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Entrevista / Bernard Fougères / Entrevistador de televisión

“Nunca me vestí de periodista de televisión”

Foto: Cortesía Universidad Internacional del Ecuador
Foto: Cortesía Universidad Internacional del Ecuador
29 de marzo de 2015 - 00:00 - Mario Xavier Larrea, Estudiante de la UIDE

Hablar de Bernard Fougères es referirse a un personaje ícono de la televisión ecuatoriana. Durante 30 años entretuvo todas las tardes en El Show de Bernard; además, fue conductor de Quienes son, quienes fueron y de Una cita con Bernard.

Desde 2011 forma parte de Ecuador TV, donde presenta, todos los jueves, a las 23:30, Bernard en la noche, un programa de entrevistas y música. Apasionado por demostrar que nada es imposible, este comunicador francés que llegó a Ecuador en funciones diplomáticas y fijó su residencia en el país por el amor de una mujer, realizó memorables entrevistas a más de 1.000 personajes del espectáculo. Las complementaba con videos musicales, notas de arte y una frase célebre, siempre acompañado de su piano y de Mafalda, aquel conocido personaje de Quino.   

Al ingresar a su departamento nos encontramos con Woody, un pequeño felino bautizado así por Woody Allen (cineasta estadounidense); él es su nuevo compañero y el menos excéntrico de sus mascotas porque ha tenido serpientes, tarántulas y enormes alacranes africanos. Tocaba la melodía ‘My Way’ en su piano digital.

Su carrera televisiva empezó en el programa Teleclub, de Marruecos, donde no solo entrevistaba a los artistas franceses que pasaban por ese país, sino que también hacía comedia stand-up. ¿Cómo así en Ecuador no conocimos esa faceta?

Porque cuando hice eso tenía veintidós años y estaba recién graduado de la universidad. Tomé mi carro, fui a Marruecos cruzando toda España y el Estrecho de Gibraltar, y llego a ese país con las mujeres usando velo. Fue una experiencia formidable compartir con mis alumnos y muchas alumnas sin el velo que llegaban al colegio vestidas a la ‘europea’. Esa época fue entrañable porque viví entre musulmanes. Por eso, lo que les afecta a ellos, en cierta forma me afecta a mí, ya que conozco la otra faceta de ellos.

¿Cómo llega a Ecuador?

Estamos hablando de 1965 y ya estaba acostumbrado a vivir en África del Norte. Me llegó un telegrama que decía “Señor Fougéres, usted está por nombrarse director de una Alianza Francesa. Le proponemos Izmir en Turquía, Managua en Nicaragua y Guayaquil en Ecuador”. Escogí Guayaquil sin saber dónde era. Conocía Quito, pero nunca había oído hablar de Guayaquil. La idea que tenía sobre esta ciudad era nada más sobre la cercanía con el océano Pacífico y las palmeras. Llegué a Ecuador en mayo de 1965, fui director de la Alianza Francesa de Guayaquil por dos años. Iba a cambiarme de ciudad, cuando se me cruza doña Evelina Cucalón, y tuve que escoger entre Evelina y una carrera diplomática. Escogí a Evelina y fue la mejor decisión de mi vida.

¿Evelina y también la televisión?

Había hecho televisión en Marruecos desde 1962 a 1965. Acá entré a Ecuavisa cuando nace ese canal, en 1967. En septiembre me casé con Evelina e inmediatamente empecé El Show de Bernard, aunque hablando un español deplorable.

Fija su residencia en Ecuador al enamorarse de una guayaquileña, con quien estuvo casado 40 años. ¿Qué virtudes encuentra en las mujeres ecuatorianas y latinoamericanas que no tienen las europeas?

Las mujeres latinoamericanas son alegres, amantes efervescentes y extraordinarias madres. Son gentiles, buenas y sentimentales. Yo tengo un concepto altísimo de la mujer latinoamericana, pues es de combate. Antes, en el Día de la Madre, hacían tortas para unos pendejos que iban a comer mientras ellas pasaban trabajando. Poco a poco, ya se está superando eso. No generalizo, pero aunque a la mujer francesa la consideren como la mejor amante, no lo es.

