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La zona noroccidental empezó a poblarse hace algo más de 4 décadas

El barrio Santa Anita sufre de escasez de agua durante el verano

Santa Anita es, en la actualidad, un barrio densamente poblado por familias de clase media baja. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
Santa Anita es, en la actualidad, un barrio densamente poblado por familias de clase media baja. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
16 de agosto de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

“La vida aquí siempre ha sido difícil”, dice doña Rosa Tene (82 años) mientras desgrana unas mazorcas de maíz sentada en el portal de su vivienda ubicada en el barrio Santa Anita (al noroccidente).

La mujer, que se define como una ‘vieja moradora’, ha vivido allí toda su vida. “Cuando nací, mi papacito ya tenía unos terrenos por esta zona. Él era de San José de Singuna, pero cuando se casó se vino para acá con mi mamita”, relata la mujer.

El problema más reciente que refiere Rosa es la carencia de agua.

Carmen Monar, otra vecina, lo confirma: “En los días soleados tenemos cortes de agua de hasta 4 horas. Y cuando esto ocurre, tenemos que llamar a la empresa (de Agua Potable y Saneamiento) para que restablezcan el servicio”.

“El martes (4 de julio), por ejemplo, estuvimos sin agua. Si al menos nos advirtieran sobre los cortes, los vecinos podríamos abastecernos en recipientes adecuados”, dice Monar.

La situación afecta, sobre todo, a las partes más altas de la zona ubicada a una altura que por sí misma supera los 3.000 metros.

Cuando ocurren los cortes, los moradores se abastecen del líquido en la iglesia del lugar, ubicada en la octava transversal, la cual cuenta con una cisterna.

Algunos habitantes optan por comprar agua embotellada para cocinar los alimentos, lo que representa un gasto extra, reclama Tania Molina, una de ellos.

Molina añade que, en ocasiones, aunque haya servicio, el caudal es insuficiente para que el líquido abastezca a las viviendas que tienen 2 o más plantas.

Para Tene, los problemas de agua en la zona no son una novedad. “Cuando yo era guagua, no había casas como ahora; era como vivir en el campo. Entonces teníamos que ir por el agüita una o dos veces al día a las vertientes y acequias. No había problema, el agua era limpiecita”, narra.

Dice que el líquido empezó a llegar a las casas hace unos 40 años, pero no a todas partes. En principio, solo tenían servicio las casas ubicadas al norte de la calle Bernardo de Legarda.

La situación se normalizó y la distribución se volvió domiciliaria allá por 1990, cuando el proyecto Papallacta, que abastece de agua al 50% de la ciudad, incrementó la capacidad de abastecimiento de líquido en la urbe.

La historia de la electricidad en la zona es parecida, pues la red de energización de Cotocollao fue extendida más arriba de la av. Mariscal Sucre a través de la Legarda, la principal vía del sector.

Pero, del mismo modo, solo los terrenos aledaños a la transitada calle contaban con energía y alumbrado público.

“Vivir así era complicado”, dice Alfonso Remache (59), quien llegó a la zona en 1975. El hombre cuenta que su familia y otras del sector ‘contrabandeaban’ la electricidad.

“Alguien plantaba postes de madera. Se compraba alambre y se templaba de la Legarda hasta la casa de uno; 200, 300 metros”, afirma.

Remache califica a la situación como “un robo justificado” porque resultaba inconcebible que la gente viviera sin energía eléctrica teniéndola relativamente tan cerca.

“Uno iba a la empresa eléctrica a pedir el servicio y le decían que esperara, que estaban haciendo los estudios para extender la red. Al final y luego de muchos trámites y paciencia, nos dieron la luz a todos allá por los ochenta”, rememora.

La pavimentación, en cambio, es una lucha que continúa. Esto porque aunque la generalización de servicio se produjo en la primera década de este siglo en la Alcaldía de Paco Moncayo, el ‘arreglo’ de las calles trajo conflictos que duran hasta ahora.

La obra, según la costumbre de Moncayo, fue dividida entre varios contratistas pequeños, recuerda Remache. “Algunos resultaban buenos y otros malos”, dice y cuenta que en los casos en los que la pavimentación no duró, los vecinos se negaron a pagar al Municipio por la obra e iniciaron juicios a los constructores. Algunas de esas demandas continúan hasta la fecha. (I)

Datos

El barrio se denomina Santa Anita en honor al personaje que, de acuerdo con la tradición cristiana, fue la madre de la Virgen María y abuela de Jesús.

El sector empezó su proceso de poblamiento a finales de la década de 1960, pero este se consolidó 2 décadas más tarde en medio de un panorama de insuficiencia y, en algunos casos, carencia de servicios básicos.

La arteria más importante de la zona es la calle Bernardo de Legarda, que une al barrio con la av. Mariscal Sucre y el sector de Cotocollao. La vía es un importante núcleo comercial.

La Legarda, como se la conoce popularmente, sirve también de acceso a otros barrios del área como San Vicente y Santa Anita Alta y Santa María.

Actualmente, el alimentador denominado Santa María, que forma parte del sistema del Corredor Central-Norte, el que sirve a Santa Anita.

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