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Punto de vista

Las FARC, Colombia y el pos-conflicto

Las FARC, Colombia y el pos-conflicto
27 de junio de 2016 - 00:00 - José Antonio Figueroa. Docente universitario

En La Batalla de Argel, uno de los filmes clásicos del cine anticolonial, dirigido por Gillo Pontecorvo, el líder del Frente de Liberación Nacional Argelino describía a Ali la Pointe la inmensidad del sacrificio de la guerra política. Sus palabras más o menos le decían que empezar una revolución era difícil, más difícil continuarla, dificilísimo vencerla, pero que solamente después de vencer empezaban las verdaderas dificultades. Un razonamiento similar podría hacerse ahora sobre la paz que han acordado las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el gobierno de Juan Manuel Santos, luego de largos 52 años en los cuales la confrontación entre las guerrillas y el Estado ha visibilizado las más profundas contradicciones del país y ha abierto heridas obligatorias de reparar.

¿Cuáles son algunas de las principales dificultades para la paz ahora que esta ha sido firmada? Las FARC y la izquierda colombiana tienen ante sí la ardua tarea de consolidar movimientos políticos en un escenario en el que la política de izquierdas ha sido la víctima principal del conflicto. En estos 52 años, las FARC no solamente han visto la muerte de sus principales cuadros sino que el genocidio que se propinó a la Unión Patriótica y que les costó la vida a dos candidatos a la presidencia, a 8 congresistas, a 13 diputados, a 70 concejales, a 11 alcaldes, a alrededor de 5.000 de sus militantes y a un indeterminado número de exiliados, fue un golpe incalculable a una militancia política que podría haber consolidado una propuesta de izquierda con opciones de gobierno. En el actual escenario, el movimiento que surja de los acuerdos de La Habana tendrá que hacer acopio del acumulado político que ha logrado conformarse en las últimas décadas en medio de las dificultades, haciendo efectivos los acuerdos logrados en La Habana sobre garantías de participación.

Otro gran escollo tiene que ver con la vigencia del paramilitarismo. En este punto el acuerdo de La Habana tiene que ver con el compromiso que ambas partes firmaron sobre reparación a las víctimas, justicia y no repetición. Los más de 52 años de conflicto han causado más de 7 millones de víctimas, entre muertos, heridos, desplazados y desalojados, de los cuales la mayoría está ubicada en las áreas rurales. Las FARC anunciaron su compromiso de asumir sus responsabilidades, y hay que esperar a ver la materialización de los acuerdos en lo que tiene que ver con las responsabilidades del Estado, de las Fuerzas Armadas, de los terratenientes y de los gremios económicos. Sabiendo del papel fundamental del narcotráfico en la consolidación de la violencia y del paramilitarismo es indispensable un diálogo nacional sobre cultivos ilícitos y narcotráfico que conduzca hacia su descriminalización y al control por parte del Estado, lo cual no puede hacerse sin la comunidad internacional.

Otro desafío está en el campo de la cultura. En Colombia el control monopólico de los medios de comunicación por parte de los grupos de poder ha colocado la idea de que el problema de Colombia se reduce al problema de las FARC y que el problema de las FARC es un asunto de terrorismo, idea repetitiva que ha calado especialmente en sectores de clase media urbana, claves para la disputa política. Hace pocos días en un programa del canal RCN, luego de una perorata ultraderechista en contra de los diálogos de La Habana, la senadora Claudia López no aguantó más y se marchó del set luego de acusar al canal de querer usar su presencia para aparecer como pluralistas. Estos canales también han sido fundamentales para posicionar el neoliberalismo que hoy campea en el país.

La izquierda colombiana tiene grandes desafíos para transformar una inequitativa y excluyente realidad. En un contexto de apuesta por la paz hay que dignificar la política como única ruta para conseguir esas transformaciones. (O)

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