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Mamá Vudú: la oración matinal del indie ecuatoriano

Édgar Castellanos y Roger Ycaza , los liristas de Mamá Vudú. Crédito: John Guevara, archivo EL TELÉGRAFO
Édgar Castellanos y Roger Ycaza , los liristas de Mamá Vudú. Crédito: John Guevara, archivo EL TELÉGRAFO
27 de julio de 2015 - 00:00 - Fernando Escobar Páez. Escritor

Los músicos actuales están mejor educados y tienen mayores ambiciones creativas que sus antecesores. Es probable que, según disminuyen los rendimientos del trabajo musical, los quehaceres literarios luzcan más atractivos. Puede ocurrir que la famosa triada (“sexo, drogas y rock ’n’ roll”) tenga ahora más mito que realidad: la disciplina de escribir ayuda a anclar vidas profesionales marcadas por la incertidumbre.

Diego Manrique (El País, 2015). ‘La pasión literaria de los músicos de rock’

Han transcurrido veintitrés años desde que unos estudiantes ambateños radicados en Quito asistieron a un concierto de Mano Negra en la Plaza San Francisco, aquel donde Manu Chau se lanzó del escenario ganando un épico golpe contra el pavimento, y extasiados por el show de los franceses -y algunas copas de más- iniciaron los sacramentos que darían vida al grupo musical Mamá Vudú. En todo ese tiempo, la banda ha mantenido una ética de trabajo que impulsa la profesionalización del músico nacional y la importancia de su formación intelectual por medio de lecturas iconoclastas. Y aquello ha convertido al grupo en influencia para la mayoría de bandas de rock ecuatorianas que surgieron a lo largo de la última década. Gracias a su labor como gestores culturales, los Vudú han creado espacios para que estas agrupaciones se desarrollen, por ello se puede considerar a Mamá Vudú como la agrupación motor de la escena del rock indie ecuatoriano.

Es necesario aclarar el término indie dentro de su acepción musical, como una postura ética y estética influenciada fuertemente por el do it yourself del punk de los años setenta, en el que las propias bandas se encargaban de gestionar su carrera, prescindiendo de los grandes sellos discográficos y de los agentes que convirtieron al rock and roll en farándula y excesos pantagruélicos que solo cabían en grandes arenas. Al quedarse con el control comercial de su trabajo, las bandas perdían dinero y oportunidades, pero conservaban lo más importante: el control creativo.

En Ecuador, por la falta de una industria musical, prácticamente todos los artistas -incluyendo géneros comerciales como la tecno-chicha folklórica, el pop más rancio, hasta las versiones más extremas del metal- se ven abocados a trabajar de forma independiente, por lo regular creando efímeros sellos discográficos y encargándose hasta de cargar los equipos y de barrer el local antes de cada concierto. Las figuras de roadie, manager, y groupie del rock anglosajón de estadio no existen dentro de esta ética de trabajo, son reemplazados por amigos y familiares de los músicos, quienes suelen realizar labores administrativas y promocionales de forma gratuita.

No toda la música que funciona de forma independiente encaja dentro del concepto de indie, pues dicho término -injustamente asociado con el peyorativo hipsterismo actual- tiene una connotación estética que se identifica con el rock-pop alternativo no comercial, más cercana a las emisoras de radio pirata universitarias que a MTV. Al margen de lo odioso de cualquier etiqueta, el indie en sí abarca varios de los subgéneros por los que ha transitado Mamá Vudú, en cuya discografía se aprecia una constante evolución y un trabajo serio que les ha permitido romper su primigenio molde punk para horror de los puristas del género.

Este breve ejercicio de taxidermia sonora pretende recorrer los principales hitos de esta banda y resaltar la oscura poética de sus letras, aspecto en el cual Édgar Castellanos Molina -guitarrista, cantante y principal compositor de la banda- ha marcado una ruptura en la tradición rockera nacional, pues a partir de su exquisita pluma ha demostrado la importancia del trabajo lírico a las nuevas generaciones de músicos nacionales.

Regresando a 1992, tras la resaca del concierto de Manu Chao, Castellanos, junto con el bajista Franz Córdova y el baterista chileno Álex Manterola, dieron vida a la versión primigenia de la banda, que por entonces cambiaba de nombre en cada ensayo. Su repertorio estaba constituido por covers, pero de artistas entonces desconocidos en Ecuador, como Fugazi, The Pixies, Sonic Youth, Black Flag, The Jesus and Mary Chain, entre otras bandas.

