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El Telégrafo
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El expenal G. Moreno está marcado por las historias de sus reos

El panóptico, que tomó el nombre de su fundador, el presidente García Moreno, funcionó durante 139 años en esta estructura de 5 pabellones en forma de estrella y 3 plantas.
El panóptico, que tomó el nombre de su fundador, el presidente García Moreno, funcionó durante 139 años en esta estructura de 5 pabellones en forma de estrella y 3 plantas.
Fotos: Carina Acosta / El Telegrafo
09 de julio de 2017 - 00:00 - Redacción Justicia

El 18 agosto de 1981, alrededor de las 17:00, Alberto Ch. y 2 amigos del barrio Toctiuco fueron detenidos en el sector de la Carolina, norte de Quito, por robar accesorios de un vehículo. Ellos portaban 4 paquetes pequeños de marihuana, una pistola, un cuchillo y estaban bajo los efectos de la droga.

En un patrullero se los trasladó hasta el Centro de Detención Provisional de Pichincha. Días después, 2 salieron libres y Alberto pasó al pabellón E del expenal García Moreno.

Él era el segundo de 4 hermanos, estudiaba en la nocturna; a partir de los 18 años trabajó como ayudante de pintor de casas ocasionalmente. Era huérfano de padre; lo poco que ganaba su madre como vendedora ambulante apenas alcanzaba para el arriendo y la comida.

Por eso, la mujer no pudo contratar a un abogado para que lo defendiera y quedara en libertad como sí ocurrió con sus amigos.

“Fueron 2 años terribles los que pasé”, dice, al recordar la rutina. “A las 06:00 era el conteo de presos, apertura de celdas y desayuno, que casi siempre era una colada”. “A las 09:00 abrían los pabellones y los patios; a las 12:00 los cerraban y era el almuerzo, que consistía en sopa, arroz y granos; solo los viernes nos daban carne o pollo”.

A las 13:00 nuevamente abrían los pabellones y, a las 17:00, era la merienda, que consistía en una porción de arroz con menestra y un vaso de té. Enseguida los pabellones eran cerrados y se procedía al conteo de presos. A las 21:00 era el cierre de las celdas.

En noviembre de 1983, arrepentido y golpeado, Alberto recuperó su libertad con el compromiso de no volver nunca.

Hoy, 34 años después, regresó a este lugar, pero ya no como detenido sino de visitante del expenal, en el pabellón E, donde estuvo recluido y que ahora es un museo que tiene como particularidad la celda más famosa, la del general Eloy Alfaro, que se mantiene como un pequeño museo con sus placas y reconocimientos.

Respira profundamente, los ojos se le humedecen al recordar lo que vivió cuando estuvo preso, sobre lo cual habla poco.

Dice que su familia (esposa y 3 hijos) casi nada saben de este capítulo de su vida y asegura que quiere olvidarlo, por lo que pide mantener su identidad en reserva y no ser fotografiado.

Los ‘huéspedes’

Alberto forma parte de los miles de individuos que hicieron de este sitio un hogar, no porque quisieran estar ahí, sino porque hasta allá los condujeron sus aventuras, defectos, adicciones, locuras, habilidades y otras situaciones.

Las celdas y los pasillos del expenal no solo acogieron a delincuentes, sino también a figuras políticas, económicas, sociales, históricas, intelectuales, patriotas...

Por allí pasaron personalidades conocidas por la difusión mediática, ya sea por sus crímenes o diversas acciones.

Delincuentes ‘famosos’ como Luis Taipe, el ‘Asesino de las bufandas’ (prenda que era su ‘aliada’ para supuestamente cometer sus delitos); Daniel Camargo Barbosa, más conocido como el ‘Monstruo de los manglares’ (violador y asesino en serie); Juan Fernando Hermosa, el criminal más joven del país conocido como el ‘Niño del terror’; Pedro Alonso López, el ‘Monstruo de los Andes’; William Cumbajín, alias el ‘Asesino de los matorrales’.

También pernoctaron allí Nelson Bedón Rugel, alias el ‘Desdentado del Pichincha’; los narcotraficantes Jorge Hugo Reyes y Óscar Caranqui, quienes tuvieron lujos en el centro de reclusión y, además, desde allí comandaban sus fechorías; Sigifredo Dante Reyes, el ‘Cuentero de Muisne’, entre otros que marcaron la historia de ese lugar.

Desde su fundación, el expenal García Moreno también sirvió para albergar a los perseguidos políticos de los gobiernos de turno. Su gestor, García Moreno, encarceló a decenas de sus adversarios; lo mismo hizo el general Eloy Alfaro.

