Chilenos eligen con la esperanza de cambios
Dado el escenario económico mundial y el contexto latinoamericano, Chile arroja cifras azules. La economía ha crecido a un ritmo anual de 5%, el desempleo es de un 5,7% (el más bajo en años), el ingreso per cápita es de 18 mil dólares, la inflación está controlada y las finanzas en orden. Santiago, la capital, es una urbe moderna, con espacios para festivales internacionales como Lollapalooza y amplias posibilidades de recreación. Sin embargo, en el país reina una sensación de descontento por las enormes desigualdades sociales.
No hay semana en que no se registre una marcha o protesta y los reclamos para modificar el sistema de libre mercado heredado del régimen de Augusto Pinochet son cada vez más fuertes.
Con este contexto, los chilenos acudirán hoy a las urnas para elegir a su próximo presidente. Según las encuestas, Michelle Bachelet (centro-izquierda) volverá a La Moneda y obtendrá una diferencia holgada respecto de su rival de derecha, Evelyn Matthei. Con la excepción de la candidata oficialista, los otros ocho candidatos que participaron en la primera vuelta del 17 de noviembre levantaron la bandera del descontento y las injusticias sociales como los principales temas de campaña.
Precisamente, las elecciones en Chile han estado marcadas por las masivas movilizaciones de los estudiantes secundarios y universitarios que desde 2006 en adelante han exigido educación gratuita y de calidad. Bachelet ha prometido cambios radicales en el sistema educacional, pero su programa genera desconfianza en los movimientos y federaciones estudiantiles. “La relación con Bachelet parte sobre la base de la desconfianza”, ha dicho Melissa Sepúlveda, la nueva presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), la más importante del país desde donde surgió la diputada electa, Camila Vallejo.
Bachelet, de 62 años, se presenta con un programa diferente respecto del que fue electa en 2005 y esta vez no solo quiere llevar adelante una reforma educacional, sino que también una reforma tributaria y un cambio en la Constitución heredada de Pinochet. Esto último podría realizarse por medio de una Asamblea Constituyente. Ahora, la Concertación pasó a llamarse Nueva Mayoría e incluye el Partido Comunista.
Lo que se le critica a la Concertación es que en 20 años (1990-2010) no realizó la transformación necesaria postdictadura, mientras que la gestión de Piñera tampoco supuso un cambio de estilo ni el gobierno “de excelencia” que prometió con bombos y platillos en 2010. Por ello, ahora han explotado las abismales fallas en educación, salud y pensiones.
Los reclamos por una sociedad más equitativa estallaron precisamente durante el gobierno de Bachelet (2006-2010) con la llamada “revolución pingüina”, cuando miles de estudiantes secundarios salieron a las calles para exigir educación gratuita y de calidad. A este movimiento luego se sumaron los universitarios, que en 2011 y 2012 repletaron la Alameda –la principal arteria de Santiago- decenas de veces para exigir lo mismo. Los estudiantes generaron un punto de quiebre para la sociedad chilena, que ya no ve con buenos ojos que prácticamente todos los estamentos se privaticen.
Terremoto
El alto costo familiar que implica que los jóvenes acudan a la universidad ha golpeado a la clase media y por eso la mayoría de los nueve candidatos presidenciales ha prometido mejorar o sencillamente cambiar el sistema educacional. Las diferencias sociales en Chile son abismales, aunque la pobreza se redujo desde un 37% en 1990 a un 15% en 2011. Pero, por ejemplo, solo unos pocos pueden estudiar en un colegio privado (10% del sistema educacional). Y son los alumnos de esas instituciones los que acceden a las universidades. A ello se suman los altos costos de las viviendas, que aumentaron de manera considerable después del terremoto de febrero de 2010. En 2012 el precio de los arriendos aumentó un 20%. Desde 2004, el precio de las viviendas creció un 37%. Y las pensiones son bajas. Para 2014 se prevé un crecimiento económico de 4%. El terremoto desnudó las desigualdades de Chile y la urgencia por mejor infraestructura. Fue en ese momento en que muchos chilenos se dieron cuenta que la imagen de Chile como el “jaguar de América Latina” –frase acuñada en la década del 90- no era tal. De hecho, el 0,1% de los chilenos de mayor poder adquisitivo percibe el 18% de los ingresos totales del país.
Además, Chile posee un sistema electoral diseñado por Pinochet que asegura que las dos grandes coaliciones (Nueva Mayoría y Alianza) se repartan el poder casi por igual en el Congreso. Es decir, los partidos más pequeños o los independientes prácticamente tienen nulas opciones de representación aunque consigan un importante número de votos. A este sistema se lo denomina “binominal”.
¿Giro a la izquierda?
El analista político Max Colodro explicó a EL TELÉGRAFO que “el programa de Bachelet representa un importante giro a la izquierda, refrendado con la incorporación del Partido Comunista al nuevo gobierno. Bachelet y la Nueva Mayoría acogieron gran parte de las demandas sociales y las ofrecieron como propuesta de gobierno”.
Por ello, la futura presidenta gobernará con una enorme presión y los movimientos sociales podrían jugarle en contra. Dijo a EL TELÉGRAFO el analista político y exdirector de Flacso, Claudio Fuentes, que Bachelet tiene tres desafíos: “primero, establecer consenso político para viabilizar la reforma tributaria, la reforma en educación y la nueva Constitución; segundo, establecer un canal para anticipar y provocar mecanismos de resolución de conflictos sociales en un contexto de alta demanda social y tercero, compatibilizar las demandas del sector productivo con aquellos de la sociedad”.
Fuentes plantea que es improbable que gire más hacia la izquierda porque “es difícil que tenga una mayoría suficiente en el Congreso para gobernar sola”.
