaría listo el proyecto de normativa.
Ha dicho, también, que es necesario este reglamento para controlar el crecimiento de estos negocios y evitar la competencia desleal.
Residentes piden respuestas
Entre tanto, las quejas por la aparición de food trucks continúan, especialmente en zonas como la av. República del Salvador, en donde prácticamente congestionan las vías.
Alberto Mosquera, quien vive en el edificio Porto Lisboa, señala que la llegada de esos vehículos ha aumentado el ruido y que no soporta los olores de comida. “Tarde y noche hay ruido y no dejan descansar con tranquilidad. Pero me llama la atención que a pesar de todo, no hay desorden ni acumulación de basura”, reconoció.
A través de un oficio, los residentes del edificio expusieron —hace 15 días— su molestia al alcalde Mauricio Rodas, pero hasta el momento no han recibido una respuesta.
Una empleada, quien se reservó el nombre, trabaja en un restaurante de comida casera y explicó que la llegada de los camiones afectó las ganancias de ese negocio. “Antes vendíamos un promedio de $ 800 al día, actualmente sacamos alrededor de $ 500; claro que no todo es por ellos, también ha influido la crisis”, afirmó.
Doménica Martínez, quien vive en un edificio en la av. Portugal, afirmó que ya existen daños en la infraestructura del edificio debido a que los comensales buscan un lugar cómodo para degustar los platillos.
Iván García (28 años) trabaja en la Zona Azul y apunta que los dueños de esos vehículos ocupan 2 espacios de parqueadero, pero que solo pagan de uno. “No les gusta pagar los $ 0,40 por hora y cada día se ubican en diferentes lados porque otras personas ocupan los parqueaderos con anticipación. Después de la 18:00, a los cuidadores les pagan $ 2”, concluyó. (I)