Verdugo de ancianas murió enfermo en su celda

Thierry Paulin, más conocido como ‘El Monstruo de Montmartre’, asesinó a más de 20 personas, la mayoría de ellas débiles ancianas, según confesó, para robarles.

Paulin nació el 28 de noviembre de 1963, en Martinica. Su padre viajó a Francia después de su nacimiento y dejó a su esposa adolescente, quien tuvo que valerse por sí misma con el bebé; pero este realmente fue criado por su abuela paterna, quien tenía un restaurante y no disponía de mucho tiempo para cuidarlo.

Cuando cumplió 10 años regresó a vivir con su madre, que tenía un nuevo compromiso y él trató de armonizar con sus hermanastros y hermanas. Pero su comportamiento no fue el mejor, era violento, por ello lo enviaron a Toulouse, donde su progenitor.

Fue un pésimo estudiante y tenía pocos amigos, por lo que a los 17 años decidió entrar al servicio militar y se unió a las tropas paracaidistas, donde sus compañeros lo despreciaban por su raza (mestizo) y homosexualidad.

Primeros actos delictivos

El 14 de noviembre de 1982 le robó a una anciana en su tienda, la amenazó con un cuchillo, pero tuvo mala suerte porque la cajera del negocio lo conocía y le dio los datos a la Policía, por lo que fue arrestado en junio de 1983. Su condena fue 2 años de prisión, pero quedó suspendida y pronto salió en libertad.

Enseguida salió del ejército y regresó a casa de su madre, para enterarse de que se había mudado a Nanterre, un suburbio al norte de París. Aunque después los encontró y fue a vivir con ellos, no se adaptó y la relación fue hostil.

Se marchó e hizo de mesero en Paradis Latin, un club nocturno famoso por sus espectáculos de travestis. Allí también actuó como un artista, interpretando temas de su cantante favorita Eartha Kitt.

Un día su madre fue al sitio y vio en lo que se había convertido su hijo, entonces abandonó el lugar de inmediato. Después Paulin conoció a Jean-Thierry Mathurin, de 19 años de edad, quien era un adicto a las drogas, igual que él.

Pronto se enamoraron, se hicieron amantes y vendieron juntos barbitúricos. Ellos se fueron a vivir en un hotel costoso con todos los lujos posibles, buena comida y fiestas permanentes en los clubes de moda.

Comienzan los asesinatos

El dinero se terminó y decidieron robar. Para que esa no sea una ‘tarea’ difícil optaron por atacar a mujeres desprotegidas. El 5 de octubre de 1984 se registró un hecho violento que alarmó a la comunidad, pues 2 hombres atacaron a una anciana de 91 años robándole todos sus ahorros luego de atarla, amordazarla y golpearla, pero no murió.

Ese mismo día otra mujer fue sometida y le robaron 200 francos. Ella sí falleció, por asfixia, y el cadáver fue encontrado atado con la cuerda de una cortina.

Un mes después fue hallada otra mujer, de 89 años, muerta por  asfixia con una bolsa de plástico. A ella le quitaron 500 francos y un reloj valorado en 300 francos.

Posteriormente los crímenes se  volvieron más violentos. Una maestra jubilada, de 71 años, a la que le quitaron 10.000 francos, fue amordazada, estrangulada con una bufanda y golpeada hasta romperle la nariz y la mandíbula;la autopsia reveló que la mayoría de sus huesos estaban destrozados.

Días después localizaron los restos de una mujer de 84 años que había recibido varios golpes en el rostro y que había sido torturada hasta morir. A la desafortunada le robaron 500 francos.

De la misma manera, solo en 5 semanas fueron asesinadas 8 mujeres. La Policía no tenía indicios de quién cometió los crímenes, lo único que parecía claro era su motivación, el robo, aunque las cantidades sustraídas eran modestas.

Investigaciones

Los agentes no tenían registros de un criminal así, pero enseguida dedujeron que podría tratarse de una persona sin empleo fijo, debido a que las horas en que se cometieron los asesinatos no eran fijas.

También sospecharon que el autor tal vez tenía buena presencia y seducía a sus víctimas, o que era amigo de ellas, esto en base a que nunca encontraron cerraduras forzadas.

Sobre las agresiones, presintieron que fueron provocadas por alguien joven y fuerte, por el daño causado. No obstante nada era suficiente para identificar al asesino en serie.

El pánico comenzó a extenderse entre la población y se desplegaron policías de varios departamentos en las zonas en las que ocurrieron los crímenes, incluso existía la orden de que si veían deambular a gente extraña llamen a los números de emergencia.

En 1986 la cifra era de 16 ancianas asesinadas, pero luego hubo un  período de calma. Todo hacía pensar que el criminal prefirió alejarse porque sabía que lo buscaba la Policía; pero en realidad ya lo tenían tras las rejas y no sabían que era por venta de cocaína.

Lo identificaron

Paulin recuperó la libertad tras un año de encierro y ya en las calles no tardó mucho tiempo en volver a matar. Para su mala fortuna la primera mujer a la que atacó se recuperó y ella dio su descripción a los investigadores.

Por todo París se distribuyó un retrato hablado de Paulin y pronto fue detenido. Tras comprobar que sus huellas correspondían con las tomadas en los lugares de los crímenes, fue interrogado y finalmente confesó el cometimiento de más de 20, muchos de los cuales con la ayuda de su amante.

Mientras describía cómo terminó con la vida de todas esas mujeres, se mostró incapaz de comprender la gravedad de lo que había hecho, pues para él, la vida de un ser humano carecía de valor.

Especialistas concluyeron que la falta de amor en su niñez lo había endurecido al punto de ignorar el sufrimiento. Además, dijeron que su inclinación homosexual había despertado un desprecio general en su entorno.

Finalmente, en el juicio se lo acusó por asesinato y robo con violencia en 18 ocasiones. Cuando tenía 26 años (16 de abril de 1989), mientras cumplía su condena de cadena perpetua, falleció enfermo del sida que contrajo a consecuencia de las relaciones homosexuales que mantuvo. (I)