Hay que combatir la violencia política
Las mujeres están más expuestas a la violencia política que los hombres en este país. Recuerdo la sesión del plenario de la Asamblea en la que Marcela Aguiñaga, de la Revolución Ciudadana, insultó a su excolega de bancada de Alianza PAIS, María José Carrión. Aguiñaga, quien fue segunda vicepresidenta del Legislativo, le dijo: “perra traidora”.
Este es un ejemplo de cómo esa violencia se ejerce entre las propias mujeres, que deberían ser aliadas de género y no enemigas políticas. Aguiñaga, que dice defender la causa de las mujeres, se develó con ese insulto. Pero la violencia política es mayor de hombres a mujeres.
Eso se evidencia en Twitter, por ejemplo, que tiene 1’200.000 usuarios en Ecuador. Allí no hay reglas de comportamiento ni censura ni tampoco respeto. Las mujeres recibimos los peores insultos, descalificaciones y hasta amenazas de muerte. ¿Por qué?
A veces por recordar todo el reguero de corrupción que dejó el gobierno de Rafael Correa. O por ser feministas y defender los derechos de las mujeres. O por ser críticas o simplemente por ser mujeres. Los insultadores buscan desarmarnos moralmente y atacan nuestra sexualidad. Por eso, como dice la defensora de los derechos humanos y abogada, Silvia Buendía, muchas mujeres huyen del ámbito público y tienen razón.
Los insultos más comunes en Twitter son: “bruta, tonta, no tienes nada en la cabeza, fea, discapacitada, nadie te daría… no estás bien cogida… feminazi, negra, inepta”. Además, otros como “no sirves para nada, mercenaria, longa, india, mongólica, zorra, perra, prostituta”.
La Corporación Participación Ciudadana hizo un estudio, del 16 de enero al 24 de febrero, sobre 23 mujeres con representatividad política. En ese período contabilizó 294 agresiones: 201 calificaciones desvalorizantes, 92 por la apariencia física, 16 a su rol de género, 9 a la cosificación de la mujer.
Los últimos insultos a las mujeres fueron del expresidente de la República, Abdalá Bucaram. Él llamó “drogadictas degeneradas, ratas que no pueden llamarse mujeres, prostitutas” a las candidatas correístas para el Consejo de Participación Ciudadana.
¿Cómo detenemos esa avalancha de ataques que ponen en riesgo nuestra salud mental? La respuesta es de todos, como sociedad, desde la casa, la escuela, el colegio y la universidad. (O)