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El Telégrafo
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El ataque a bala de su exnovio la deja sin caminar

La víctima pasa la mayor parte del tiempo acostada y para cualquier necesidad requiere de asistencia.
La víctima pasa la mayor parte del tiempo acostada y para cualquier necesidad requiere de asistencia.
Foto: Karly Torres / El Telégrafo
03 de octubre de 2019 - 00:00 - Redacción Justicia

Eduardo estaba nervioso, algo inusual en él. De repente dijo al taxista que se detuviera y al bajar del carro le disparó a Valeria, su exnovia. Ella recuerda que escuchó seis disparos y sintió que cuatro proyectiles quemaban su cuerpo. No se desmayó, estuvo consciente mientras veía que su atacante huía.

Todo pasaba lento ante sus ojos. Pensaba que el chofer era cómplice del hecho, pero lo descartó cuando escuchó que llamó al ECU-911 a reportar la emergencia.

Valeria, de 27 años, quedó herida dentro del carro estacionado en la avenida José Vicente Trujillo, en el sur de Guayaquil. Milagrosamente se salvó de ser una víctima más de femicidio.

De enero a septiembre de 2019 se reportaron 37 femicidios en Ecuador, según cifras del Ministerio de Gobierno. Doce víctimas tienen entre 25 y 34 años.

Minutos antes de ser baleada, el 26 de junio de 2019, la joven se encontró con Eduardo en un restaurante en el barrio Cuba. Meses atrás habían terminado la relación, pero él pidió reunirse para devolverle un dinero.

Valeria accedió por tratarse de un lugar que conocía, pues ahí solían comer cuando eran pareja y sabía que era muy concurrido y abierto. Además, porque necesitaba la suma adeudada, ya que estaba construyendo una segunda planta sobre la casa de su madre.

Acudió al lugar con la idea de recoger el dinero y retornar a casa, pero Eduardo le dijo que había pedido comida, que cenara y luego se fuera. “Él estaba muy callado. Luego fue al baño y se demoró mucho tiempo; eso me pareció extraño”, rememora la víctima acostada en su cama.

No recuerda cuántos minutos fueron, pero le causó tanta curiosidad que se levantó de la silla para acercarse y ver qué ocurría. Sin embargo, no conoció el origen de la demora y regresó a su puesto.

Cuando Eduardo salió, ella lo notó nervioso y asustado. Eduardo la invitó a tomar un taxi y le recalcó que se quedaría en el camino, pues sus casas quedan a cuatro cuadras de distancia, en el suburbio de Guayaquil. No llevaban ni 10 minutos de recorrido cuando ocurrió el ataque.

Eduardo dijo al conductor que se detuviera porque iba a recoger un dinero (el que iba a pagar a Valeria) y al bajar sacó el arma y disparó.

La herida fue internada en el hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) del Guasmo, en el sur de Guayaquil. Ahí estuvo 45 días acostada boca abajo y cada día, a las 20:00 (hora del suceso), entraba en una crisis de pánico, se ponía histérica, recuerda Virgina, su madre.

El 13 de agosto, la joven regresó a la casa en que nació, creció y también donde pasó con el hombre que la atacó. Valeria quedó parapléjica. No puede mover sus piernas, no controla sus esfínteres y su progenitora la atiende.

Virginia comenta que el muchacho parecía normal y educado. Es más, cuando veía en las noticias algún caso de un hombre violento se admiraba y reprochaba esos comportamientos.

Eduardo era amigo del hermano de Valeria y por eso luego de que la relación concluyera él solía ir a la casa. Un día llegó con el pretexto de entregarle un casco y se topó con Valeria en la sala. El hermano estaba en el cuarto y la progenitora en el baño, entonces Eduardo la golpeó y le partió la boca.

Virginia salió del baño y persiguió al agresor hasta someterlo en una esquina. Ella agarró el casco que llevó y vengó el ataque a su hija. Ese día la madre se enteró de que su hija tenía una boleta de auxilio en contra de Eduardo, porque había sido víctima de maltrato y por eso terminó la relación.

¿Por qué calló? Tenía temor porque el individuo la amenazó con matar a su madre y hermano. Valeria guarda la esperanza de volver a caminar, porque tiene leves sensaciones en las piernas. (I)

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