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El Telégrafo
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Redundancias cotidianas

Redundancias cotidianas
10 de febrero de 2014 - 00:00

Como ya he comentado varias veces en esta columna, el principio de la economía del lenguaje es quizás el más importante de los que rigen una lengua. Este principio se resume en la capacidad de expresar algo con la menor cantidad de palabras y, sobre todo, eliminar aquello que está de más y que evita que el mensaje se transmita adecuadamente. Muchas veces atentamos contra este principio porque pensamos que usar más palabras para explicar algo nos da prestigio, pero no es así; precisamente lo que da prestigio es la capacidad de decir mucho en un espacio reducido y de una manera clara.

Nuestro lenguaje cotidiano, aquel que se pasea campante por la calle y por los medios de comunicación, está plagado de expresiones redundantes que hacen temblar al principio de economía. Se trata de expresiones que de tanto escuchar pueden parecer correctas e incluso elegantes, pero que contienen ideas repetidas; en esta ocasión revisaré algunas de ellas.

Quizás las redundancias más comunes son ‘subir arriba’, ‘bajar abajo’, ‘entrar adentro’ y ‘salir afuera’. Como ven, estas encierran una repetición de ideas, pues no podemos bajar arriba, subir abajo, salir adentro o entrar afuera; entonces, con solo escribir los verbos nos bastaría, porque la dirección ya está implícita.

Otra expresión que se escucha a menudo es la de ‘totalmente gratis’. Esta es redundante porque si algo es gratuito significa que no tiene costo, pues si fuera gratuito a medias, tendría costo y ya no sería gratis. ‘Lleno completo’ o ‘completamente repleto’ son expresiones similares. Algo no puede estar lleno o repleto hasta la mitad, debe estarlo completamente; por lo tanto, es suficiente con decir que algo está lleno o repleto.

También es muy común escuchar (o leer) acerca de ‘tráficos ilícitos’, ‘falsos pretextos’ o ‘arsenales de armas’. En el primer caso, recordemos que no existen tráficos legales, el hecho de traficar implica ya un acto ilícito o ilegal. En cuanto a los ‘falsos pretextos’, veamos cómo define la RAE a pretexto: “Motivo o causa simulada o aparente que se alega para hacer algo o para excusarse de no haberlo ejecutado”. Como podemos comprobar con esta definición, no se puede hablar nunca de un pretexto verdadero. Por último, hablar de un arsenal de armas también es redundante, porque un arsenal es, precisamente, un depósito de armas. No pueden existir, por ejemplo, arsenales de comida o de libros.

Para terminar, otro ejemplo: ‘hemorragia de sangre’. Esta expresión me causa gracia porque el prefijo hemo- significa sangre, por lo tanto, es imposible que exista una hemorragia de otro fluido (por ejemplo, pus o saliva). Estos son pocos ejemplos de las redundancias que se usan cotidianamente y a las que muchas veces se recurre para dar prestigio a lo que decimos. Recordemos siempre que es importante economizar, no vaya a ser que por querer decir demasiado nos quedemos sin nada.

 

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