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El Telégrafo
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Estructura productiva y apertura comercial

Estructura productiva y apertura comercial
27 de enero de 2014 - 00:00

En la discusión pública sobre los procesos de apertura comercial se enfatiza en los efectos sobre las exportaciones y se prescinde de los efectos sobre las importaciones. Para que el sector externo de la economía genere un resultado positivo de demanda agregada sobre la producción nacional, las exportaciones netas deben ser positivas; es decir, las exportaciones deben ser mayores que las importaciones (gráfico 1).

Estimaciones recientes realizadas por el Ministerio Coordinador de Política Económica muestran que la elasticidad de las exportaciones totales respecto del producto interno bruto (PIB) mundial es cercana a 1, mientras que la elasticidad de las importaciones respecto al PIB doméstico es cercana a 2. Esto responde a la estructura productiva del país y a su patrón de especialización.

En ese marco, existe la posibilidad de que, dada la estructura productiva actual, la apertura comercial, sin las debidas “salvaguardias”, afecte los términos de intercambio e incremente la presión sobre la balanza comercial. De acuerdo con el economista noruego Erik Reinert, autor del libro How Rich Countries Got Rich and Why Poor Countries Stay Poor (Cómo los países ricos se volvieron ricos y por qué los países pobres se mantienen pobres), para que un país pueda aprovechar mejor las oportunidades del comercio mundial, su estructura productiva debe tener una mayor diversidad de actividades económicas industriales con retornos crecientes de escala (es decir, a mayores volúmenes de producción se reducen los costos de producción).

Si, por el contrario, la estructura productiva y sus exportaciones se basan en recursos naturales y materias primas, la apertura comercial tenderá a especializar al país en actividades económicas con retornos decrecientes de escala y, por tanto, a predestinarlo a una situación de divergencia respecto de los ingresos per cápita de los países desarrollados. Históricamente la industrialización ha sido el motor del desarrollo económico de los países actualmente avanzados, así como de los países emergentes que han logrado converger económicamente en las últimas décadas.

Esto se debe a que la manufactura está compuesta de actividades económicas con retornos crecientes de escala. Economistas de diferentes orientaciones teóricas coinciden en la importancia de la manufactura en los procesos de desarrollo económico de los países.

Por ejemplo, el economista neoclásico de origen turco, Dani Rodrik, lo resalta en su libro Una Economía, muchas recetas, y el noruego Reinert, economista evolucionario (tendencia contrapuesta a la economía neoclásica), lo enfatiza en el texto antes citado. Para este último, es importante no confundir el libre comercio como conductor de progreso con el libre comercio como causa del progreso.

Esto implica no negar la importancia que tiene el comercio mundial, sino saber cómo y cuándo un país puede aprovecharlo mejor en función de su desarrollo y buscando el bienestar de la población. El economista holandés, Rob Vos, en su artículo What we do and don’t know about trade liberalization and poverty reduction (Qué sabemos y no sabemos acerca de la liberación del comercio y la reducción de la pobreza) señala: “Hemos aprendido también que si se quiere crecer más rápido (y probablemente tener una mayor reducción de la pobreza), importa más lo que s e exporta y cuán diversificadas son las exportaciones que cuánto se comercia. Esto requiere de políticas más activas de desarrollo industrial y de otros sectores de producción que acompañen (o incluso precedan) la liberalización del comercio”.

Por lo tanto, la estrategia nacional para el cambio de la matriz productiva se torna fundamental.

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