El conocimiento e influencia de estos grupos llegó a los futuros Vudú gracias a las revistas Rockdelux y discos que traía desde el extranjero Mauricio Proaño, colaborador todoterreno de la banda desde sus inicios. Anteriormente Black Sabbath, Deep Purple y Led Zeppelin fueron bandas de cabecera para Castellanos, cuya primera aproximación al rock se produjo durante su pubertad. En dicha época, Edgar era un consumado bailarín de break dance y empezó a escuchar a Black Sabbath solo porque uno de sus amigos -el dueño de la grabadora portátil con la que armaban las fiestas- no permitía que suene otro casete que no sea el Paranoid de los británicos. Al poco tiempo, Castellanos abandonó las piruetas de baile hip-hop y empuñó la guitarra con furia rocker. El acervo musical de Mamá Vudú también se nutrió de elementos más comerciales como el grunge de Seattle y el sonido de Madchester, en grupos como Stone Roses o Happy Mondays. En cuanto al rock latino, sus gustos apuntaban a clásicos como Soda Stereo, Los Prisioneros, Caifanes, sin olvidar al pop nacional de los ochenta con Ricardo Perotti y Promesas Temporales, así como los legendarios Mozarrella.

Un extraño punto de encuentro para la banda en esa época fue el Tropiburger de la Amazonas y Colón, pues era uno de los pocos lugares que contaba con la señal de MTV en Quito, y se quedaban horas compartiendo un vaso de cola mientras absorbían hipnotizados dosis de Lollapalooza gratuito hasta que los meseros les exigían que se marcharan.

Vamos a acabar con los días de esta vida pero no es igual si te encuentras con una caricia fuerte pienso que es mejor recordarte así sin apariencias lejos del rencor, lejos del silencio de la calle.

‘Harpón’

Su primera presentación la hicieron bajo el nombre de Frente Ruso en el pequeño bar Dadá, donde fueron improvisados teloneros de Crucks en Karnak. Ese día se arriesgaron a incluir en su repertorio canciones propias, algo poco usual a inicios de los noventa dentro del incipiente y microscópico movimiento del rock ecuatoriano. Resultó difícil compaginar estudios, ocupaciones laborales y cargas familiares con el desarrollo de la banda, sobre todo para el baterista Manterola, quien finalmente tuvo que abandonar su puesto. Fue reemplazado por Álvaro Ruiz en 1993, tras una bizarra discusión con Edgar, quien retó al novato a que tocara ‘Killing an Arab’ de The Cure. Ruíz -pese a no tener estudios musicales de ninguna índole- superó la prueba con soltura, y nació una férrea amistad entre ambos artistas. Desde entonces, las baquetas no han cambiado de dueño ni la banda de nombre: Mamá Vudú, compuesto con la técnica del cut-up del escritor W. Burroughs, una asociación azarosa de palabras que trasciende las barreras idiomáticas pero que no tiene un significado específico. O ya no lo recuerdan.

El primer demo de la banda salió en 1994 como casete y recibió el anodino nombre de Ilustre Municipio, porque lo grabaron en los estudios del Municipio de Quito, con el apoyo de Julio Bueno, antiguo director de la Fundación Teatro Sucre. Contiene versiones primitivas de ‘Hachas de guerra’, que con el tiempo se convertiría en una de sus canciones más conocidas, y del tema ‘Desde tu piel’. Ambos serían reeditados en el EP Tropical Brea, que salió a la luz en septiembre de 1995. Grabado de forma analógica y con un tiraje mínimo, esta placa discográfica está atravesada por un sonido crudo, casi como una presentación en vivo, y carece de efectos especiales. Las letras de Castellanos hablan de rebelión a un nivel existencial más que político y desde sus inicios contienen un hálito de romanticismo oscuro que más adelante iría depurando hasta convertirlo en uno de los mejores escritores dentro del rock ecuatoriano. Además de los temas citados destacan: ‘Estorba el cielo’, ‘De pie y rebelde’ y ‘Rey Eléctrica’.

