Segundo entró en la cárcel sin estudio y ya es bachiller
Segundo S. recuerda que cuando ingresó a la Penitenciaría del Litoral no sabía leer ni escribir. Él creció en una comunidad indígena en el cantón Alausí (Chimborazo) y sus padres no le dieron educación. En los primeros años de su adolescencia abandonó su casa y trató de sobrevivir solo.
A los 48 años cayó preso y fue sentenciado a pasar dos décadas tras las rejas, por un delito que no comentó.
La dificultad la convirtió en una oportunidad, pues pocos meses después de ser encarcelado se inscribió en un proceso de alfabetización.
Poco a poco en la Unidad Educativa Eugenio Espejo aprendió los números, las vocales y consonantes, a leer, a resolver problemas matemáticos. Las aulas del plantel están construidas dentro de los predios, pero fuera de los pabellones.
Segundo no desaprovechó el tiempo y ayer fue uno de los 28 privados de la libertad que pasarán a la historia como la primera promoción de bachilleres en Ciencias de la República del Ecuador del Centro de Rehabilitación Social (CRS) de Varones de Guayaquil.
La ceremonia, en la que les colocaron el birrete y les entregaron los diplomas, se realizó en la sala de espera del citado penal, ubicado en el km 17 de la vía a Daule. El mismo día se celebró que otros 135 internos terminaron la primaria. Mientras pasaban en grupos de seis a la mesa directiva había personas que caminaban por el filo del salón para atravesar los escáneres de seguridad y encontrarse con sus familiares que permanecían en las celdas.
“Mi deseo era aprender. En mi vida libre nunca hubiera llegado a este nivel”, expresó Segundo, mientras se acomodaba la capa de color azul brillante que rodeaba su espalda y brazos. Por debajo llevaba una camiseta anaranjada, la que se usa como uniforme diario en el recinto penitenciario.
El ciudadano de baja estatura, contextura gruesa y piel tostada, destacó -con su característico acento- que no solo ha cursado el colegio, sino también asistió a talleres de electricidad, metalmecánica, carpintería, entre otros, de los dictados como parte del programa de rehabilitación.
Sentenciado a 20 años de privación de la libertad, Segundo anhela su excarcelación y aseguró que -así la consiga después de poco o mucho tiempo- alcanzará un título de tercer nivel. “Voy a seguir estudiando porque para el estudio no hay edad. Desde aquí he impulsado a mis siete hijos a prepararse y todos son profesionales”.
Delante de él estaba sentado, con su diploma en mano, Luis S. Su nombre retumbó por los parlantes cuando lo llamaron para que recibiera una medalla dorada, con el rostro de Eugenio Espejo, por ser el mejor bachiller del plantel.
“Afuera estudié hasta cuarto año y por trabajar abandoné el colegio. Cuando me enteré que podía estudiar aquí no lo dudé, esto me da una oportunidad para acceder a un trabajo. Ahora quiero ser abogado”.
Luis está sentenciado a 16 años por delito de violación y ha pasado casi una década preso. “Con la educación uno cambia, he visto a muchos dejar de ser violentos”.
Esteban G., en cambio, fue el abanderado del plantel. Él tiene 55 años y se sintió orgulloso, porque pese a estar apresado, fue el más destacado. “Aproveché el tiempo. Pasé hasta malas noches, pero al enterarme de que logré ser el primero descubrí que todo valió la pena”.
El privado de la libertad debe cumplir una pena de 12 años, de los cuales ya lleva siete y tres meses internado. “Voy a seguir estudiando, quiero ser un abogado para defender a quiénes están aquí injustamente”.
Gina Godoy, coordinadora del Ministerio de Justicia en la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón), destacó que después de más de medio siglo sale una promoción de bachilleres de la Penitenciaría.
“Con esto rompemos el estigma de que aquí es una escuela para la delincuencia. Sé que todavía hay muchas falencias, pero no podemos dejar de mirar el trabajo ejecutado para la rehabilitación”.
La funcionaria adelantó que en las próximas semanas en el CRS Regional, también en Guayaquil, terminarán sus estudios 150 internos. (I)