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Herirnos para restaurarnos (Sobre el libro La Restauración, de Wladimir Zambrano)

Herirnos para restaurarnos (Sobre el libro La Restauración, de Wladimir Zambrano)
06 de enero de 2014 - 00:00

Una constante pregunta que se hacen los lectores, así como los poetas, es: ¿para qué sirve la poesía? Y si no sirve para nada, ¿por qué escribirla? La poesía ha sido vista como adorno, y ha sido leída también para provocar una experiencia estética. La poesía, como algo artificial, ha sido escrita muchas veces por moda, por mero exhibicionismo. Asimismo, hay mucha poesía publicada por autores que no ambicionan trabajar con el lenguaje para hallar más allá de las estructuras que contornean el mundo, alguna visión propia y múltiple de la vida, sino que persiguen únicamente que se les coloque el título anárquico de “poetas”. Todos esos aparentes espejismos han surgido del acto de leer y hacer poesía. Incluso muchos lectores de poesía solo la consumen bajo el hipnótico deseo de sentir placer y a veces congoja. La poesía “para qué” y “por qué” son algunas de las interrogantes al momento de ubicarla en el mundo; pero quizás la interrogante más importante sería: ¿a pesar de qué escribir poesía? Ubico entonces mis respuestas: a) a pesar de las pérdidas, b) a pesar del tiempo y de nuestro deterioro mental, c) a pesar de la angustia, de la mentira y de la nostalgia, y d) a pesar de la imposibilidad de nombrarlo todo por primera vez. Escribir siempre, a pesar de todo, para dar con uno mismo, para restaurarse de los fragmentos visuales y auditivos de cada día y seguir caminando. Ese bullicio visual y fragmentario puede, a través de un poema, mostrarnos a nosotros mismos.

 

La Restauración, de Wladimir Zambrano, demuestra cómo la poesía, asumida desde la generación a la que representa, es un combate con la realidad y con uno mismo, sin dejar de producir una experiencia estética y el despertar de una conciencia literaria, profundamente humana. La palabra es empleada aquí para descubrirse, descascararse, pelarse hasta alcanzar a ver por dentro lo que lastima, la frágil condición del hombre y lo que acontece en su paso por la vida; y luego esa misma palabra será empleada para reconstruirse, para salvarse, para levantar la cabeza de entre los huesos y la carne machucada por los amores perdidos, y respirar observando el horizonte o al menos el dibujo de uno dentro de la mente.

 

Este libro nos vincula con una historia arruinada por el amor en la que las redes sociales juegan un papel importante, pues la tecnología, hecha para relacionar a los seres humanos, al parecer halla su revés en una hipocresía cibernética y contemporánea en la que al parecer todos están con todos y contra todos de un modo disfrazado, con personalidades adquiridas y alimentadas por la atención de los otros. No hay posiciones reales, éticas asumidas, menos solidaridad transparente. De allí que el amor no pueda sobrevivir a estas nuevas plataformas de interacción humana.

 

El trabajo del lenguaje ejecutado por Wladimir es notable, ya que los versos se colocan y descolocan en espacios libres, autónomos, dándole posibilidades al silencio, y a una voz que en ese desgranarse obtiene una unidad desoladora y tristemente realista. Poemas como ‘Remordimiento para la Gran N’ y ‘Anclaje Temporal (Ingreso a la alquimia)’ son pruebas de cómo la poesía puede ser contemporánea, asumir riesgos, sin por esto dejar de contarnos una historia que podamos hacer nuestra. Esa contemporaneidad está expuesta no solamente por el registro que hace la voz de lo que está sucediendo en su relación a través de las redes sociales, sino que lo hace también a través de la descripción precisa de cuáles son las sensibilidades y gustos de su pareja desde los queproviene posiblemente la escisión (cuáles son los rasgos de su identidad que los separa irremediablemente, a pesar de la fingida tolerancia posmoderna que impera en nuestros días).

 

Este libro, a mi parecer, marca el inicio de una joven poesía ecuatoriana que no pretende desligarse de los lineamientos líricos y humanos que debe tener todo poema, guardando al mismo tiempo relación con la última poesía latinoamericana en la que el zapping, el neobarroco, el surrealismo, lo cósmico y lo cotidiano, lo urbano y lo rural se mezclan de una forma maravillosa alumbrando poemas y libros que son discursos verdaderamente enriquecedores.

 

La Restauración demuestra lo que se consigue con paciencia y madurez artística, cuando se tiene a la poesía como un arma de doble filo: pues no podemos herir a los otros sin herirnos a nosotros mismos.

 

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Sobre el libro La Restauración, de Wladimir Zambrano

José Kozer

 

Wladimir Zambrano es un poeta joven y ancestral. Y La Restauración, piélago de un transcurso que es una trayectoria, donde se zarpa por aguas desconocidas, se atraviesan mundos y se desemboca, tras toda una serie de disoluciones y reconstrucciones, de metamorfosis y realidad cotidiana, en un nuevo estado y condición (para el poeta) que lo contiene, y nos contiene: en lo verbal, lo animal, lo paradójico del día que es el infinito, y un lenguaje abierto y desgarrado, que arriesga para desembocar en un espacio más apacible, más verdadero, más cercano, diríase, a lo ulterior.

 

“De mi cabeza al sueño una cacería de nombres…” es un verso emblemático de La Restauración: en ese sueño están entremezclados “Humboldt,/mi padre,/ Diderot,” y está el humo del incesante cigarrillo, están las transformaciones que descarnan y reencarnan, y “las oraciones que sospechaba tu cuerpo…” Oraciones en las que el amor hurga y procura su encuadre en la felicidad, en las que la mar océano cabrillea entre las mudanzas de un Proteo que vuelve el humo en tierra firme, la tierra en nombres, y con los nombres restaura en la voz de este joven poeta lo ancestral.

 


La Restauración (Cascahuesos editores - Arequipa , Peru 2013 - Coleccion Pajaro de Cera 26)

 

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