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Acabó martirio de 3 niñas con su padre incestuoso

Acabó martirio de 3 niñas con su padre incestuoso
15 de abril de 2012 - 00:00

Llegar a saber que la tierna inocencia de tres jóvenes hermanas ha sido arrebatada por actos de  violación es para cualquier ser humano un suceso perturbador. Pero conocer que fue el propio padre el causante de los abusos sexuales resulta sencillamente incomprensible y mucho más cuando, producto de esa serie de ultrajes, la mayor de las féminas ha concebido un bebé.

Dayana, Keiko y Patricia (cuyos nombres reales han sido cambiados para proteger sus identidades) son las hermanas violadas por su progenitor, identificado como Oswaldo Patricio Bonilla Cochamba, quien el pasado 28 de marzo fue sentenciado por el Octavo Tribunal de Garantías Penales del Guayas a 35 años de reclusión mayor especial.

Si bien es cierto que el responsable de esos actos ha sido condenado, tras un debido proceso penal impulsado por la fiscal Luz María Paz y Miño, de la Unidad Especializada en Personas y Garantías, lo extraño del caso es que no fue la madre de las menores -como principal protectora de sus derechos a la integridad personal- la denunciante, sino la abuela materna.

Esto debido a que la progenitora, conforme a la actitud adoptada, había preferido anteponer su seguridad emocional a la de sus hijas. A esa conclusión llegaron los jueces Smirnova Calderón, Julio Izurieta Vásconez y Justo López Salazar, quienes conforman ese tribunal, tras conocer en la audiencia de juzgamiento -por testimonio de la denunciante- que la mujer no dio importancia a las advertencias de la abuela, quien sospechaba del estado de gravidez de Dayana, y minimizó el tema atribuyendo los síntomas a posibles cambios hormonales.

Por su cuenta y sin avisarle a la madre, la denunciante llevó a la menor a que se le practiquen los respectivos exámenes, confirmando un embarazo de 2 meses y medio. Tras esa prueba, la menor fue asediada con interrogantes para saber quién era el padre del bebé.

Lo que se consiguió fueron las conmovedoras y a la vez impactantes confesiones, tanto de la gestante como de sus hermanas menores, de una relación incestuosa, por lo que la abuela inmediatamente acudió a la Fiscalía, donde se verificó el cometimiento del delito a través de los reconocimientos médicos ginecológicos a las ofendidas.

Sumado a eso, los jueces conocieron que la progenitora llevaba a las menores a la Penitenciaría del Litoral para visitar al acusado, quien además, padece una adicción a las drogas desde hace cuatro años.

La madre relató que tenía desavenencias con su conviviente por ese motivo y quienes lo atendían eran sus hijas, sobre todo Dayana. 

Inclusive indicó que, supuestamente, la menor se molestaba si él se iba a dormir con su madre. Los turnos rotativos en los que trabajaba la obligaban a estar mucho tiempo ausente de su domicilio, relató la madre de las menores.

Ante esa situación de revictimización y sometimiento, el tribunal  consideró la posibilidad de derivar el caso a un Juzgado de la Niñez y Adolescencia para promover que se revoque la patria potestad de las tres menores a la madre y queden al cuidado de la abuela materna.

Cuando hay una inestabilidad en la familia puede suceder que los niños queden vulnerables a sufrir una agresión, y según la psicóloga Ángela Álvarez, eso influyó para que se dieran los abusos en el interior de la vivienda, situada en las calles 25 y la H, suroeste de Guayaquil.

“Acá no hubo una estructura familiar que las proteja. En esta situación, muchas veces los niños no son vistos como familiar, hijo, nieto o sobrino, sino como una persona ajena con la que puede relacionarse incluso de forma sexual. Se rompen todos los límites y el respeto entre los propios miembros de la familia”, indicó la especialista, quien agregó  que a ese problema se suma el de la mentalidad machista de algunos padres a sentirse dueños de sus hijos, especialmente si son mujeres, y violarlas “para que no sea el novio el que se aproveche de ellas”.

Eso pasó en el caso de Keiko, a quien el sentenciado le rompió la nariz de un puñetazo cuando se enteró que supuestamente tenía un enamorado -de su misma edad- y que se había besado con él.

En ese caso, la “señal” para que el padre ataque sexualmente a su hija puede ser el que ya haya comenzado a menstruar y por tal motivo ya no la ven como una niña ni muchachita, sino como una mujer que puede empezar una vida sexual activa, indicó la profesional.

Lo más preocupante para las autoridades es que pueden pasar muchos años sin que la familia se dé cuenta de las violaciones a las que son sometidas las menores en su casa, hasta cuando la niña se embaraza y la mamá se entera de que el padre del bebé es su marido, su nueva pareja, su hijo o algún otro pariente.

Las indagaciones revelaron que Keiko también habría estado embarazada, puesto que se conoció que el procesado la habría llevado a una farmacia del sector donde compró una inyección, la cual le aplicó. Minutos después, la adolescente tuvo una menstruación abundante, lo que hace suponer que el hombre provocó un aborto. 

La fiscal que investigó el caso explicó que el silencio que guardaron las víctimas, por más de un año, se debió al miedo a sufrir represalias por hablar sobre la situación, ya que su agresor les dejó en claro que “las mataría o haría daño a su familia si decían algo”.

Muchas veces las tres hermanas eran drogadas por su progenitor  (el expediente habla de que les daba de probar una sustancia blanquecina en sobres de papel) y tras eso eran ultrajadas. En el caso de la hija menor, Patricia, de 11 años, el hombre la obligaba a que le practique sexo oral, puesto que lloraba mucho cuando intentaba penetrarla.

Pero el daño sufrido por las menores no solo se circunscribe a lo físico sino también, y con mayor repercusión, a lo psicológico.

La valoración médica practicada por Álvarez, perito de la Fiscalía, revela que las tres hermanas presentan acentuados síntomas de violencia sexual, procesos de estrés postraumático, además que reaccionan con angustia y tristeza, y estuvieron en un tortuoso proceso de sometimiento. Evidencian, además, desaprobación personal y un notable sentimiento de inferioridad.

“Keiko y, sobre todo, Dayana tienen cambios de conducta, son agresivas. Esto se debe a un mecanismo de defensa para olvidar el hecho. Actualmente tienen un proceso de querer ser aceptadas en el futuro, ya que debido al incesto, la mayor tiene un producto del hecho”, señala.

El informe asegura que hay credibilidad en lo que dicen las hermanas, al acusar a su padre, puesto que existe coherencia en los detalles y su lenguaje corporal mostrado en la Cámara de Gessel.

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