Ser Rohingya
La etnia Rohingya está tipificada por los organismos internacionales como uno de los grupos humanos apátridas en más alto riesgo, sobre todo luego de la feroz limpieza étnica de la que fueron víctimas el pasado 2017. Se trata de migrantes forzados que se movilizan en la frontera entre Myanmar (Ex Birmania) espacio del que huyen y Bangladesh.
A cuatro años del último éxodo forzado masivo, en las últimas semanas volvieron a ser noticia, producto las catastróficas olas de incendios registradas en el campo de refugiados en Cox’Bazar (Bangladesh) que ha cobrado miles de muertos en un escenario de terror inconcebible.
El odio contra esta etnia tiene larga data, varias racionalizaciones de parte de sus opresores que intentan justificarse y múltiples manifestaciones. Entre algunas de las razones que arguyen sus perseguidores están aquellas que señalan el rol de los Rohingyas durante la Segunda Guerra Mundial, les responsabilizan de los asesinatos a profesantes budistas y del ataque a varias comunidades. A raíz de esto, con el paso de los años se exacerbaron los discursos de odio religioso, por lo que los Rohingyas fueron atacados por practicar la religión musulmana y por sus vínculos con la guerra santa.
Finalmente los Rohingyas son incriminados por la relación conflictiva entre Myanmar con el vecino Bangladesh, debido a los nexos de los indígenas con fuerzas políticas-armadas insurgentes del RSO (Rohingya Solidarity Organization) dónde son reclutados para protagonizar ataques suicidas, ser presas de las mafias organizadas de producción y tráfico de drogas que dominan en el llamado “Triángulo de oro”, o son capturados y sometidos a esclavitud sexual, violaciones, trata de personas, entre otros crímenes de lesa humanidad.
La paz para esta etnia parece aún lejana, mientras, muchos lloran a sus muertos y se exponen nuevamente a todos los peligros que conlleva el quedarse sin un espacio de resguardo. Las polarizaciones no están ausentes y estas en nada les ayudan, algunos ejemplifican y celebran la “resiliencia” de los Rohingyas, otros, descargan en ellos toda su ira y otros pocos brindan algún tipo de apoyo básico a corto y mediano plazo. Lo innegable es que hasta ahora lo único que conoció este pueblo es el lado más oscuro de la humanidad.
