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La falsa presunción terrorista en Europa

La falsa presunción terrorista en Europa
14 de agosto de 2012 - 00:00

Entre 1977 y 1984, en efecto, los servicios de inteligencia suizos exploraron indicios en Europa y América Latina sobre presuntas conexiones de los Montoneros con bandas terroristas como las Brigadas Rojas en Italia, los GRAPO en España y el liderado por el venezolano Ilich Ramírez, alias Carlos. La exhumación de ciertos papeles secretos sacados a la luz por los Archivos Federales de la Confederación Helvética trazan un seguimiento altisonante de las huellas guerrilleras latinoamericanas. Escrutan en la trama que incluye al MIR de Chile y a los Tupamaros de Uruguay, pero no aportan ninguna información tangible que la insurgencia armada en el Cono Sur haya formado parte de la   nebulosa terrorista en la que la inscribió el discurso dominante de las policías del Viejo Continente durante la “guerra fría”.

El interés suizo por los Montoneros aparece en 1977, un año en que coinciden una serie de comunicaciones. Las más antiguas fueron engendradas por el consejero Héctor Martínez Castro, de la Embajada de Argentina en Berna, empeñado en conseguir la captura del primus inter pares de los Montoneros, Mario Eduardo Firmenich, una requisitoria que el Ministerio suizo de Justicia y Policía echó a dormir, arropada en vicios de forma y argucias jurídicas. Tal actitud evidencia la voluntad persecutoria de la dictadura militar para con el jefe de la guerrilla peronista, la cual desarma las teorías que Firmenich fue un agente del régimen castrense y que actuó en la oscuridad para destruir a los Montoneros desde adentro, versión sostenida, entre otros, por el periodista estadounidense Martin Andersen en su libro El mito de la guerra sucia, editado en Argentina por Planeta en 1993, y por el diario La Nación de Buenos Aires. (1)

Dos otros “subversivos” se añadieron a la lista de solicitudes de arresto “con fines extradicionales” formuladas por el obstinado diplomático Martínez Castro, cuyas razones se remiten al aislamiento internacional que trataba de neutralizar la Junta Militar. Les preocupaba el abogado Rodolfo Mattarollo y la dirigente de la rama femenina de los Montoneros, Lidia Masaferro, los cuales nunca fueron inquietados en Suiza a pesar de sus constantes visitas durante esos años para presentar denuncias en la ONU por violaciones de los derechos humanos en Argentina. Quizá no sea ocioso rememorar que fue justamente Mattarollo, mandatado por la Comisión Internacional de Juristas (CIJ), y Masaferro, acreditada por la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU), con oficinas en Madrid, quienes desde el verano europeo de 1976 iniciaron en solitario la batalla diplomática en la sede de Naciones Unidas en Ginebra contra el ominoso embajador argentino Gabriel Martínez, ferviente encubridor de los crímenes de las Fuerzas Armadas.

Quizá motivados por las alegaciones provenientes de la Cancillería en Buenos Aires, que tenían por blanco preferencial a Firmenich, se explican las fotocopias cronológicamente recolectadas por las P26 y P27. Unas provienen de la Embajada Suiza en Italia. Otra, emanada de la Policía de Ginebra, fue suscrita por el inspector Claude Monnier, un funcionario entrenado en las escuelas militares estadounidenses del Canal de Panamá que hablaba perfectamente el castellano.

Es así que desde Roma brotan las reproducciones de los documentos falsos de identidad utilizados por Firmenich en su paso por la aduana italiana, quien abandonara la Argentina al cierre de 1976 para ponerse a salvo del desmantelamiento que sufría la organización bajo su mando a raíz de la represión desatada contra ellos dentro de la geografía local.

A una cédula de la Policía Federal con su foto, a nombre de Juan Domingo Morelli, nacido en 1948, domiciliado en Ramos Mejía, Buenos Aires, la acompaña la primera página del pasaporte de Julio Raúl Labarre, nacido el 9 de julio de 1952 en Río Cuarto, Córdoba, que los suizos aventuran portaba Fernando Vaca Narvaja, uno de sus lugartenientes.

La delegación diplomática helvética en Italia transmitió asimismo una serie de notas sobre Montoneros, advirtiendo que entre sus colaboradores figuraba el cantante francés de origen armenio, Charles Aznavour, recomendando vigilar su residencia de vacaciones en Crans-sur Sierre, en el cantón de Valais, de la región suiza de habla francesa.

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