Como “una realidad en proceso” define el académico del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) a la integración de América Latina, en un contexto en el cual países como Chile, Colombia, Perú y México apuestan por el libre mercado; Venezuela aún lidia con la pérdida de Hugo Chávez, líder de la integración bolivariana; y, Ecuador afronta las negociaciones comerciales con la Unión Europea. El politólogo ofrece un amplio panorama sobre la integración y deja abiertas algunas interrogantes.

¿Qué países marcan el ritmo de la integración en América Latina?

México, Venezuela y Brasil. México, con una apuesta muy clara por la integración con América del Norte, a través del Nafta (Tratado de Libre Comercio con América del Norte, por sus siglas en inglés). Venezuela, por intentar rescatar el ideal bolivariano y darle una forma un poco sui géneris, en el sentido de su adaptación a la realidad del siglo XXI y todo lo que implicaba la propia visión política del presidente Hugo Chávez. Y Brasil porque siempre se dice que América Latina irá a donde ese país vaya. Desde que México decidió integrarse a Estados Unidos y Canadá a través del Nafta, Brasil puso en marcha una operación político-diplomática que consistió en construir la idea de América del Sur como una región, no solo geográfica, sino política, económica y de integración en la cual el líder natural sería Brasil. El resto de los países tiene una importancia relativa, pero se mueve mucho en función de esos 3.

En la conferencia ‘Integración, libre comercio y globalización en América Latina’ que se realizó en Montevideo a inicios de marzo, el expresidente colombiano Ernesto Samper instó a los gobiernos latinoamericanos a “desideologizar” la integración regional, ¿cómo ve ese pedido?

Me parece una falacia. Siempre que se habla de desideologizar se está  pensando en que las políticas no sean de izquierda. No nos olvidemos que las políticas de libre comercio son igual de ideologizadas que las políticas que abogan por cerrar los mercados, por protegerlos, o por sustituir importaciones. Cuando escucho hablar de  desideologizar creo que hay que traducir como “tenemos que ser más pragmáticos, tomar opciones de integración que sean mucho más promercado”. Tanto la Alianza del Pacífico como la ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) están ideologizadas. La cuestión es que unos lo manifiestan más, como es el caso de la ALBA, y no hago juicios de valor sobre eso,  mientras la Alianza del Pacífico lo disfraza bajo el mando del pragmatismo y del buen sentido de la búsqueda de opciones comerciales.

¿Cómo se ubica el Ecuador en este contexto?

El caso del Ecuador es bastante paradigmático. Se encuentra en una situación que casi llamaría de callejón sin salida. Por una parte, la ALBA es importante, pero no es suficiente para garantizar una mayor ampliación de cuotas de mercado ni una exportación más intensa por parte del país. Por otra parte, el horizonte del ingreso del Ecuador en Mercosur (Mercado Común del Sur) es bastante lejano y aunque pueda concretarse, el presidente Correa ha advertido que será necesario que las naciones del Mercosur consideren la circunstancia particular del país que tiene una economía dolarizada. En el Mercosur, el Ecuador va a exigir una adaptación de medidas por parte de los países miembros y eso va a llevar su tiempo.

EN BREVE

Bruno Ayllón: Docente e investigador ‘Prometeo’ en el IAEN. Es doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid y especialista en integración regional en el Mercosur por la Universidad de San Pablo, Brasil. 

¿Cómo mira las relaciones entre Ecuador y la Unión Europea, considerando que las preferencias arancelarias con ese bloque vencen este año?

Eso va a implicar que el 1 de enero de 2015, si no se llega a ningún acuerdo con  la Unión Europea, los exportadores ecuatorianos tendrán que pagar cerca de             $ 500 millones en aranceles, sin hablar de la pérdida de competitividad de los productos ecuatorianos que va a favorecer a países centroamericanos o a Colombia que ya tienen mecanismos de accesos y preferencias con la Unión Europea. Ecuador necesita construir unas alternativas de integración que —sin renunciar a sus principios políticos— impliquen la consideración de altos niveles de pragmatismo, y ahí hay un caso muy concreto que es la Alianza del Pacífico.

Esa es una iniciativa que empezó 3 años atrás, ¿cómo valora su avance?

Se presenta como la nueva estrella de la integración. Creo que hay que esperar, los procesos de integración son como el amor: al principio llenos de buenas intenciones, pero luego cuando va pasando el tiempo, la concreción de las cosas es más difícil. Entonces estamos en la fase de enamoramiento (también de los mercados) hacia la Alianza del Pacífico porque tiene una mirada abierta al Pacífico como una zona económica de gran dinamismo. Ecuador evidentemente no puede seguir construyendo su política comercial de espaldas al Pacífico y no puede hacerlo solo; es decir, ser una especie de llanero solitario es bastante complicado porque en el país la estructura productiva no es diversificada, no es altamente tecnologizada. Creo que es urgente pensar de qué manera se pueden  conciliar los principios de la política exterior del Gobierno ecuatoriano y los intereses comerciales de un sector de la población que genera mucho empleo porque si esto se afecta puede tener consecuencias directas sobre la calidad de vida de las personas.