Este disco sirvió para que Mamá Vudú empiece a ser conocido dentro del circuito underground quiteño, el cual se desarrollaba en cabarés y bares pequeños como el mencionado Dadá y el Iguana por ‘La Zona’ -barrio La Mariscal-, sitios que no contaban con los equipos mínimos para ofrecer un concierto, pero que eran los únicos dispuestos a cederles un espacio -a cambio de que convocaran gente que consumiera mucha cerveza-, y destacaban por su energía punk hardcore con vetas raggamuffin, así como por el pelo tinturado de azul de Edgar. Ese mismo año, el grupo dio su primer concierto grande en la edición inaugural de la Fiesta de la Música, organizada por la Alianza Francesa. Sobre el escenario del parque de La Carolina, los Vudú lanzaron condones al público y se ganaban la animadversión de sectores conservadores de la sociedad quiteña.

El año 1996 fue aciago para los rockeros ecuatorianos, que durante el brevísimo período presidencial de Abdalá Bucaram fueron perseguidos en una infame “cacería de cabelleras”. Ese año se organizaron batidas policiales para cortar la melena de todo varón con pelo largo, look muy difundido entre el movimiento rockero. Además, cerraron locales de conciertos y hubo una censura evidente de parte de las radios locales. En ese panorama adverso, las tocadas se fueron espaciando y Mamá Vudú se dedicó a componer nuevos temas en la sala del departamento que alquilaba Castellanos. 1997 trajo ciertas fricciones entre los miembros de la banda, Edgar se trasladó a vivir a Guayaquil por motivos laborales y fue reemplazado por un cantante con ínfulas de rock star -los Vudús no quieren ni mencionar su nombre- que crispó los nervios de los demás y provocó algunos incidentes desagradables con el público. Esto apresuró el regreso de Edgar, quien no concebía que la banda que había fundado se terminara de esa forma.

Al poco tiempo renunció el bajista Franz Córdova. Sus inquietudes musicales se orientaron siempre hacia el hardcore y el sonido que estaba desarrollando Mamá Vudú iba enrumbándose hacia el post punk y la experimentación lo-fi, compuesto por grabaciones de baja fidelidad cuyo enfoque estético apunta a la autenticidad del sonido por sobre la producción. Córdova formaría entonces Misil, banda emblemática del hardcore ecuatoriano. Y aunque ya no era miembro oficial del grupo, ha seguido colaborando con la banda en conciertos y como productor. Desde entonces hasta 2007, Mamá Vudú funcionó sin bajista, rasgo un tanto anómalo que se convirtió en su sello sonoro.

…son deserciones tras la línea de guerra y supongo que es difícil distinguirte lejos de tu hábitat y si me pierdo al descender de tus manos sabría si es que puedo regresar tras mis propios pasos…

‘Estación polar’

Ante la crisis de identidad y los conflictos que se desarrollaban dentro de la banda, en 1998 Edgar conceptualizó un proyecto paralelo llamado Estación Polar y convocó a Roger Ycaza, uno de los primeros fans de Mamá Vudú, para que asumiera el rol de guitarrista y segunda voz. Como bateristas alternaban Francisco Castellanos -hermano de Edgar- y Jaime Molina. Sacaron un EP homónimo que contiene versiones ralentizadas de ‘Incéndialo todo’, ‘Métodos’ y ‘Estación Polar’ -canciones que en sus versiones se incorporarían pronto al canon del rock ecuatoriano-. Este proyecto paralelo pronto fue fagocitado por Mamá Vudú, convirtiendo a Roger en miembro oficial del grupo e integrando el EP a la discografía oficial.

Al igual que Castellanos, Ycaza posee una vasta cultura literaria y la mancuerna formada entre ambos compositores constituye uno de los puntos más altos de la lírica rock ecuatoriana. Son dos escritores muy distintos y si bien en esta etapa Edgar Castellanos siguió siendo el compositor principal y predominaban sus metáforas oscuras influenciadas por los poetas malditos franceses y por el romanticismo gótico, poco a poco el minimalismo y la exquisita sensibilidad pop de Roger se han convertido en uno de los pilares de la banda, tanto en lo sonoro como en la composición de las líricas.

Al carecer de sección rítmica propiamente dicha, las presentaciones en vivo de Mamá Vudú sufrían a menos que se desarrollasen en locales pequeños con una acústica muy específica, esto se compensaba con las texturas pop noise creadas por ambas guitarras y con Ruiz tocando la batería al estilo post punk, pero, sobre todo, el ingreso del violinista Mario Porras -que por ese entonces era el primer violín de la Sinfónica Nacional del Ecuador- dio como resultado una atmósfera oscura y propicia para el vuelo poético.