En uno de sus artículos, el historiador Enrique Ayala Mora señala que el gobierno de Carlos Arroyo del Río fue el más represivo de la historia. No solo que  metió al penal a cientos de sus opositores, sino que también ordenó fusilar a más de uno.

El propio Alfaro fue asesinado en el expenal, el 28 de enero de 1912, junto a otros 4 liberales.

José María Plácido Caamaño, quien gobernó Ecuador desde 1884 hasta 1888, y el expresidente Federico Páez (1935-1937) también encarcelaron a sus adversarios políticos.

Un hecho anecdótico se registró en 1947, cuando Mariano Suárez Veintimilla, vicepresidente durante el gobierno de Velasco Ibarra, fue sacado del penal para ser posesionado como nuevo Presidente de la República. Mientras que en una de las administraciones velasquistas se mandó preso a Carlos Julio Arosemena y a los socialistas Telmo Hidalgo, Gonzalo Oleas y Manuel Agustín Aguirre.

La Junta Militar de 1963 metió en prisión a decenas de políticos; mientras que durante la dictadura de Guillermo Rodríguez Lara fueron apresados el escritor Jaime Galarza, Fernando Maldonado, entre otros.

Los comandos de Taura que se sublevaron en el gobierno de León Febres-Cordero, miembros del grupo insurgente Alfaro Vive Carajo (AVC), los expresidentes Jaime Roldós, Osvaldo Hurtado y Lucio Gutiérrez, así como el hombre de letras Alfredo Pareja Diezcanseco, también pasaron algún tiempo en el expenal García Moreno.

A ellos se sumaron personas vinculadas a escándalos de corrupción, como los banqueros Alejandro Peñafiel (Banco de Préstamos), Fernando Aspiazu y  Luis Peñaranda, de la famosa red que llevó su nombre; César Fernández, involucrado en presunto tráfico de drogas; el sacerdote anglicano Walter Crespo, el ‘Cura’ Carlos Flores y otros.

La celda N° 13 del pabellón E se conserva como museo. Placas en homenaje al ‘Viejo Luchador’ rodean su busto de piedra, donde siempre hay flores y una vela encendida.

Radiografía del expenal

Al pie del volcán Pichincha, hoy rodeado de los barrios San Roque, El Placer y La Libertad, durante la presidencia de Gabriel García Moreno (1869-1875) fue construido el expenal, inaugurado en julio de 1875, con una capacidad para 220 personas.

El arquitecto británico Thomas Reed fue quien tomando como referencia la arquitectura europea, diseñó la edificación en forma panóptica, es decir una estrella de 5 puntas, cada una es un pabellón de 3 pisos, con gradas en ambos lados.

Con el tiempo y debido a las necesidades sufrió pequeñas modificaciones internas. Cuenta con celdas de 2 metros de ancho por 4 de largo y 3 de alto. En cada una hay 2 camas litera de cemento, un retrete, un grifo de agua y un tomacorriente.

La imagen del Sagrado Corazón de Jesús, paredes blancas e iluminadas, baldosas brillantes y macetas daban la bienvenida al pabellón A, considerado de máxima seguridad o de los ‘privilegiados’. Biblioteca, gimnasio, entre otros beneficios tuvieron  políticos, cabecillas del narcotráfico y banqueros que ocuparon el lugar que tiene 28 celdas.

Como ejemplo, la de Óscar Caranqui contaba con luz brillante, una cama de una plaza y media, lujosos acabados, televisión plasma, un microondas, una nevera, muebles de madera envueltos en espejos, vasos, copas y licores importados de un alto valor económico.

El pabellón B era considerado el más peligroso, porque albergaba a violadores, asesinos, internos violentos y culpables de otros delitos graves. Era de una situación precaria, con instalaciones deterioradas, cada una de sus 114 celdas abarcaba un promedio de 15 reclusos, la mayoría de escasos recursos y baja instrucción.

El frío intenso de los pasillos, su lúgubre estructura y la oscuridad de sus celdas permitieron creer que en este pabellón vivieron cerca de 409 personas.

Al pasar por el lugar aún se puede ver las pertenencias de las personas privadas de libertad (PPL): ropa, zapatos, colchones, incluso recortes de mujeres semidesnudas en las paredes.

El pabellón C, el menos violento y mejor organizado, tenía como huéspedes a extranjeros, ‘mulas’ del narcotráfico y culpables de delitos menores. Cuenta con 57 celdas y en cada una vivían 3 personas.

A su vez, el pabellón D, conocido como ‘heterogéneo’, recibía a individuos de estudios superiores, con primaria incompleta. Tiene 66 celdas y en cada una de ellas habitaban 4 personas.

En cuanto al pabellón E, denominado ‘aislado’, estuvo destinado a los internos adictos a las drogas y problemas económicos. Tiene 34 celdas.