Culturalmente, ¿cuál fue la barrera más grande que enfrentó en Ecuador?

Los acentos del idioma. Al tener el latín y griego como base, aprendí español en cuestión de cuatro o cinco meses. Cuando empezó El Show de Bernard cometí fallas terribles. Dije una vez ‘congreso de meretrices’, en vez de ‘congreso de obstetrices’, pero como son buena gente, me lo perdonaron. Cuando llegué, tampoco me gustaba la música nacional, pues no la entendía. Ahora puedo llorar escuchando pasillos, ya que es una música que hay que vivirla.  

Conoce las intimidades de tantos artistas. ¿Cómo se hizo amigo de celebridades?

Quizás porque nunca me vestí de ‘periodista de televisión’, y todavía no lo hago. Para mí la televisión es dar un paso dentro de un estudio, pero soy el mismo, no cambio. Cuando recibía a un artista, ya sea Raphael, Camilo Sesto o Paloma San Basilio, para mí era un ser humano y tenía un tiempo limitado para conocerlo, así que eso era lo apasionante. Unos me apasionaron de verdad y guardo un contacto estrechísimo con ellos.

¿Le parece correcto que entre el entrevistador y el entrevistado exista mucha cercanía?

No me importa si es correcto o no. Puede ser un betunero o el Presidente de la República quien esté frente a mí. Me da lo mismo.

¿Algún entrevistado se enojó o discutió con él al aire?

No. Pelear con alguien, no. Siempre frenaba cuando sentía que no iba bien el asunto. Cuando entrevisté a Sabrina y le pregunté: “¿Eres feliz?”, ella me respondió: “¿Por qué me preguntas eso?; ¿acaso hay gente que no lo es?”. Yo me dije: “¡Púchica!, ¿dónde estoy metido?”. Pero de eso a pelearme con alguien, jamás.

¿Puede llegar a ser cruel como entrevistador?

No. Aunque bueno, una vez con León Febres-Cordero sucedió algo. Él estaba con el cigarrillo en la boca; yo le pregunté: “¿Usted mandó a matar a Nahim Isaías?”, y el cigarrillo se le cayó. Después le pregunté por los hermanos Restrepo y siguió la cosa. No considero eso como una pelea al aire o crueldad, porque después tomamos vodka y me pidió una copia de la entrevista.

¿Cómo logra abordar temas escabrosos sin ganarse la antipatía del entrevistado?

¡Me gustaría saberlo! Entrevisté dos veces a Rafael Correa y fueron entrevistas movidas, pero yo lo quiero mucho y siento afecto hacia él, aun cuando si nos vemos yo puedo no estar de acuerdo con algunas cosas.

¿En algún momento se le subieron los humos?

Sí, sobre todo al principio. Era un muchachito de treinta años y la gente en las calles decía a cada rato: “Ahí va Bernard”; “míralo a Bernard”; “Bernard, Bernard”. Es tanto, que llega un momento en que te vuelves pendejo.

¿A quién anhela entrevistar?

Definitivamente no al Papa. Quizás, me gustaría hacer una entrevista un poco cruel a Benedicto XVI, que es como Nosferatu. De ahí, antes que nadie, me encantaría entrevistar a María Kodama. Ella sería la primera. Es una mujer que tenía seis años cuando se enamoró de Jorge Luis Borges.

¿Qué opina de la gente que se ha suicidado o ha intentado hacerlo?

Sin ir tan lejos, Carolina Patiño, con tan solo 20 años, y Dina Bellrham, a los 27 (poetisas guayaquileñas), lo hicieron. En Ecuador muchas personas se han suicidado. Dina era una amiga entrañable, la tuve en mi casa tomando vino y cenando, y también presenté su libro. El dolor es no poder impedir que una persona querida lo haga. A ellas no pude retenerlas. Carolina, por su parte, lo intentó muchas veces y ya nadie la tomaba en serio. Cuando me llamaron y me dijeron: “Lo hizo otra vez”, yo quise ir, pero ya era tarde.

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