¿Las políticas actuales apuntan hacia renovar las negociaciones con la Unión Europea?

Tenemos sectores dentro del Gobierno que son contrarios a ese acuerdo. Vemos que el Ministerio de Comercio Exterior lleva la batuta en las negociaciones, mas no la Cancillería. Hace falta un gran diálogo dentro del Gobierno, pero también un diálogo con la sociedad ... y sobre todo más investigación sobre los impactos positivos y negativos de las negociaciones con la Unión Europea. Si no se alcanza un acuerdo en los términos en los que se plantea, se debe saber cuáles son las alternativas. De poco vale criticar la globalización y no saber cuáles son las alternativas a la misma. En ese sentido, me gustaría saber cuáles son las alternativas que existen en un escenario donde, comercialmente, Ecuador ve cómo su espacio se reduce.

De otro lado, ¿cómo se proyecta el futuro mapa económico mundial?

Hay 2 grandes negociaciones que van a reconfigurar el panorama del comercio internacional en los próximos 20 años que son el TPP (Asociación Transpacífica, por sus siglas en inglés) y el TTPI (Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión). Ahí se están generando 2 grandes megabloques comerciales en los que Estados Unidos quiere integrar  a aquellos países latinoamericanos que ya tienen tratados de libre comercio: México, Chile, Perú -que forman la Alianza del Pacífico-. En esa perspectiva, Ecuador se queda casi fuera de juego. No dejo de relacionar (esto) con un estancamiento de la ALBA que ha dado todo lo que tenía que dar y no veo que se pueda redinamizar. Se reconocen sus conquistas y el éxito relativo del mecanismo de pagos del Sucre, pero están haciendo mella el impacto de la muerte del presidente Chávez, la menor generosidad de Venezuela hacia estos países por su situación interna y la pérdida de impulso político. No entro a hablar de Unasur y Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) porque no los veo como procesos de integración clásicos. No son procesos de integración económica o comercial, sino de integración del modelo de regionalismo posliberal que apuesta más por la integración política. En el mapa de hoy aparece un sistema de integración centroamericano que funciona relativamente bien, un Caricom (Comunidad del Caribe) que tiene sus problemas, un Mercosur que en lo comercial está en horas bajas, una Alianza del Pacífico que está en horas altas, pero hay que ver qué pasa después y una ALBA que está bastante estancada.

¿Qué pasa con Brasil?

Aunque en la retórica se diga que sí le interesa la integración en la realidad uno ve que Brasil juega en otras ligas. Está jugando en los Brics, está jugando en África y también con la Unión Europea. En cambio, para un país pequeño, la integración no se presenta como una alternativa, sino como una necesidad.

Hablemos de la cooperación Sur-Sur, ¿cuánto ha avanzado el Ecuador?

Ecuador no tiene un fondo para la cooperación Sur-Sur y la demanda de crear un fondo para esa cooperación es urgente. También se debe considerar la reorganización de las estructuras institucionales de la gestión de la cooperación. Creo que la Senplades (Secretaría Nacional de Planificación) y la Seteci (Secretaría Técnica de la Cooperación Internacional) deben estar más unidas.  Es necesario que Ecuador considere una Ley de Cooperación Internacional, como es el caso mexicano, que regule la cooperación ofrecida, pero también la recibida.

Según las últimas estadísticas de la Secretaría General Iberoamericana de 2011, el Ecuador recibió en total 37 proyectos de cooperación de países latinoamericanos, de los cuales 10 fueron de  Brasil y 9 de México y el mismo número de Argentina. Del otro lado, Paraguay y Venezuela son los primeros receptores de colaboración ecuatoriana con 3 proyectos cada uno. Les siguen El Salvador con 2, Perú y República Dominicana con  1, respectivamente. Son dimensiones muy modestas, pero con grandes potenciales de incrementarlas

Finalmente, ¿la integración es una realidad o una utopía?

Es una realidad en proceso. Realidad porque hay un deseo integracionista, mecanismos institucionales, una serie de procesos de integración económica, política, social y cultural que es innegable. Hay una recuperación también de la propia confianza e identidad latinoamericana. Sin embargo, hacen falta resultados. Si la integración no es una herramienta para el desarrollo de los pueblos, la integración no interesa porque no aterriza ... mejorando la vida de la gente.