Fue aquí donde estuvo preso el expresidente Eloy Alfaro. En la actualidad, la celda que ocupó, la número 13, se la conserva como museo. Allí se hallan placas conmemorativas con leyendas del ‘Viejo Luchador’, reconocimientos, banderas de Quito y Ecuador, que escoltan el busto de piedra que inmortaliza un gesto de firmeza y seriedad en su rostro, junto con unas flores casi marchitas y una vela encendida que adornan este sitio.

Solo quedan recuerdos

En las frías celdas y pasillos del expenal aún quedan carpetas, papeles, ropa, cartas de amor y de dolor, peines, versos en las paredes, frascos, fotos.

Después de 139 años, el 30 de abril de 2014 dejó de funcionar el viejo panóptico, una cárcel en la que se evidenciaba el hacinamiento, la insalubridad y la ausencia de políticas de rehabilitación y reinserción social.

La entonces ministra de Justicia, Ledy Zúñiga, afirmó que ese fue un día histórico, ya que “se puso fin a la antigua forma de administrar el sistema penitenciario”.

A partir de esa fecha, el vetusto centro carcelario fue utilizado para exhibir una galería fotográfica de toda la evolución y del funcionamiento del expenal. Desde el 19 de diciembre de 2014 está abierto como museo.

El pabellón E, donde estuvo apresado y finalmente murió el general Eloy Alfaro, expresidente de Ecuador y líder de la Revolución Liberal, junto con algunos de sus coidearios, es el primer sitio al que ingresan las visitas. Luego conocen los pabellones D, C, B; al último el A.

El tiempo promedio de todo el recorrido es de 90 minutos. Dos guías que ofrecen información especializada y varios testimonios de vida recabados de privados de libertad, ahora son parte de los 139 años de historia que aún conserva en sus entrañas el expenal.

Se calcula que hasta la fecha lo han visitado cerca de 168.000 personas, entre estudiantes, turistas y ciudadanía en general, informó la subsecretaria de Rehabilitación Social del Ministerio de Justicia, Teresa Coba.

La entrada y todo el recorrido son gratuitos. Los horarios al público son matutino y vespertino. De lunes a viernes, de 09:00 a 12:00 y de 14:00 a 16:00, que ingresa el último grupo. Los sábados, desde las 10:00 hasta la 16:00.

El objetivo es reforzar la memoria histórica y el significado de una vieja cárcel que se mantuvo carente de políticas de rehabilitación, para luego contrastar con lo que actualmente tienen las personas privadas de libertad, acorde a un modelo de gestión penitenciaria y gracias a la inversión estatal para construir los centros de rehabilitación social (CRS) en Cotopaxi, Azuay y Guayas.

El futuro está por definirse

El expenal continuará funcionando como en estos últimos 3 años, mientras avanzan los análisis técnicos para definir el futuro de esta estructura patrimonial que, entre algunas opciones, podría convertirse en un centro cultural, de convenciones, museo u hotel de lujo.

“Se han analizado varias posibilidades sobre el uso que se le dará a esta infraestructura que es histórica. Justamente la ministra de Justicia, Rosana Alvarado, tiene en su agenda este tema”, comentó Coba, quien se pronunció segura de que la decisión es cuestión de días.

“No se va a dejar perder la infraestructura que es un ícono de Ecuador”, aseveró, al admitir que se deberá también definir el presupuesto que se requiera para el mantenimiento, mejoras y readecuaciones.

Mientras tanto, gran parte de la estructura se mantiene intacta en su interior y las huellas persisten. Allí aún quedan zapatos, ropa, colchones, cobijas, jabones, platos y cocinas.

Los últimos 1.618 internos se fueron sin nada a la cárcel de Latacunga. Algunas de las celdas conservan el olor característico de aquellos reclusos y del hacinamiento, pese a que ya fueron desinfectadas.

Además, son visibles las evidencias de que hubo falta de apoyo a la rehabilitación social, corrupción, hacinamiento cruel e indiscriminado, torturas y dolor. Hay miles de historias que hacen de este panóptico un espacio de memoria histórica nacional.

Datos

- El complejo penitenciario fue inaugurado en julio de 1875, en el gobierno del entonces presidente Gabriel García Moreno.

- El 30 de abril de 2014 fue cerrado el centro carcelario, con lo que se puso fin al antiguo sistema penitenciario.

- A partir del 19 de diciembre de 2014 está abierto como museo. La entrada es gratuita.

- Varias fugas se registraron en el expenal, una de ellas fue en 1987, cuando 3 líderes de Alfaro Vive Carajo escaparon por un túnel. (I)

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