Programa de inteligencia artificial Philyra crea perfume para millennials
La inteligencia artificial crea perfumes sin poder oler. El Día de los Enamorados saldrá en Brasil un perfume creado por un programa que combina ingredientes de una forma que a ningún humano se le hubiera ocurrido.
El programa de inteligencia artificial se llama Philyra, y tanto desarrolladores como usuarios concuerdan en que se trata de una “mujer”, cuenta en tono de broma el perfumista David Apel.
Desde luego que la llamada “inteligencia artificial” no tiene conciencia ni género. Es solo un sistema informático, una red de neuronas artificiales creada para almacenar, procesar y recombinar grandes cantidades de datos. Además, no puede ni oler ni analizar fragancias en el aire. Sin embargo, esta es la nueva empleada del fabricante de fragancias Symrise en Nueva York. “Yo la entrené, y ahora es ella la que me entrena a mí”, dice Apel, perfumista desde hace 39 años, refiriéndose en femenino a este programa de inteligencia artificial que fue desarrollado en una cooperación entre Symrise e IBM Research.
La primera creación de Philyra sale al mercado el “Día de los Enamorados”, la versión brasileña de San Valentín, el 12 de junio. El perfume está dirigido a los millennials, personas nacidas en los años 80 o 90.
La biblioteca de las fragancias
Hacer un perfume es como preparar un buen plato. Según Apel, los perfumistas disponen de aproximadamente 1.300 sustancias para crear una nueva fragancia. Estas son, en parte, sustancias sintéticas, en parte extractos de flores, frutas, musgos y especias. Un perfumista combina varios ingredientes y ajusta la fórmula hasta que sale una fragancia nueva y agradable.
El sistema de inteligencia artificial Philyra basa su conocimiento en un archivo de datos, que comprende la composición de casi 1.7 millones de perfumes. También sabe en qué país, a qué edades y a cuál sexo se ha vendido más una fragancia en particular. “Entre todas estas creaciones, el sistema busca un espacio, y posibilidades que nadie había aprovechado, hasta ahora”, explica Apel.
El perfumista no tiene miedo de que Philyra lo deje sin empleo. Lo ve más como un trabajo de equipo entre hombre y máquina. “Así puedo ver fórmulas de perfumes que nunca hubiera imaginado”, dice Apel, porque el conocimiento y la experiencia a menudo limitan: “Tiendo a preferir ciertos ingredientes y quiero hacer un tipo de fragancia muy específico”.
Philyra trabaja sin influencias
“Es universal”, explica Achim Daub, miembro de la junta de Scent & Care en Symrise. Además, el sentido del olfato no importa en el negocio de los perfumes. “Sé cómo huele un perfume cuando conozco su composición. Y eso es lo que hace Philyra”, agrega Daub.
“Sin el aprendizaje automático, una cosa así sería imposible”, dice Katharina Morik, profesora del Departamento de Inteligencia Artificial de la Universidad Técnica de Dortmund. Hasta hace unos años, las computadoras eran tan inteligentes como el conocimiento con el que se alimentaban. Con el aprendizaje automático, especialmente el “aprendizaje profundo”, un sistema informático puede ahora generar conocimiento basado en la experiencia, reconocer patrones en ejemplos y generalizar estos ejemplos.
Gracias a su base de datos, utilizando el aprendizaje automático, el programa descubrió cómo combinar los muchos ingredientes de un perfume, dice Joana María, investigadora de IBM Research involucrada en el desarrollo del Philyra. “Ella ha aprendido qué funciona bien; cuál sustancia puede ser reemplazada o cuáles combinaciones gustan más en los distintos mercados”.
La compañía cosmética O Boticário encargó tres versiones diferentes del perfume para el “Día dos Namorados” en Symrise: un jurado eligió entonces la fragancia que más les gustó, sin saber qué versión era. “La gran mayoría optó por el perfume 100% hecho en computadora”. (I)