El alias, una fórmula de secretismo para el hampa
El “Gordo Alberto”, “Gato Jimmy”, “Fofo”, “Sin boca” y “Cachi” son varios de los alias o sobrenombres de los 26 delincuentes más buscados, según la página web de Dirección Nacional de la Policía Judicial.
Junto a ellos, Sigifredo Dante Reyes Moreno, más conocido como el “Cuentero de Muisne”, fue uno de los personajes del mundo delictivo que llegó a tener fama por sus estafas y cuentos en la historia del país.
Según su historial, estuvo a punto de vender el Reloj Público de Guayaquil, ubicado en el malecón Simón Bolívar y Diez de Agosto, a un par de extranjeros, dispuestos a pagarle 115 mil dólares.
Los apodos de las personas antes mencionadas que están ligadas al “bajo mundo” ocuparon grandes titulares de prensa o se han convertido en leyenda. Muchos de ellos fueron creados por sus familiares, amigos, colegas del hampa y autoridades del orden para ser identificados.
Culturalmente, los apodos destacan las características físicas y la destreza del malhechor que forma parte de un estilo de vida.
Joel Loaiza, jefe del Cuarto Distrito de la Policía, explicó que en la medida que las bandas delincuenciales tienen un objetivo ilícito, buscan a “especialistas” con habilidades en ciertos campos. De esta forma adquieren un apodo y se dan a conocer, dijo. Por ejemplo, para robar un banco, necesitan a una persona con experiencia en manipular claves de cajas fuertes, conocimientos en explosivos, entre otros campos.
Casos relacionados
En Quito, Juan Carlos Quishpe Velasco es conocido en el bajo mundo como “Bailejo". Posee en su historial más de 50 detenciones y 23 causas vigentes, según los archivos de la Función Judicial de Pichincha por robo a domicilio y asesinato.
Rolando C. lo conoció hace varios años y contó que su apodo hace referencia por su facilidad al usar este instrumento tipo espátula utilizada en la construcción. Con este instrumento abría las puertas de los inmuebles y sometía a las personas con armas de fuego para luego dejarlas amarradas.
Relató que actuaba en una banda, junto con Mayra Anchali, alias la “Carecaballo”, llamada así por sus características faciales. Los dos sujetos fueron detenidos mientras asaltaban una casa en el año 2008.
En 2009, “Bailejo” fue sentenciado a 12 años de reclusión por el Tercer Tribunal Penal de Pichincha dentro del juicio Nº 001 2009, por el delito de homicidio agravado. Su compañera del hampa también fue sentenciada por la misma causa.
Para la Policía, el apodo es una fórmula para mantener el secretismo de los nombres de personas que incurren en hechos ilícitos.
Loaiza explica que, por lo general, los delincuentes no conocen los nombres reales de sus colegas del hampa, pero sí la trayectoria delictiva que los caracteriza.
La Dirección Nacional de la Policía Judicial toma esos apodos y los registra como “alias” dentro del historial delictivo.
El mayor Silvio Dávila, jefe de la Brigada de la Propiedad de la Policía Judicial de Pichincha, dijo que los nombres de los delincuentes más buscados son publicados en el sitio web de la institución con el fin de que la ciudadanía los identifique y proporcione información para su captura.
Además, estos datos permiten con más facilidad sacar más información por parte de los agentes de Inteligencia y ubicar geográficamente a otras bandas criminales.
Según Loaiza, esta forma de denominación es utilizada en beneficio de la investigación policial. “Tener un apodo o un alias es un factor de seguridad para ellos que les permite camuflarse y no ser identificados por sus nombres reales”. Históricamente apellidos españoles nacieron de apodos que identificaban un lugar, como Del Valle.
Punto de vista psicológico
Según explicó la psicóloga Letty Rojas, funcionaria y ex directora técnica del área de Tratamiento de la Dirección de Rehabilitación Social, los apodos son una parte de la identidad colectiva y contribuyen a crear una identidad.
El tener un alias se relaciona con la trayectoria y conducta que tienen en un grupo delictivo, dijo.
Muchas veces, el entorno familiar y los amigos influyen para que se arraigue algún calificativo de alguna cualidad que nace a temprana edad, acotó la profesional.
El tema de los apodos y los alias es una forma de identificación del grupo y una manera de comunicación que forma parte de su identidad.
Para las autoridades penitenciarias, esto ayuda a reconocerlos. Entre las ventajas de tener un apodo, está su facilidad de difundirse para identificar a la persona de una forma simple, concreta y rápida.
Cuando alguien abandona el mundo delictivo es difícil desvincularse del apodo con el que se identificó por algún tiempo, dijo.