Un buzo mexicano emergía de las aguas del Golfo de Guayaquil junto a una embarcación acoderada en el canal de acceso al puerto marítimo y fue descubierto por los agentes del Grupo Especial Móvil Antinarcóticos (GEMA).

Era el 5 de diciembre de 2019, cuando los policías detuvieron a Abel Osiris G. P., de 32 años, y luego hallaron 308 kilos de cocaína en el casco del buque mercante Ganges.

Dos meses después el extranjero fue liberado y regresó a su país.¿Qué pasó durante el proceso?

Un día después del hallazgo, el 6 de diciembre de 2019, la Fiscalía inició la instrucción fiscal en contra del sospechoso, a quien le dictaron prisión preventiva por el delito de tráfico ilícito de sustancias estupefacientes.

El Código Orgánico Integral Penal (COIP), en el artículo 220, literal D, establece una sanción de 10 a 13 años de privación de libertad cuando es tráfico a gran escala.

El caso fue investigado por la fiscal Saira Jara Rubio, quien en ese mes estaba encargada de la Fiscalía Especializada en Delincuencia Organizada Transnacional e Internacional (Fedoti).

El 9 de enero de 2020, ya como titular en la unidad, solicitó al juez que señale día y hora para la audiencia de evaluación y preparatoria de juicio e informó que el dictamen sería acusatorio.

Sin embargo, el día de la diligencia, el 4 de febrero de 2020, cambió de decisión y no acusó al extranjero por supuestamente no encontrar los elementos necesarios para determinar el nexo causal entre la infracción penal y el sospechoso.

Yanina Villagómez, fiscal provincial de Guayas, manifestó que el presidente de la Corte, Alfonso Ordeñana, le dio a conocer la decisión de la fiscal. “Inmediatamente solicité que se realice un control jurídico sobre las actuaciones de la compañera y verificar el expediente”.

Esa dirección, si encuentra inconsistencias o novedades negativas, emite el informe al Consejo de la Judicatura (CJ).
La funcionaria aseguró que la Fiscalía detalló que existían los elementos para acusarlo, uno de los más evidentes es que junto a la droga hallada hubo envases con un revitalizador sexual.

“Los mismos tipos de frascos fueron encontrados en la habitación de hotel en la que se hospedaba Abel Osiris”, manifestó Villagómez.

El extranjero durante el proceso dijo ser buzo profesional y contó que estaba en Ecuador visitando a su novia guayaquileña.
Una noche, cuando salió con ella a una discoteca, conoció a Danny S., de 20 años, que también practicaba buceo.

Fue “su nuevo amigo”, quien supuestamente lo invitó a recoger almejas al canal del acceso al puerto, junto a los buques que llevan contenedores al exterior. “Soy una víctima, engañada por Danny S.”, aseguró el mexicano.

Villagómez destacó que en el sitio no hay almejas y que no es un lugar donde se practique buceo.

Agregó que la Policía nunca descartó la participación del extranjero y más bien pidió que se vinculara al otro ciudadano, pero la fiscal Jara no lo hizo.

La decisión de no acusar al mexicano provocó que el juez Patricio Vidal, de la Unidad Judicial Valdivia, emitiera sobreseimiento definitivo y girara la boleta de libertad a favor del procesado.

Cambio sin consulta

El cambio de la fiscal Jara Rubio fue realizado por la Dirección de Recursos, encabezada por el funcionario Luis Edén Vera.

Villagómez manifestó que para efectuar esos cambios debe constar el requerimiento de la fiscal provincial, pero no se cumplió con el proceso.

Luis Vera no quiso dar declaraciones respecto a este procedimiento.

La funcionaria Jara Rubio ya fue removida de esa unidad a inicios de marzo.

Marco Villegas, director nacional Antinarcóticos, manifestó que cuando existen las evidencias y los casos no han sido respaldados en lo judicial, solicitan revisión.

“El perjuicio no es para la Policía, porque nosotros seguimos detrás del crimen organizado, sino para la sociedad porque es un caso que queda impune”. (I)

El Grupo Especial Móvil Antinarcóticos (GEMA) de Ecuador tiene un equipo de 30 buzos que inspeccionan los buques acoderados en los puertos marítimos del país.

La revisión no la hacen en todos los barcos que zarpan, pero sí en los que -según un análisis previo- son vulnerables, por el destino o tipo de viaje (directo o con escalas).

Los buzos primero se comunican con el capitán de la embarcación para darle las instrucciones de seguridad antes de la revisión.

Mientras tanto, los buzos (no puede ir uno solo) se alistan para sumergirse.

Se cubren con un traje de neopreno que los protege de las temperaturas y de algún corte por las conchillas pegadas en el buque.

Luego se ponen los escarpines y guantes; posteriormente, en su espalda, un chaleco que pesa unos 20 kilos. En este va sujeto el tanque de aire comprimido que les permite estar bajo el agua de 40 a 45 minutos.

Al cilindro está conectado el regulador que facilita la respiración y la consola para controlar la cantidad de aire, la profundidad y las direcciones. En cuatro bolsillos con broches llevan pastillas de plomo que los ayudan a descender.

Además, revisan que llevan todos los implementos como visores, linternas de buceo, cuchillos, aletas y una cuerda que se conoce como línea de vida para mantenerse cerca. (I)