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El Coloso de Rodas mató a su propio creador

El Coloso de Rodas mató a su propio creador
01 de junio de 2015 - 00:00 - Óscar Jara. Catedrático Universitario

Se dice que fue una de las 7 maravillas del mundo antiguo, dedicada al Sol, al dios Helios, el que deslumbra, el que crea espejismos, como la grandilocuencia con la que se obnubila a los votantes, porque así no da vergüenza decir que se harán grandes obras y al mismo tiempo bajar los impuestos, para luego no avanzar ni un metro.

Cares de Lindos, el escultor de Rodas, tardó 12 años en construir la estatua que, aunque representaba a un dios, no duró más que 66 años, ya que un terremoto lo bajó de su pedestal. Hay cosas que son fugaces, como cuando se pretende hacer de una alcaldía un trampolín para otras maravillas.

El Coloso de Rodas mató a su propio creador. Los dirigentes rodios le preguntaron al escultor cuánto costaría una estatua de 15 metros de altura; cuando les respondió, le preguntaron cuánto costaría una estatua del doble de altura. Él respondió que el doble, y los dirigentes rodios firmaron el contrato. Cares no tuvo presente que, al doblar la altura, necesitaría 8 veces más materiales. Esto lo llevó a la bancarrota y al suicidio.

Pero los rodios de ahora persisten, y algo así se quiere hacer con el Metro de Quito, pero como ya se les conoce la maniobra están quedados entre el quiero y no puedo. Solo se avanza a golpe de taxímetro de tarifa alta, que ya ha creado precedente y quizás escuela.

El Coloso de Rodas no era otra cosa que un símbolo, una propaganda de los rodios. En Quito también se ha hecho de la publicidad el eje de la actuación municipal, para enfocar la atención en algunas cosas que se han hecho y disimular las que no se han hecho. Es una alegoría de las promesas de campaña.

En el terremoto ocurrido en Rodas en el año 224 antes de Cristo, las rodillas del coloso se rompieron y la parte superior cayó al suelo. La ciudad de Quito sigue en pie, a pesar de los temblores municipales, esperando que los ciudadanos que la habitan se puedan movilizar con cierta decencia y no se dejen la vida en las horas de espera para ir de un lugar a otro.

Plinio el Viejo cuenta que se decidió dejar los restos de la estatua de Rodas acostada en el mismo lugar donde cayó, pues un oráculo aseguró que el derribo de la estatua fue voluntad de los dioses. Así quedaron los restos insepultos de las promesas, y el vacío de los miembros rotos del otrora coloso, que asemejaban a grandes cavernas, como las que se abren para aparentar que se va a hacer un intercambiador en Carapungo, y se cava una zanja justo donde se termina la esperanza. (O)

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