La crisis bancaria de 1999 llevó a los músicos a buscar nuevos mecanismos de difusión que permitieran abaratar costos. La solidaridad y el trabajo colectivo como alternativas válidas se ven expresadas en la compilación 6 Métodos de la Larva, proyecto ideado por Castellanos, quien decidió juntar a cuatro bandas de raíces ambateñas en un CD producido y quemado desde su propia computadora casera. Los grupos participantes fueron Mortero, Cafetera Sub, Obscura y Mamá Vudú. Este compilado es el primer esfuerzo que realizaron los Mamá Vudú por dar a conocer no solo su propia música, sino también la de sus colegas, por lo que se puede afirmar que 6 Métodos de la Larva es su puerta de entrada al mundo de la gestión cultural desde el underground más radical.

Paradójicamente, el convulso y quebrado 1999 también fue el año en el que se realizó el mítico Festival Rock desde el Volcán en el cráter apagado del Pululahua. Esta suerte de ‘Woodstock criollo’ marcó un antes y un después dentro de la escena ecuatoriana, pues fue el primer festival de rock internacional que se realizó en el país. Durante cuatro días, el frío y el lodo de la montaña vieron desfilar a leyendas como los argentinos Virus, Nito Mestre y Pedro Aznar; a bandas pop masivas a nivel continental como Los Aterciopelados y La Ley; proyectos radicales como unos jovencísimos y entonces seudopunkeros Babasónicos, y los teatrales Víctimas del Doctor Cerebro. El rock ecuatoriano también tuvo su espacio y entre las bandas convocadas estaba Mamá Vudú, que abrió una de las jornadas. Sobre esta experiencia, en la que tocaron de forma gratuita para tener la oportunidad de compartir escenario con músicos que admiraban, los Vudú afirman que les sirvió para darse cuenta de lo que no se debe hacer en un festival, pues si bien las intenciones del músico pop Ricardo Perotti -gestor y productor del festival- eran las mejores, y se contó con un escenario y sonido de alta calidad, Rock desde el Volcán no supo entender las dinámicas propias de la subcultura del rock que se gestaba a fines de los noventa, muy marcada por la crisis política y económica que por poco convierte a Ecuador en un Estado fallido.

El cambio de milenio trajo consigo el disco más emblemático de Mamá Vudú, Luna Lombriz, ampliamente difundido en las radios capitalinas. Un álbum oscuro, claramente influenciado en lo musical por Bauhaus, Joy Division, Public Image Limited y el post punk en general, mientras que su poética está atravesada por Pablo Palacio y Arthur Rimbaud, autores de culto para la banda. Desarrollaron una metodología de trabajo -no exenta de bohemia y paraísos artificiales, al estilo de Baudelaire- y empezaron a experimentar con equipos de computación dentro del estudio. Todo esto, aunado a la madurez de Édgar como escritor, hizo de Luna Lombriz un disco bisagra dentro del rock nacional. Destacan la poderosa adaptación del poema ‘Anhelo’ de Dolores Veintimilla de Galindo, ‘Oración Matinal’, la punkera ‘Violencia’ e ‘Incéndialo todo’, tema que también consta como el primer video promocional de la banda.

Cuando el violinista Mario Porras dejó Mamá Vudú, la banda mutó hacia un sonido más eléctrico y distorsionado en Aeroclub de 2001. Por primera vez el peso de la composición -que antes recaía mayoritariamente sobre Castellanos-, estaba repartido entre los tres integrantes del grupo, y Roger empezó a colaborar en la parte lírica. En ese álbum salieron temas como ‘Vortex’, ‘Espuma negra’ y ‘Ladrando’, que hoy son himnos generacionales. De la tercera canción surgió un nuevo video, dirigido por el cineasta Mateo Herrera. La gira promocional Aerotour duró casi dos años y recorrió todo el país, abarrotando locales. El tour llegó incluso a tener algunas fechas en Colombia.

Pero qué bueno es saber, que la autopista está libre, que tus secretos se vierten en mí, y que tu lengua pasea en mis manos.

‘Ladrando’

El año más prolífico de Mamá Vudú fue 2003, no solo por la grabación de Macrosensor, en el cual se aprecia la inexorable progresión de la banda hacia la música electrónica, aunque las guitarras son ferozmente new wave en temas como ‘Autopista’ y ‘Dulce altar’. En esa época ingresó al círculo de la banda el difunto Chris Díaz, productor musical que trabajaba en MTV. Díaz buscaba que los Vudú dieran el salto hacia el mercado internacional, idea que no prosperó por la reticencia de la banda a sacar un disco de covers. Sin embargo, quedó la amistad con Díaz, quien más adelante desarrollaría un papel crucial dentro de la historia de los Vudú.

