Más allá de llenar la cuota
En los recientes eventos culturales en el país, convocados desde instituciones públicas y privadas, se ha masificado la idea de completar las mesas de diálogo con “una cuota de género”. A los hombres que han estado detrás de las instituciones culturales, en distintos ámbitos, parece afectarles la idea de “lo que podrían decir las feministas” cuando repiten la escena de conversatorios llenos de hombres. Pero, al parecer, muy poco importa cuánto cambian sus jerarquías, sus discursos, el territorio desde el cual ven a las mujeres y el ejercicio de darles el espacio que realmente ocupan en el campo de lo simbólico. En una entrevista reciente, el académico Antonio Sacoto cita a Carlos Arcos Cabrera cuando dice que “la literatura ecuatoriana es invisible, porque en Ecuador se la cubre de un silencio pavoroso”. La cita resulta perturbadora en un momento que, más allá de cubrir la cuota de género para cocteles literarios, las mujeres hacen visible un discurso sobre su universo que logra ecos no previstos en el exterior.
En contra del silencio está la forma en la que se trabaja. La mala noche, de la ambateña Gabriela Calvache, que hoy empieza su gira en festivales en el South by Southwest, en Austin, Estados Unidos, tuvo un inédito crew conformado por mujeres el 80%. Fue una acción premeditada porque Calvache, detrás de la película desde la investigación de la historia de una mujer que sufre de violencia sexual y es parte de una red de trata de personas, sabe que en la industria cinematográfica se contratan muy pocas mujeres en oficios determinados como la dirección de cámara. La cineasta es consciente de que, además de copar lo que en otros ámbitos llaman “la cuota de género”, es posible comparar capacidades de los aspirantes y decidirse por contratar mujeres a las que difícilmente contratarían. Desde el cine, una de las industrias que más eco ha hecho a casos de abusos de poder desde el #metoo, es posible revertir la lógica de discriminación de cargos y el mito de que ciertos oficios son solo para hombres. Más allá de copar la cuota de género, en las universidades del país, de 2002 hasta 2012, hay más mujeres estudiando carreras de arte y humanidades que hombres (2.009 vs. 1.867). No se trata de llenar la cuota. La presencia y el eco son reales. (O)