Entre las 84 víctimas hay extranjeros; 52 personas se debaten entre la vida y la muerte
Francia se convierte en el objetivo prioritario de los yihadistas
Ocho meses después de la matanza del 13 de noviembre en París, el terrorismo entendido como un acto inhumano perpetrado para expandir el terror entre la población, volvió a sumergir a Francia en un túnel de pavor justo en el día que celebraba su fiesta nacional.
Poco importa ahora a la ciudadanía aterrada si el autor de la masacre de Niza, el francés de origen tunecino Mohamed Lahouaiej Bouhlel, actuó por motivaciones religiosas o por despecho al estar en trámites de divorcio de su actual esposa. Lo que ha marcado de verdad a millones de personas son los 84 cadáveres que dejó desparramados en el turístico Paseo de los Ingleses de la ciudad costera y el destino que aguarda a otros 52 visitantes de los festejos del día de la Patria que con graves lesiones se debaten entre la vida y la muerte.
Aunque no sirva de consuelo, los últimos datos sobre el perfil del atacante aportados por la investigación indican que Mohamed Lahouaiej no era un musulmán practicante, que su vida familiar era un verdadero desastre y que figuraba en los archivos policiales desde el año 2000 por delitos de delincuencia común, entre ellos violencia doméstica y robo. Ni una sola pista que lo relacione con el yihadismo radical, de momento. Lahouaiej no podrá explicar los motivos que lo empujaron a realizar semejante locura porque fue abatido por disparos de la policía local de Niza.
Entre las víctimas hay franceses, canadienses, suizos, estadounidenses, tunecinos, armenios, ucranianos, marroquíes y rusos aunque los médicos forenses que trabajan a destajo desde la noche del miércoles anuncian que habrá que esperar unos días para determinar la identidad del resto de fallecidos y su nacionalidad.
La embajadora de Ecuador en París, María de la Paz Donoso, confirmó a la agencia Andes que no existen ecuatorianos fallecidos ni heridos tras el atentado.
El impacto del ataque y el dolor provocado es tan superlativo en Francia que hasta el presidente de la República, Françoise Hollande, mostró ayer síntomas de perplejidad ante lo que había contemplado: Un camión de varias toneladas de peso arremetiendo a toda velocidad contra las 30.000 personas que a esas horas de la noche (23:00 local) contemplaban con alegría el fastuoso colofón de fuegos artificiales que el Ayuntamiento de Niza había preparado como despedida al Día Nacional de Francia en el incomparable marco del paseo marítimo.
La seguridad se redobló
La reacción de Hollande fue redoblar la postura belicista que adoptó después de los ataques que el autodenominado Estado Islámico (EI) perpetró en París en noviembre, cuando asesinó a 130 personas.
Por el momento, el gobierno galo no ha hecho ninguna mención a la inexistente vinculación del autor con el yihadismo ni tampoco, a diferencia de los atentados parisinos, a la ausencia de una reivindicación oficial del Estado Islámico.
La conmoción que ha producido en Francia este atentado es tan sobrecogedora que la mayoría de la población solo percibe que su país ha sido alevosamente atacado otra vez, 8 meses después de aquellos devastadores atentados preparados por yihadistas radicales en el Stade de France, en sus bares y en una sala de conciertos que cambiaron su convivencia para siempre.
Algunos analistas no albergan dudas de que este trágico suceso ha hecho tambalear la presidencia de Hollande, ya en la recta final de su mandato y con unos índices de popularidad debajo del mínimo.
Políticos como la ultraderechista Marie Le Pen, cuya popularidad está por las nubes, aprovechó la sacudida emocional y, sobre todo, la sensación de vulnerabilidad que crece entre la ciudadanía francesa para echar más leña al fuego con un comunicado en el que exige medidas de acción inmediata y que se eleve la represión en todo el país. “La guerra contra el fundamentalismo islamista no ha comenzado. Es urgente declararla ahora”, señala la líder del xenófobo Frente Nacional.
La angustia, la rabia, el espanto y la tristeza se han asentado en todo el país en un duelo difícil de elaborar. Por el momento, el gobierno ha prolongado el estado de excepción, que concluía el próximo día 26, tres meses más al considerar que todo el país “está bajo la amenaza del terrorismo radical”.
Atacante tenía una granada
Sobre el autor de la masacre comienzan a conocerse algunos detalles reveladores. Las fuerzas de seguridad ya saben que Mohamed Lahouaiej Bouhlel tenía 31 años, que había nacido en Túnez pero contaba con nacionalidad francesa, que vivía en el norte de Niza y que había alquilado el vehículo con el que cometió la matanza en la localidad de Saint-Laurente-du-Var.
Además de ser un delincuente habitual, se hallaba en trámites de divorcio y era padre de tres hijos. Era un hombre solitario y silencioso, que ni siquiera guardó el ayuno pertinente durante el mes del Ramadán que concluyó el 6 de julio. Y otro dato importante: la última vez que visitó su país de origen fue hace cuatro años. La noche que perpetró la masacre, Lahoueaiej Bouhlel viajaba solo en el camión. Entre sus ropas encontraron el carné de conducir, una tarjeta bancaria, un celular y una pistola calibre 7.65 que utilizó antes de ser abatido por la policía, según afirmó ayer el Ministerio del Interior.
En la cabina del vehículo había más armas: varios fusiles falsos y una granada inutilizada, indicaron fuentes policiales a la agencia France Presse. (I)