Aprovechando los estudios en diseño gráfico y programación de Castellanos e Ycaza, en 2003 Mamá Vudú lanzó un nuevo proyecto: la web Tocadas.com, considerada como la página de internet pionera en difundir la música contemporánea ecuatoriana. Se autodefine como una “agenda underground online” cuyo principal objetivo es dar a conocer los conciertos que se realizan en el país, sin importar el género al que pertenezcan los artistas. Además ofrece servicios para que los músicos puedan comprar instrumentos, alquilar estudios de grabación y ofrecer clases particulares. Funciona de forma gratuita y abierta, alejada de cualquier subjetividad o lucro particular.

A finales de 2003, los Vudú consiguieron materializar uno de sus proyectos más ambiciosos: la Fundación Música Joven -aunque se constituyó legalmente recién tres años después-, encargada de realizar el QuitoFest, festival que desde entonces se ha realizado de manera continua y que se ha convertido en un referente a nivel latinoamericano. Desarrollado siempre de forma gratuita y luchando contra los vaivenes de la coyuntura política y el escaso apoyo de la administración municipal, el QuitoFest se ha caracterizado por ofrecer carteles sólidos e incluyentes, convocar a artistas internacionales de la talla de Testament, Biohazard (EE.UU.), Plastilina Mosh, El Cartel de Santa, Kinky, Panteón Rococó (México), El Cuarteto de Nos, No te va a Gustar (Uruguay), Babasónicos, El Otro Yo, Todos Tus Muertos (Argentina), Walking Dead Orchestra (Francia), Boargazm (Sudáfrica), Lucybell, Gondwana (Chile), Desorden Público (Venezuela), Angra, Ratos de Porão (Brasil), por citar solo algunos de los nombres más rimbombantes que se han dado cita en este festival que se apresta a celebrar su décimo tercera edición, que este año incluye a dos leyendas latinoamericanas: A.N.I.M.A.L. y Los Pericos, así como a los cyber anarquistas alemanes Atari Teenage Riot. El QuitoFest también ha sido el escenario para el regreso de bandas fundacionales de la escena ecuatoriana como Sal y Mileto, Tanque, El Retorno de Exxon Valdez, Muscaria y Pulpo 3, así como una especie de ‘graduación’ para los grupos emergentes que tras pasar por este festival se han consolidado a nivel nacional, como ha sucedido con Los Zuchos del Vado, Lagartija Electrónica, Los Nin y Jodamasa, y muchos más.

El desgaste de la actividad frenética de 2003, el surgimiento de proyectos musicales paralelos y la necesidad de apuntalar al QuitoFest, hicieron que la banda se tomara un período de descanso de tres años. Durante ese lapso, Mamá Vudú solo realizó esporádicas presentaciones en vivo. El grupo regresó al estudio en 2007 con el EP Clínica de santos y muñecas, placa online de descarga gratuita y armada íntegramente en computadora. Contiene poderosas canciones nuevas como ‘Calle total’, ‘Dragón’ y ‘Cámara de niebla’, y los covers pop ‘Coches de choque’ e ‘Imágenes paganas’ de Javier Corcobado y Virus, respectivamente.

Tras esta grabación se incorporó al grupo el bajista Francisco Charvet, quien le otorgó ese plus de musculatura sonora y ritmo que a veces se extrañaba en las presentaciones en vivo. Acababa la década sin bajo de los Vudú.

Con esta nueva alineación, en 2008 grabaron el que sería su último trabajo: Mapa de ruido, disco con sensibilidad pop pero que mantiene el poder de guitarras característico de Mamá Vudú, así como su perpetuo afán de experimentar nuevas texturas electrónicas. Trae una nueva mutación en la metodología de trabajo la banda, que abandonó la creación en conjunto: los artistas elaboraron, uno por uno, sus propias maquetas, que luego fueron hábilmente enhebradas por el productor y músico Daniel Pasquel. Con este disco bajo el brazo, los Vudú recorrieron parte de Latinoamérica en una breve gira, que sería la última. En este álbum, la voz de Ycaza aparece con más frecuencia, y el rol de cantante principal no queda claro. Mapa de Ruido es probablemente el disco más logrado -estética y musicalmente- de la banda. Destacan los temas ‘Mastodontes’, ‘Viamedia’, ‘Cazadoras’ y ‘Radar’.

