Glenn greenwald denuncia en sin un lugar donde esconderse el hostigamiento que sufrió
El ‘Cuarto Poder’ vive sus peores horas
Al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, lo investiga un gran jurado de Estados Unidos. Chelsea Manning está condenada a 35 años de prisión por revelar violaciones a los derechos humanos en las guerras de Irak y Afganistán. Los teléfonos de los reporteros de la agencia AP fueron interceptados por la Casa Blanca para identificar a sus informantes. El periodista James Risen del New York Times se enfrenta a la cárcel por negarse a revelar la identidad de una fuente.
Estos episodios son las muestras de un clima de hostigamiento al libre ejercicio del periodismo que sufre actualmente Estados Unidos. Es un deterioro que inició en la era Bush y que continúa hasta hoy. De hecho, Risen calificó a Obama como “el mayor enemigo de la libertad de expresión”.
El periodismo estadounidense, que alguna vez sirvió de escuela mundial, atraviesa una severa crisis. Así lo relata Glenn Greenwald, el periodista que contactó Edward Snowden para revelar la red de espionaje mundial de Estados Unidos. Sin un lugar donde esconderse relata los primeros encuentros entre ambos, el traspaso de información y las reuniones en Hong Kong.
Pero lo más novedoso es la descripción de la sumisión del mean streem media estadounidenses, que se han convertido en fervientes activistas de la doctrina de seguridad nacional y que ha perjudicado severamente el libre ejercicio del periodismo. El antecedente fue la guerra de Irak en la que hubo pocas críticas a los argumentos para la invasión: la amenaza de las armas de destrucción masiva que al final fueron imaginarias.
Sobre The New York Times, cuenta que en 2005 supo de un programa de espionaje secreto diseñado por la administración Bush. El mismo gobernante llamó a los directivos y les advirtió que revelar la historia pondría en juego la seguridad nacional. El diario aceptó y ocultó la noticia por un año.
“La cultura periodística norteamericana establece que los reporteros han de incorporar a su cobertura declaraciones gubernamentales con independencia de lo intrascendentes que sean”, criticó el escritor. Eso, agregó, diluye cualquier revelación.
“Fue este periodismo servil y miedoso lo que llevó al Times, al Washington Post y otros medios a negarse a usar la palabra tortura en sus reportajes sobre los interrogatorios en la era Bush”, reveló.
Otra práctica es que los periódicos, cuando tienen una primicia, solo publican ciertos documentos para solamente destacar y luego limitar la ‘exclusiva’. Guardan la mayoría para “garantizar que nada cambia”.
Y aclaró que algo muy común es que los editores se contacten con las agencias de inteligencia del Gobierno para que ellas revisen lo que tienen previsto publicar. Es allí donde se realiza la verdadera edición. Hay un control de lo que sale al aire.
Snowden sabía aquello y fue por eso que se contactó con Greenwald, columnista de The Guardian en su versión norteamericana, abogado y bloguero especializado en los secretos de la Casa Blanca.
De hecho, The Guardian sí acudió al Gobierno antes de publicar las primeras revelaciones de Snowden. La Casa Blanca dio largas a su respuesta y, debido a la presión de Greenwald, que amenazó con crear su propio sitio web para publicar la exclusiva, el diario se decidió a presentar la nota sin el permiso de EE.UU.
Todas estas prácticas han dejado atrás la noción del ‘Cuarto Poder’, que situaba a la prensa como fiscalizadora del poder político norteamericano. “Lamentablemente los medios han renunciado a menudo a este papel, supeditándose a los intereses del Gobierno, amplificando, incluso más que examinando, sus mensajes y llevando a cabo su trabajo sucio”.
Greenwald, luego de las revelaciones, se sintió acosado. Los mismos medios hurgaron en su pasado y usaron el calificativo de ‘bloguero’ o ‘activista’, en vez de periodista. La estrategia era ubicarlo como enemigo del Estado, antes que comunicador, lo que permitiría interponerle causas judiciales.
Ese método se confirmó cuando las autoridades londinenses invocaron la ley antiterrorista para detener brevemente a su pareja, el brasileño David Miranda. Desde allí Greenwald no ha regresado a Estados Unidos por temor a ser encarcelado y actualmente vive en Brasil.
“Quitar el membrete de ‘periodista’ reduce la legitimidad de la cobertura. Además, convertirme en ‘activista’ podía tener consecuencias legales, es decir, criminales”, detalló el escritor en su obra.
Es toda una estrategia diseñada por el Departamento de Justicia para criminalizar, no solo a las fuentes sino también a los periodistas y desalentar futuras revelaciones. El objetivo es establecer un panorama en el que el periodista manipuló, influyó o facilitó el trabajo del informador, de esa manera se convierte en cómplice y, por lo tanto, puede ser enjuiciado.
El ejemplo más sonado fue el de James Rose, jefe de la oficina de Fox News en Washington. El Departamento de Justicia obtuvo una orden para revisar sus correos y lo acusó de “utilizar halagos y jugar con la vanidad y el ego de la fuente para convencerle de que filtrase información”.
Por eso algunos medios, como el USA Today o Los Ángeles Times, ya hablan de que Obama ha emprendido una “verdadera guerra contra los periodistas”, en la que una pieza clave es Eric Holder, secretario de Justicia de Estados Unidos. Para este último, trabajar con una fuente es ‘robar’ información secreta, lo que trasciende el ámbito de la actuación del periodista.
En esa línea se situó el congresista republicano de Nueva York, Peter King, quien dijo que todas las personas que publiquen secretos de la NSA deberían ser procesados, en una clara alusión a Greenwald.
David Gregory, del programa ‘Meet the Press’, le espetó a Greenwald: “Teniendo en cuenta que ha ayudado y secundado a Snowden, incluso en sus movimientos actuales, ¿por qué no se le podría acusar a usted de haber cometido delito?”. El autor asegura que la estrategia era llevar el debate interno en Estados Unidos hacia si se cometió o no un delito por parte de Snowden y él, en vez de reflexionar sobre la pérdida de privacidad de los ciudadanos. Greenwald también arremete contra los presentadores de televisión por su falta de independencia del poder político y económico.
Todo eso llevó a que, por primera vez en la historia, el Comité para la Protección de Periodistas emitiera un informe sobre Estados Unidos en octubre de 2012, en el que menciona que “la guerra contra las filtraciones es lo más agresivo desde la administración Nixon”.