El excoronel Luis Hernández lideró en el terreno la defensa del Alto Cenepa
“Hay que preparar a los hombres para lo peor... munición es lo que más hay”
“No me quedó la menor duda de que el Ejército peruano nos atacaría en cualquier momento”, recordó Luis Hernández, excomandante del Agrupamiento Táctico General Miguel Iturralde. Él lideró la defensa del Alto Cenepa en la guerra de 1995.
Nació en Quito y se graduó de subteniente en la Escuela Militar Eloy Alfaro en 1973. El 16 de diciembre de 1994, cuando partió a la guerra, al salir del curso en que estaba en Parcayacu e ir a su casa ubicada en el sector de San Juan (centro), ni siquiera pudo despedirse de su esposa. Dejó una carta declarándole su amor a Therese y a su tierno hijo William Luis: no sabía si regresaría con vida.
Desde el Ministerio de Defensa en Quito salió hacia La Balbina, en el Valle de los Chillos. Se embarcó en un helicóptero que esa misma tarde lo llevó a Shell (Pastaza).
Hérnandez, desde el 16 de diciembre de 1994, con base en lo manifestado por el comandante del Ejército, Jorge Ortega, y tras leer el informe de César Aguirre, comandante del Batallón de Selva 63 Gualaquiza, estuvo seguro de que Perú atacaría y trataría de edificar una base en el Alto Cenepa, y justificar una supuesta permanencia que no tenía allí.
Esa reacción se dio por la amenaza proferida el 14 de diciembre de 2014 por el teniente coronel peruano Manuel Lazarte, comandante del Batallón de Infantería de Selva 25 Callao, quien advirtió que sus militares se tomarían las bases que desde hace años tenía Ecuador en su poder, en el Alto Cenepa.
Es por ello que Ecuador reforzó el Batallón de Selva 63 Gualaquiza con el Grupo de Fuerzas Especiales 26 de Quevedo, creándose de esa forma el Agrupamiento Táctico General Miguel Iturralde, al mando del entonces coronel Hernández.
A partir del 16 de diciembre de 1996, Hernández reunió a sus 2 comandantes (Luis Aguas y César Aguirre), y les dijo que debían preparar a sus hombres.
El Agrupamiento empezó entonces a patrullar el sector comprendido al norte de la línea: Coangos-Cueva de los Tayos, en la cabecera del río Cenepa, para impedir la ocupación peruana.
Hernández, quien por su aporte recibió la condecoración ‘Cruz de Guerra’, como anécdota recuerda que soldados del Grupo de Fuerzas Especiales 26, después de la motivación que les dio, se acercaron a pedirle autorización para disparar sus fusiles y asegurarse de que funcionaban. “Munición es lo que más hay”, les replicó, y les autorizó el pedido.
Otra anécdota fue aquella de relevar a la banda de músicos de las patrullas de combate para emplearlos como pelotón de servicios. Todos arrimaron el hombro para hacer frente al enemigo. Aparte de la preparación y del armamento aéreo y terrestre, tenían equipos sofisticados de comunicaciones y, sobre todo, una alta motivación.
Por su parte, el nivel político y diplomático de Ecuador trabajó en demostrar al país y al mundo que la zona del río Cenepa no estaba delimitada.
Ciento cincuenta días estuvo como comandante del Agrupamiento, tras lo cual, el 6 de mayo de 1995, dejó Patuca (Morona), se embarcó en un helicóptero Gazelle y aterrizó en La Balbina, en el mismo lugar donde el 16 de diciembre de 1994 se embarcó para ir a la batalla.
Al final, en el caso de la Guerra del Alto Cenepa, no se cumplió lo dicho por el filósofo militar alemán del siglo XVIII, Carl von Clausewitz, quien en su libro Sobre la guerra resaltó que “un conflicto armado solo deja los gérmenes para el próximo”. Ecuador y Perú, tras el conflicto de 1995, sellaron sus disputas limítrofes.
Para lograrlo del lado ecuatoriano debieron ofrendar su vida: el capitán Giovanni Calles Lascano; suboficial Édison Mendoza Enríquez; los sargentos Segundo Chimborazo Talahua, Wilson Cueva Pillajo, Fausto Espinoza Pinto, Jorge Guerrero Lamilla, Luis Felipe Hernández Tello, Agustín Anchico Murillo, Fenicio Angulo Ramírez, Richard Burgos Suárez, Héctor Chica Espinoza, Gabriel Solís Moreira y César Villacís Madril; los cabos Wladimir Analuisa Montero, G. Montesdeoca, Ernesto Vaca Bonilla, Romel Vásquez Palomino, José Anrango Escola, Milton Jácome Calvopiña, Alfonso Lamiña Chiguano, Héctor Pilco Chango, Rafael Pullahuari, José Robles Carrión, Vicente Rosero Palacios, Freddy Santander Peralvo, Marcelo Suárez Montesdeoca, José Urquizo Chango y Carlos Yuqui Medina; y los soldados Milton Patiño Chuva, Germán Pitiur Antuash y Ángel Olivo Rivera Suárez.
Hernández, en su discurso de despedida del 6 de mayo de 1995 resaltó: “El Alto Cenepa, Coangos, Cóndor Mirador, Cueva de los Tayos, Tiwintza, Base Sur, Base Norte, la ‘Y’, son los lugares donde los espíritus de los que lucharon por su defensa permanecerán infinitos izados hacia ese cielo que, protegido heroicamente por nuestros hermanos de la Fuerza Aérea, será el eterno testigo de aquel campo de batalla en donde nuestro Ecuador combatió por esa justicia y ese derecho que permiten que cualquier nación, por pequeña que sea, luche hasta las últimas consecuencias”.