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Instituciones educativas antiguas generan una identidad colectiva juvenil, lo que a veces crea disputas encarnizadas

Colegios emblemáticos crean identidades

En el ámbito deportivo o en competencias de bandas de paz (antes de guerra) es donde los estudiantes de los colegios emblemáticos demuestran el amor a su institución, tratando de destacarse. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
En el ámbito deportivo o en competencias de bandas de paz (antes de guerra) es donde los estudiantes de los colegios emblemáticos demuestran el amor a su institución, tratando de destacarse. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
11 de octubre de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

Estudiantes de colegios emblemáticos de Quito defienden a sus instituciones educativas pues dicen estar orgullosos de pertenecer a colegios de larga trayectoria.

“Cuando voy puesto el uniforme es como si fuera una nueva persona; sé que debo hacerle quedar bien a mi institución. Siempre que deba dejar el nombre del colegio en alto, lo haré. Mejía no se hace, se nace” dice con voz firme Julián Bravo (16 años) estudiante de tercero de bachillerato del Colegio Nacional Mejía. Al igual que él, sus compañeros aseguran que les llena de orgullo estudiar en una institución de prestigio. “El Mejía es bueno en todo, en las calles, en las aulas, en el deporte. Esa es su característica” comenta Joan Guacapiña (16 años).
“No hay palabras para describir lo que siento por mi colegio. Es como una mezcla de amor y respeto. Solo sé que es la mejor institución educativa de Ecuador y me siento orgulloso de formar parte de ella” agrega Julián Bravo.

Al igual que ellos, estudiantes de otros colegios se jactan de pertenecer a la mejor institución educativa del país. Como Sandra Castillo (16 años), estudiante del Colegio Eugenio Espejo, quien asegura que le tiene cariño y respeto a la institución que la vio crecer. Agrega que la infraestructura antigua y su educación es lo que más le enorgullece.

Ese mismo sentimiento se observa en exalumnos, que pese a los años, aún se sienten parte de la institución donde se educaron. Es el caso de Silvia Yépez (63 años), exalumna del colegio 24 de Mayo, quien dice llevar siempre la ‘chivita’ adentro. Comenta que haber entrado a ese colegio fue un sueño hecho realidad pues quería pisar las mismas aulas que pisó su madre.

Colegios como el Mejía, Montúfar, Juan Montalvo, Manuela Cañizares, 24 de Mayo, Simón Bolívar, María Angélica Idrobo y Eugenio Espejo son algunas de las instituciones educativas consideradas emblemáticas en la capital. Su trayectoria, calidad educativa y liderazgo en varias actividades han hecho que se ganen este reconocimiento.

Y son justamente esas razones por las que un estudiante opta por ingresar en alguna de esas instituciones. Una vez adentro, los alumnos crean un sentido de pertenencia que en ocasiones genera competitividad entre los colegios. Esta se observa, por lo general, en el campo deportivo.

Mirian Robalino, rectora de la Unidad Educativa Eugenio Espejo y exalumna del Colegio 24 de Mayo, comenta que los estudiantes expresan su amor y cariño a la institución en las barras que gritan en los campeonatos. Esta no es una práctica actual, pues se remonta a muchas décadas atrás.

María Rebeca Luna (72 años), exalumna del Colegio Gran Colombia, recuerda que asistía con sus compañeras a los campeonatos deportivos de vóley y básquet para alentar a su institución. Dice que en este tipo de encuentros sus principales contendientes eran el colegio Simón Bolívar y el Manuela Cañizares. Pero asegura que nunca hubo enfrentamientos más allá de los gritos en las barras.

Asimismo lo comenta Silvia Yépez. Recuerda con nostalgia que los primeros lugares en los campeonatos deportivos siempre los disputaban su colegio, 24 de Mayo, y el colegio Manuela Cañizares. “Las cocineras”, dice entre risas.

Sin embargo, poco a poco esta competitividad se ha transformado en rivalidad. Sandra Castillo dice no apoyar la violencia ni los actos vandálicos que se generan por defender a un colegio. Considera que el mejor modo de apoyar a una institución es gritando una barra hasta quedarse sin pulmones.

Carlos Díaz (35 años), exalumno del Colegio Montúfar, comenta que antes había más respeto entre instituciones. “Se terminaba un partido y cada colegio se retiraba; hoy se pelean en las calles” asegura.

Recuerda que era un orgullo estar en la banda de guerra, en los equipos deportivos o de danza. Este tipo de actividades, sumadas la educación de excelencia y la disciplina, era lo que llamaba la atención de estos colegios. De ahí que recomienda que las agresiones deben terminar.

Su hijo Jorge (21 años) también estudió en el Montúfar y asegura que fue como crecer en una gran familia. Agrega que siempre llevó con orgullo su uniforme, sobre todo a los eventos en los que participaba la banda de guerra (ahora de paz).

“Tener amor a donde uno pertenece es bueno, definitivamente. Lo que es malo es no razonar sobre los límites”, comentó Silvia Yépez.

Robalino cree que se debe trabajar en los jóvenes su sentido de pertenencia y compromiso a la institución a través de otras acciones. Por ejemplo, a través de la parte académica o proyectos escolares como el de periodismo. Asegura, también, que se pueden destacar en las evaluaciones que hace el Gobierno Nacional como el Examen Nacional para la Educación Superior (Enes).

Mientras tanto, Bravo dice que esas disputas van a desaparecer porque las nuevas generaciones no llegan a la institución con el mismo amor que antes debido a la sectorización educativa. Era común que el abuelo, el padre, loa tíos y hermanos pasaran por las mismas aulas. “Las riñas deben terminar, pero no el amor a la institución” agrega. (I)

La tradición de los colegios emblemáticos

El historiador Manuel Espinosa Apolo explica que la categoría de ‘emblemático’ se la da a los colegios de mayor prestigio, es decir, a aquellos que gozan de una larga trayectoria, o porque de sus aulas salieron personajes connotados, o porque sus alumnos participaron en la vida política callejera. Esta última —explica Espinosa— empieza a mediados del siglo XX, cuando los movimientos estudiantiles se fortalecen y se da un proceso de politización de la calle. A estas 3 características agrega 2 más: colegios que se destacan en el deporte o con sus bandas de guerra (hoy llamadas de paz).

Comenta que antes las disputas entre colegios se daban entre los que eran religiosos, que empataban con la época colonial y un pensamiento conservador, y los colegios laicos, que aparecieron en la época de Eloy Alfaro y que empataban con la perspectiva de la independencia que incluye la rebeldía. En esos colegios aún quedan rezagos de esta tradición.

Espinosa asegura que pertenecer a una institución emblemática genera en los estudiantes una identidad. “Ser del Mejía, por ejemplo, es una forma de identidad juvenil colectiva. Ese sentido de pertenencia les otorga cierto orgullo que los jóvenes buscan reafirmar porque dota de significado a su experiencia educativa”, explica. Es así que se crean vínculos afectivos haciendo que el alumno se sienta como en una gran familia.

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