“Es importante que Mamá Vudú sirva como eje para unir a la gente una vez más. En general este disco (Motel Ultra) es un experimento que tiene que ver mucho con lo que está sucediendo respecto al uso de los nuevos medios. A la manera con la que podemos acercarnos al público y a la colaboración de muchos músicos”.

Edgar Castellanos en entrevista con el portal web Plan Arteria (23/11/2012)

El epílogo de Mamá Vudú sería también su consagración dentro del mapa sonoro del continente: el proyecto de covers de Chris Díaz devino en un disco triple en homenaje a Mamá Vudú, en el que otros artistas interpretan canciones de los ambateños. Más de una treintena de bandas de todos los estilos, provenientes de una docena de países, se unieron para rendir tributo a los Vudú, quienes por entonces se hallaban inactivos. Lamentablemente Díaz falleció a fines de 2012, poco después del lanzamiento del primer disco, lo que volvió a unir a Mamá Vudú, que si bien no se había separado formalmente, ya había dejado de presentarse en vivo.

Volvieron a ensayar y tras participar en el QuitoFest de 2013 ante unas 50 000 personas, Mamá Vudú “colgó sus Hachas de Guerra” en un emotivo show en el Teatro México el sábado 9 de noviembre, durante el cual anunciaron -sorpresivamente- su disolución oficial tras 21 años de trayectoria. En ese concierto fueron acompañados por varios músicos nacionales, exintegrantes ocasionales de la banda y Edgar Castellanos se despidió con estas palabras:

“He pasado algún tiempo tratando de explicar de qué se trata la música independiente, solo momentos como los que se vivió en el Teatro México esta noche son definitorios… una experiencia de afecto y honestidad. Un especial saludo a todas las bandas ecuatorianas que trabajan su camino”.

-El definitivo adiós a ‘las hachas de guerra’, El Telégrafo (2013)

En la actualidad, cada miembro de Mamá Vudú se halla enfocado en sus proyectos propios: Roger Ycaza ha despuntado como ilustrador y escritor de libros infantiles, ganando varios premios a nivel internacional. Con su pareja, la cantante Denisse Santos, exintegrante de la banda Can Can, formaron Mundos, un proyecto acústico-experimental y gráfico orientado hacia el pop.

Edgar Castellanos, bajo el seudónimo de ‘Niebla FM’, se volcó hacia la música electrónica oscura de vanguardia y se desenvuelve como DJ. En 2013 publicó el disco Erial Buro, una obra conceptual que narra la macabra historia del Doctor Icepick, personaje obsesionado con las lobotomías que llega a los Andes a sembrar el terror. A inicios de la última década promocionó el proyecto multidisciplinario Onyx Club Trio, que investiga las posibilidades de la música ecuatoriana tradicional, adentrándose en territorios de la música urbana andina. También tiene otro proyecto musical, Cartas Encontradas, de corte acústico y enfocado en la canción de autor. Suele colaborar ocasionalmente como guitarrista en Mundos. En 2009 publicó el libro Leitmotiv: diseño visual para músicos 1995-2010, que recoge su trabajo como diseñador gráfico y encargado del arte de discos, logos, afiches y demás de varios artistas nacionales, incluyendo las portadas de los discos de Mamá Vudú.

Álvaro Ruíz dirige la Fundación Música Joven, organizar el QuitoFest y a promocionar nuevas bandas nacionales. No tiene ningún proyecto musical, pues afirma que no se imagina tocando la batería con otro grupo que no sea Mamá Vudú.

Si bien ninguno de los miembros habla de un futuro regreso de la banda, este no puede descartarse del todo, porque si algo ha perdurado es la relación de amistad y la química entre la triada. Los exintegrantes de Mamá Vudú siguen colaborando entre sí para sus proyectos individuales y es habitual verlos de farra y en conciertos a los que asisten juntos en calidad de público y muchas veces de organizadores, pues -al margen del Quitofest y de la Fundación Música Joven- también han coproducido eventos como El Carpazo, el Festivalfff de Ambato y por su experiencia in situ siempre están asesorando a varias bandas nacionales emergentes para que se profesionalicen y puedan vivir de su música. El legado de Mamá Vudú trasciende sus discos y no podemos entender el panorama actual del rock indie ecuatoriano sin conocer la trayectoria -tanto en lo musical como en su rol de gestores- de esta banda.

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